Apuntes subversivos para un tiempo difícil
Se palpa en el ambiente un pesimismo profundo en el sector social más consciente y transformador. Estamos padeciendo un progresivo recorte de derechos, a la vez que una desigualdad y precariedad cada vez mayor; percibimos graves amenazas económicas y sociales, así como un peligroso acercamiento a los límites del planeta y a su sostenibilidad. Constatamos que la movilización de la derecha social es alta, mientras que la izquierda política está dividida y la social, desmovilizada. Sentimos que estamos viviendo un momento crítico, si el análisis lo ponemos en perspectiva histórica. ¿Qué hacer? Sólo pretendo plantear unas pocas reflexiones con cierto ánimo provocador.1.- Los grandes poderes, a la ofensiva. Es muy claro que la hegemonía la tienen los grandes poderes económicos, políticos, mediáticos y culturales desde hace ya varias décadas. Han logrado que, en el fondo, la gran mayoría de la gente aceptemos el sistema capitalista como el único posible, porque sabemos que todas sus alternativas han fracasado. Si eso es cierto, lo tienen fácil para mantener su hegemonía: lo que hay que hacer, dicen, es perfeccionar el sistema capitalista. ¿Cómo? Globalizando la economía mediante más competencia hacia abajo en salarios, impuestos, derechos… para así bajar los precios; fomentando el incremento de los beneficios y la acumulación de riqueza para que así se cree empleo, se fomente el I+D+i y se pueda seguir la rueda de solución de los problemas actuales mediante los avances científico-técnicos... Este discurso es hoy hegemónico en todo el mundo.
¿Qué hacemos nosotras mientras tanto? Tratar de parchear el sistema en sus puntos más sangrantes, sin desenmascarar al capitalismo ni introducir dinámicas transformadoras serias. Y, sin despreciar en absoluto los pequeños logros conseguidos, eso supone asentar cada vez más su hegemonía y nuestra sumisión. Ponen en el centro a los consumidores, y los confrontan con los productores porque, según ellos, estos son los culpables de que el poder adquisitivo no sea mayor. Y también enfrentan a los consumidores con los límites del planeta mediante su negación o con supuestas soluciones científico-técnicas. Todo esto supone un reforzamiento del individualismo y la debilitación de la acción colectiva: su principio filosófico es que cada cual es y debe ser responsable de sí mismo; en todo caso, a lo único a lo que se puede llegar es a la caridad, y sólo en los casos más extremos. Así que, con este panorama, cada vez se hace más difícil cambiar la correlación de fuerzas: como cada cual estamos centrados en lo nuestro, les basta con inducir el miedo a no poder subsistir o a empeorar nuestra situación y con confrontar sectores sociales para hacerles responsables de los problemas que tenemos. Cuentan para ello con medios económicos, políticos, institucionales y mediáticos muy poderosos.
2.- Necesitamos pasar a la ofensiva. Es preciso que la gente más consciente ponga cuanto antes las bases para pasar a la ofensiva, porque esta es una condición sine que non para cambiar la actual correlación de fuerzas. Entre otras cosas, esto requiere: a) Reconocer que el capitalismo ha servido para que la humanidad hiciera importantes avances económicos y sociales, pero explicar a la vez con firmeza que: desde hace ya un tiempo este sistema se ha convertido en un gravísimo peligro para las personas, la vida y el planeta en su conjunto, ya que no es sostenible ni económica, ni ecológica, ni social, ni cultural, ni geoestratégicamente; no puede tolerar el derrumbe del patriarcado y la igualdad de mujeres y hombres; es incompatible con una cultura de fomento de valores y principios como igualdad, fraternidad, igualdad real (no sólo de mercado) y cooperación, imprescindibles hoy para lograr la sostenibilidad. b) Es imperioso y urgente cambiar el entramado legal-normativo-institucional de los estados, de la UE y mundial por otro que ponga en el centro la vida en general y la humana en particular. c) Necesitamos hacer una reflexión profunda sobre los valores y dinámicas de confrontación entre y dentro de las fuerzas y personas que decimos pertenecer al campo de lo que habitualmente se conoce como izquierdas, con el fin de evitar la autodestrucción y favorecer la cooperación en la acción conjunta. Se trata de un problema que lo venimos arrastrando desde la Revolución Francesa y necesitamos cambiar radical y urgentemente esa cultura. Éste es uno de los problemas fundamentales a superar, porque es condición de posibilidad de todo lo demás. Sobre todo, cuando tenemos la necesidad de abarcar progresivamente el mundo entero. Aunque el acento y la justificación de nuestras diferencias los solemos situar habitualmente en los programas, nuestro mayor problema es la escasa voluntad que tenemos de cooperar lealmente y actuar conjuntamente respetando escrupulosamente los principios democráticos -también el de respetar lo que decida la mayoría si no hay consenso-. d) En lugar de gastar gran cantidad de energía en disquisiciones teóricas y disputas puristas sobre el tipo de sociedad al que queremos llegar, creo que lo que deberíamos hacer es centrarnos en el proceso de conseguir mejoras de todo tipo, de acuerdo a las necesidades y prioridades de cada situación; eso sí, apuntando a una sociedad cada vez más justa y sostenible en todos los aspectos. En este sentido, tenemos ya referencias de propuestas de programas o manifiestos que podrían servir para armar consensos muy amplios para todo el mundo; un ejemplo es el manifiesto que propone Naomi Klein en Decir NO no basta.
