Sr. Presidente. Usted, como tantas veces ha hecho su partido, ha tenido la cobardía de ponerse de lado de una nueva agresión a un país que defiende a toda costa su soberanía, alineándose con las directrices que marca EEUU al respecto.
Pero sr. Presidente, usted sabe muy bien que Venezuela es la democracia más avanzada de toda América Latina, que ha celebrado unas 29 elecciones desde 1999 (año en que llegó Chávez a la jefatura de Estado), la mayoría bajo supervisión internacional, y con el sistema de recuento electoral “más avanzado del mundo” según la Fundación Jimmy Carter. De hecho, las últimas elecciones legislativas las ganó la oposición.
Usted sabe, porque en su cargo es imposible no saberlo, que Venezuela tiene algunos de los logros más importantes del continente. Figura como el país del área con la mayor reducción del porcentaje de pobreza, que pasó de un 28,9% en 1998 a un 19,6% en 2013; y el porcentaje de hogares en pobreza extrema disminuyó del 10,8% al 5,5% en ese mismo período.
También sabe, ¿cómo no iba a saberlo?, que Venezuela es el país de la región que más ha luchado contra la desigualdad. El coeficiente Gini (según el cual 0 es la igualdad máxima y 1 la desigualdad superlativa) en 1998 era de 0,486 y en 2013 llegó a 0,398, el más bajo de América Latina.
Además, si usted no lo sabe seguro que alguno de los diplomáticos de su gobierno sí, la Unesco declaró a Venezuela bajo el gobierno de Chávez “Territorio Libre de Analfabetismo”, y este país tiene la tasa neta de escolaridad primaria en un 95,90%.
También tendría forzosamente que saber que la evolución de la desnutrición infantil en menores de 5 años pasó de 7,70% en 1990 a 2,53% en 2013, mereciendo este país un reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura-FAO. Mientras que la tasa de desocupación pasó del 15,2% en 1999 al 7,1% en abril de 2014 (la que ya quisiera de lejos el Reino de España). Venezuela alcanzó el 0,771 en el IDH, lo que la incluye en el grupo de países considerados con un “Alto Nivel de Desarrollo Humano”, al ubicarse por encima del promedio de América Latina y el Caribe. También sabe, estoy seguro, que el gobierno de Venezuela procura viviendas a su población y que allí no existen los desahucios.
Asímismo debe saber, cómo no va saberlo si hasta su compañero de partido Rodríguez Zapatero lo dejó ver cuando estuvo de mediador en Venezuela, que la grave crisis que padece este país viene provocada por la despiadada guerra económica que se perpetra contra él, lanzada ante todo por EEUU y secundada por países subalternos como desgraciadamente es el Reino de España.
Le recuerdo algunas de las características de esa guerra. El cierre unilateral de cuentas bancarias del Estado venezolano para dificultarle el pago a proveedores de bienes esenciales y para atender otros compromisos. La cancelación, por razones exclusivamente políticas, de importaciones vitales, como fue el caso de los tratamientos para la malaria. La retención de divisas cruciales para adquirir bienes de primera necesidad (así, por ejemplo, en noviembre de 2017, la proveedora de servicios financieros Euroclear retuvo 1.650 millones de dólares de Venezuela que estaban destinados a la compra de alimentos y medicinas). El Ejecutivo venezolano tiene retenidos cerca de 2.500 millones de dólares operaciones internacionales, en diferentes Bancos, bien sea por pagos de deuda o de importaciones, o por factura petrolera. El Banco Wells Fargo retuvo y anuló pagos de 7,5 millones de dólares, por concepto de venta de energía a Brasil. También tiene retenidas divisas para satisfacer los pagos atrasados a los pensionistas en el exterior. Y se le vienen reteniendo cargamentos de alimentos para la población que ya fueron pagados (por ejemplo, en diciembre de 2017, 2.200 toneladas de carne de cerdo fueron retenidas por dos semanas en la frontera de Colombia, pudriéndose durante la retención).
Ahora le quieren sustraer también sus reservas de oro que tiene en Bancos extranjeros y robarle los beneficios de su petróleo. A lo que se suma la guerra económica interna que la propia clase empresarial venezolana lleva a cabo, acaparando toda clase de productos para provocar una generalizada escasez, o jugando con las tasas cambiarias de la divisa para desestabilizar al país.
Y después, gobiernos como el suyo que colaboran con todo ello proclaman que hay que enviar “ayuda humanitaria” a Venezuela.
