La Organización de
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (la FAO),
acaba de publicar su último informe sobre el hambre, titulado “El Estado de
la Inseguridad Alimentaria en el Mundo 2014” (1). Sus estadísticas nos sirven
para comparar a Cuba con los países de su región
natural –el Caribe y Centroamérica-, donde obtiene, de manera rotunda, los
mejores indicadores (2).
La FAO asigna a Cuba el
menor grado de subnutrición posible en su estadística, que es el de “menos
del 5 %” de la población. En contraste, el 51,8 % de la población de Haití
padece de subnutrición, el 14,7 % de la República Dominicana, el 14,3 % de
Guatemala o el 12,1 % de Honduras.
Paradójicamente, la
imagen que los medios internacionales proyectan a diario sobre Cuba es la
de un país de enormes carencias, en el que los salarios –cuyo valor literal
traducido a dólares repiten una y otra vez-, no alcanzaría ni siquiera para
la alimentación básica (3). A la vez, silencian que en Cuba existe un
fuerte subsidio del Estado a los precios de una parte de la canasta
alimentaria (4). Estos medios tampoco comparan la situación de Cuba con la
de los países de su entorno, despreciando la valiosa información que
aportan informes como los de la FAO.
Que la práctica de la
prensa del llamado Primer Mundo sea esta es sin duda chocante. Pero
que en los grandes diarios de Centroamérica leamos constantes artículos y
editoriales que condenan la experiencia socialista de Cuba -o la de Venezuela-
como un “fracaso económico”, resulta tragicómico (5) (6). Porque entonces
¿cuál es el éxito del modelo de libre mercado en un país como Guatemala,
quinto en el mundo en subnutrición infantil crónica –según UNICEF (7)-, y
donde ya han fallecido –entre enero y marzo- 11 menores por desnutrición
(8)? ¿Y dónde está el “modelo fallido” de Venezuela, que ha pasado –según
datos de la FAO- del 14,1 % de subnutrición a su práctica eliminación (9)?
Theodor
Frederick, representante de la FAO, enfatizaba el rol del Estado en la
seguridad alimentaria en Cuba (10), concretado en altos subsidios a los
precios de los alimentos básicos, que cubren la mitad de las necesidades
nutricionales; en la entrega de alimentos gratuitos o a bajísimo precio en
centros de salud, educación y comedores obreros; y en la cobertura de
grupos sociales vulnerables, como personas enfermas, con discapacidades o
adultas mayores (11).
Por supuesto, Cuba está
lejos de presentar un cuadro idílico en este terreno. La baja producción
agrícola nacional implica altos precios para los alimentos no subsidiados y
el gasto de 2.000 millones de dólares en importación de alimentos, lo mismo
que el país ingresa por turismo o por remesas (12). El bloqueo de EEUU,
además, incrementa el precio de las importaciones, ya que el llamado
“riesgo Cuba” encarece hasta un 30 % los fletes (13). Para sustituir
importaciones y caminar hacia la soberanía alimentaria, el Estado cubano ha
entregado ya en usufructo gratuito 1,7 millones de hectáreas de tierras
ociosas a familias campesinas. Pero los resultados aún son escasos (14).
A pesar de todo, Cuba
–con Venezuela- está entre los 29 países del mundo que han cumplido la meta
propuesta en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación de 1996: reducir la
subnutrición a la mitad para este año 2015 (15).
Mientras, los medios
internacionales siguen reproduciendo los reportes sobre el “hambre en Cuba”
basados en videos (16) y reportajes (17) de supuestos “periodistas
independientes cubanos”.
Por que ¿para qué
desmenuzar un tedioso informe de la FAO, pudiendo publicar los disparates
de personas contratadas en Cuba –con dinero del Gobierno de EEUU (18)- por
organizaciones de la ultraderecha de Miami (19)?
|
Información manipulada, juntando cifras de principio a fin. La agricultura de Cuba es un fracaso total. Cuba vive de las remesas de sus ciudadanos en el exterior, calculadas entre 3500 millones directas y cifra similar en especie, además de los viajes de los 2,5 millones de cubanos en la diáspora. Vive de exportar médicos bajo contratos leoninos de explotación estatal y en tercer término de un turismo discriminatorio que excluye en buena medida a los nacionales. Bastan las colas inmensas, las concentraciones frente a los mercados que venden en dólares para entender de qué vive el cubano. Claro en Cuba el gobierno controla absolutamente los medios de expresión, de asociación, las estadísticas que se ofrecen a las entidades internacionales. Tal y como sucedió en Europa del Este, en la China de Mao o en la Ucrania del Olomodur, se puede fabricar un país virtual para los medios internacionales. Dan verguenza.
ResponderEliminar