3.- Dificultad, voluntad, trabajo conjunto y esperanza. Muy difícil, casi abrumador. Pero absolutamente necesario. Además, tenemos muy poco tiempo. Sin embargo, por el lado anverso nos encontramos con la ventaja de que no tenemos otra alternativa: en el punto al que hemos llegado, o paramos esta dinámica capitalista de crecimiento, acumulación, desigualdad y especulación-rapiña o el desastre económico, ecológico y social está asegurado. Y para llevar a cabo esta ingente tarea no tenemos otro camino que la cooperación entre diferentes. Podríamos, si quisiéramos. Y las necesarias esperanza e ilusión se tienen que basar en esa voluntad, no en la negación u olvido de la gravedad de la situación actual. Espero que para ponernos las pilas no tengamos que llegar a que se materialicen amenazas que ya son muy reales: episodios de colapsos con la posibilidad de un enorme sufrimiento para gran cantidad de gente, para nuestros ecosistemas y para el planeta en general. Así que, dejémonos de egos, sectas, purismos y venganzas, y pongámonos el buzo del trabajo cooperativo, leal y democrático.
¿Qué hacemos nosotras mientras tanto? Tratar de parchear el sistema en sus puntos más sangrantes, sin desenmascarar al capitalismo ni introducir dinámicas transformadoras serias. Y, sin despreciar en absoluto los pequeños logros conseguidos, eso supone asentar cada vez más su hegemonía y nuestra sumisión. Ponen en el centro a los consumidores, y los confrontan con los productores porque, según ellos, estos son los culpables de que el poder adquisitivo no sea mayor. Y también enfrentan a los consumidores con los límites del planeta mediante su negación o con supuestas soluciones científico-técnicas. Todo esto supone un reforzamiento del individualismo y la debilitación de la acción colectiva: su principio filosófico es que cada cual es y debe ser responsable de sí mismo; en todo caso, a lo único a lo que se puede llegar es a la caridad, y sólo en los casos más extremos. Así que, con este panorama, cada vez se hace más difícil cambiar la correlación de fuerzas: como cada cual estamos centrados en lo nuestro, les basta con inducir el miedo a no poder subsistir o a empeorar nuestra situación y con confrontar sectores sociales para hacerles responsables de los problemas que tenemos. Cuentan para ello con medios económicos, políticos, institucionales y mediáticos muy poderosos.
2.- Necesitamos pasar a la ofensiva. Es preciso que la gente más consciente ponga cuanto antes las bases para pasar a la ofensiva, porque esta es una condición sine que non para cambiar la actual correlación de fuerzas. Entre otras cosas, esto requiere: a) Reconocer que el capitalismo ha servido para que la humanidad hiciera importantes avances económicos y sociales, pero explicar a la vez con firmeza que: desde hace ya un tiempo este sistema se ha convertido en un gravísimo peligro para las personas, la vida y el planeta en su conjunto, ya que no es sostenible ni económica, ni ecológica, ni social, ni cultural, ni geoestratégicamente; no puede tolerar el derrumbe del patriarcado y la igualdad de mujeres y hombres; es incompatible con una cultura de fomento de valores y principios como igualdad, fraternidad, igualdad real (no sólo de mercado) y cooperación, imprescindibles hoy para lograr la sostenibilidad. b) Es imperioso y urgente cambiar el entramado legal-normativo-institucional de los estados, de la UE y mundial por otro que ponga en el centro la vida en general y la humana en particular. c) Necesitamos hacer una reflexión profunda sobre los valores y dinámicas de confrontación entre y dentro de las fuerzas y personas que decimos pertenecer al campo de lo que habitualmente se conoce como izquierdas, con el fin de evitar la autodestrucción y favorecer la cooperación en la acción conjunta. Se trata de un problema que lo venimos arrastrando desde la Revolución Francesa y necesitamos cambiar radical y urgentemente esa cultura. Éste es uno de los problemas fundamentales a superar, porque es condición de posibilidad de todo lo demás. Sobre todo, cuando tenemos la necesidad de abarcar progresivamente el mundo entero. Aunque el acento y la justificación de nuestras diferencias los solemos situar habitualmente en los programas, nuestro mayor problema es la escasa voluntad que tenemos de cooperar lealmente y actuar conjuntamente respetando escrupulosamente los principios democráticos -también el de respetar lo que decida la mayoría si no hay consenso-. d) En lugar de gastar gran cantidad de energía en disquisiciones teóricas y disputas puristas sobre el tipo de sociedad al que queremos llegar, creo que lo que deberíamos hacer es centrarnos en el proceso de conseguir mejoras de todo tipo, de acuerdo a las necesidades y prioridades de cada situación; eso sí, apuntando a una sociedad cada vez más justa y sostenible en todos los aspectos. En este sentido, tenemos ya referencias de propuestas de programas o manifiestos que podrían servir para armar consensos muy amplios para todo el mundo; un ejemplo es el manifiesto que propone Naomi Klein en Decir NO no basta.
3.- Dificultad, voluntad, trabajo conjunto y esperanza. Muy difícil, casi abrumador. Pero absolutamente necesario. Además, tenemos muy poco tiempo. Sin embargo, por el lado anverso nos encontramos con la ventaja de que no tenemos otra alternativa: en el punto al que hemos llegado, o paramos esta dinámica capitalista de crecimiento, acumulación, desigualdad y especulación-rapiña o el desastre económico, ecológico y social está asegurado. Y para llevar a cabo esta ingente tarea no tenemos otro camino que la cooperación entre diferentes. Podríamos, si quisiéramos. Y las necesarias esperanza e ilusión se tienen que basar en esa voluntad, no en la negación u olvido de la gravedad de la situación actual. Espero que para ponernos las pilas no tengamos que llegar a que se materialicen amenazas que ya son muy reales: episodios de colapsos con la posibilidad de un enorme sufrimiento para gran cantidad de gente, para nuestros ecosistemas y para el planeta en general. Así que, dejémonos de egos, sectas, purismos y venganzas, y pongámonos el buzo del trabajo cooperativo, leal y democrático.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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