Daniel Bernabé
Un llamamiento a la unidad frente a la
fragmentación promovida por el actual activismo
«Llegaron a España las guerras culturales, conflictos en
torno a derechos civiles y representación de colectivos que situaban lo
problemático no en lo económico o lo laboral y mucho menos en lo estructural,
sino en campos meramente simbólicos. El matrimonio homosexual, la memoria
histórica, el lenguaje de género o la educación para la ciudadanía empezaron a
copar portadas de los medios y a crear polémica.
¿Estamos afirmando que los ejemplos mencionados carecen
de importancia? En absoluto. Es importante que un grupo social pueda tener los
mismos derechos civiles que el resto o reconocer desde las instituciones
nuestra historia y la dignidad de los republicanos olvidados. Lo que decimos es
que estos conflictos culturales tenían un valor simbólico en tanto que
permitían a un gobierno que hacía políticas de derechas en lo económico validar
frente a sus votantes su carácter progresista al embarcarse en estas
cuestiones.»
Extraña paradoja la que plantea este libro: ¿son los
sistemas de privilegios, opresiones y revisiones una forma efectiva de
enfrentarse a la desigualdad?; ¿dónde quedó, entonces, el conflicto
capital-trabajo? Sin embargo, debemos dar una respuesta urgente a estas
preguntas, si no queremos que la fuerza de lo colectivo se acabe diluyendo en
el irremediable individualismo de lo identitario.
En un mundo donde lo ideológico se ha convertido en una
coartada para afirmar nuestra personalidad aislada, el activismo se esfuerza en
buscar las palabras adecuadas para marcar la diversidad, creando un entorno
respetuoso con nuestras diferencias mientras el sistema nos arroja por la borda
de la Historia. Ya no se busca un gran relato que una a personas diferentes en
un objetivo común, sino exagerar nuestras especificidades para colmar la
angustia de un presente sin identidad de clase.
Ha llegado el momento de tener unas palabras con la
trampa de la diversidad
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