Tamaño cinismo forma parte también de esa brutal guerra económica a la que me refería, cuyos pasos y objetivos concretos ya expliqué en este mismo medio y que busca provocar muertes y sufrimiento sin límites en la población venezolana, con el fin de que se rinda y se levante contra su gobierno. Esa guerra va acompañada por un terrible bombardeo mediático que casi no tiene precedentes. Siempre se han utilizado los medios de difusión de masas para “ablandar” las conciencias de las sociedades antes de iniciar una guerra contra alguna población. Lo hicieron recientemente en Irak, en Yugoeslavia, en Ucrania, en Libia, en Siria… pero lo que está padeciendo Venezuela está siendo ya verdaderamente largo y desgastante. De hecho, es tan insistente ese bombardeo monocorde que ya tiene convencidas a casi todas las gentes europeas de que algo malo tiene que tener ese gobierno para que tanto le persigan. Cuando en realidad deberían preguntarse qué hace un gobierno de bueno para que todos los poderosos y las extremas-derechas, empezando por el “loco” de Trump, quieran hundirle.
Y es que la principal arma de destrucción masiva de EEUU, que no tiene rival en el mundo, es el control monopólico de los medios de difusión de masas, el dictado de las noticias mundiales (con la consiguiente desinformación sistemática y planificada), o lo que es lo mismo, la máquina de construcción de la realidad.
Y ahora usted, aun sabiendo todo lo que aquí he anunciado y muchas otras formas de agresión a Venezuela que entran dentro de la política oscura a la que la ciudadanía no puede llegar, decide dar un ultimátum al legítimo presidente venezolano, Maduro, para celebrar “elecciones libres” o reconocer a un impostor. Con ello muestra no sólo su catadura moral, sino su absoluta falta de autonomía y de inteligencia política.
Igualmente actúan aquellos de la “izquierda emergente” que ahora se pelean por ser muleta de su partido y que cautivos del efecto de opinión que provoca el monopolio mediático contra Venezuela, piden ya también “elecciones libres” mientras justifican vender armas a Arabia Saudí para seguir asesinando niños en Yemen. Todo por unos supuestos pocos votos más.
Pero esa “izquierda”, como usted y su partido, saben muy bien que donde no hay auténticas elecciones libres es en ningún otro país de América Latina, pues en casi todos ellos se compran votos a mansalva, se matan todos los días opositores, líderes sindicales y populares, así como luchadores indígenas; y en todos ellos las presiones o amenazas empresariales, las ingentes sumas de dinero y el absoluto control mediático, determinan cualquier posibilidad de opción electoral en favor de los grandes poderes.
Imagínese, además, el peligro que corre la flamante democracia europea si usted apoya que cualquiera se pueda subir a un taburete en una manifestación y proclamarse presidente de un país. Usted haría ver que toda la democracia en la que dice que se basa es ficticia y la deja cada vez más desnuda ante las poblaciones. De hecho, usted está contribuyendo a violar todas las normas básicas del derecho internacional, como ha sido denunciado ante la ONU y según Augusto Zamora ha clarificado también en este periódico.
Pero supongo que si los grandes poderes mundiales que dan las instrucciones a su gobierno recurren a una opción tan burda es porque las cosas van muy mal para ellos y deben de estar bastante desesperados, tanto como para meter al mundo en una nueva fase sin reglas, donde la guerra y la agresión entre países prime por encima de cualquier convención. Porque usted, con su postura, está siendo cómplice también de una probable intervención militar de imprevisibles consecuencias en el corazón de la Patria Grande americana. Va a hacer a toda España cómplice de ella.
Sr Presidente, usted sabe perfectamente, para terminar, que cualquier gobierno europeo hubiera reaccionado cerrando totalmente el espacio democrático ante una amenaza de injerencia exterior, golpe de Estado o insurgencia armada patrocinada por terceros. Fíjese, si no, cómo han reaccionado los gobiernos españoles sólo porque alguien pide urnas en Cataluña. O cómo Gran Bretaña clausuró la “libertad de prensa” por la guerra de las Malvinas que estaba a miles de kilómetros. Todo eso lo ha afrontado Venezuela, en cambio, sin salirse de un camino de oferta permanente de diálogo, como de nuevo nuestro exjefe de gobierno, Zapatero, puede testificar.
Me creo que usted no sienta ningún remordimiento por su burdo ultimátum al legítimo presidente de Venezuela, pero ¿de verdad no siente ninguna inquietud ante la vía libre que está dando para otros en el Reino de España? Un país, que como su denominación indica, no puede elegir a su jefe de Estado, ni (al menos todavía) tampoco le ha elegido a usted.
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