Trump juega con fuegopor Atilio Boron |
El emperador emitió su úkase y ungió como presidente a Juan Guaidó, un
don nadie de la política venezolana, desconocido para la inmensa mayoría
de la población pero construido, “pret a porter” por los medios y los
marketineros norteamericanos en las últimas
dos semanas. Tras el exabrupto de Trump los gobiernos que se desviven
por convertir a sus países en republiquetas neocoloniales –Argentina,
Brasil, Colombia, Paraguay, Honduras y hasta el degradado Canadá-
salieron en tropel a ver quién llegaba primero para
lamerle las botas al magnate neoyorquino. Todo este esperpento
jurídico, que sería motivo de risa si no fuera porque puede terminar en
una tragedia, cuenta con la bendición de Luis Almagro (a) “Cuánto me dan
por tumbar a Maduro” y, hasta ahora, el estruendoso
silencio del Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués
António Guterres que, como buen socialdemócrata, padece del tic
característico de sus cofrades que lo hace mirar hacia otro lado cada
vez que las papas queman en cualquier rincón del planeta.
Por eso a través de su vocero pidió “negociaciones políticas inclusivas
y creíbles” para abordar los retos del país, tal vez olvidándose que
esas negociaciones las condujo con éxito José L. Rodríguez Zapatero en
los diálogos que tuvieron lugar en Santo Domingo
y que al momento de estampar con su firma los trabajosos acuerdos
logrados los representantes de la “oposición democrática” venezolana se
levantaron de la mesa y dejaron al español con su pluma fuente en la
mano. Es que recibieron una llamada de Álvaro Uribe,
habitual mandadero de la Casa Blanca, transmitiendo la orden de Trump
de abortar el proceso.
La tentativa golpista, exaltada por el sicariato mediático, tropezará
con muchas dificultades. No es la primera vez en la moderna historia de
Venezuela que la Casa Blanca reconoce a un presidente, como Pedro
Carmona, el 11 de Abril del 2002, que apenas duró
47 horas en el gobierno y terminó preso. ¿Será diferente esta vez?
Difícil pronosticar. Guaidó puede refugiarse en una embajada amiga en
Caracas y desde allí emitir declaraciones que tensen la cuerda y fuercen
una confrontación con Estados Unidos. Por ejemplo,
ante la orden del presidente Maduro de que el personal de la embajada
de EEUU abandone el país en las próximas 72 horas el mequetrefe imperial
puede decirles que permanezcan en Venezuela. Otra alternativa es que se
instale en alguna ciudad fronteriza con Colombia
y desde allí, con la bendición de Trump, los tufos malolientes de la
OEA y las neocolonias latinoamericanas proclame una nueva república,
protegida por los “paramilitares” colombianos y el narcogobierno de
Duque, Uribe y compañía y exija su reconocimiento
internacional ante la OEA y la ONU.
Cualquiera de estos dos escenarios confirman por enésima vez que si hay
algo que ni los imperialistas ni la derecha venezolana quieren es el
diálogo y la subordinación a las reglas del juego democrático. Es
evidente que ambos buscan la confrontación, sea aplicando
el modelo libio o el ucraniano, diferentes pero similares en cuanto a
las miles de víctimas fatales y los centenares de miles de refugiados
que hubo ambos países. Pero más allá de las fakenews las cosas no serán
tan fáciles para los asaltantes del poder presidencial.
La base chavista está muy firme, y lo mismo puede decirse de las
fuerzas armadas bolivarianas. Una “solución” militar requeriría un
impopular envío de tropas norteamericanas a Venezuela, en momentos en
que en la Cámara de Representantes cobra fuerza el proyecto
de someter a Trump a un juicio político. Y si a los 26.000 hombres
enviados a Panamá en diciembre de 1989 para capturar a Noriega y
controlar esa ciudad tuvieron que luchar a brazo partido durante dos
semanas para lograr su objetivo, ante un pueblo indefenso
y unas fuerzas armadas sin equipamiento, la opción militar implicaría,
en el caso de Venezuela, un riesgo enorme de re-editar un fiasco como
Playa Girón o, en una escala mayor, la guerra de Vietnam, aparte de
desestabilizar la situación militar en Colombia
ante el recrudecimiento de la guerrilla. La belicosidad de Washington
contra Venezuela es una respuesta a la derrota militar que EEUU sufriera
en Siria luego de seis años de ingentes esfuerzos para derrocar a
Basher al Assad. Por otra parte no es un dato menor
que países como Rusia, China, Turquía, Irán, México, Cuba y Bolivia han
rehusado brindar su reconocimiento diplomático al golpista y esto
cuenta en el tablero de la política mundial. Por lo tanto no habría de
descartar que Guaidó termine corriendo la misma
suerte que Carmona.
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