La ruptura de relaciones diplomáticas con
Estados Unidos, anunciada por Nicolás Maduro, presidente de la República
Bolivariana de Venezuela, es un acto de dignidad como los que hacen
falta hoy en el nuestra América y en el mundo.
La única manera de responder con soberanía al descarado intento
estadounidense de imponer un gobierno paralelo en la patria de Bolívar.
El mandatario venezolano hizo el anuncio antes una gran concentración de
pueblo chavista, que desbordó las calles de Caracas
y de todas las ciudades de Venezuela este 23 de enero. Pese al esfuerzo
de la mafia mediática por mostrar lo contrario, la oposición se
manifestó solo en sus zonas tradicionales, e incluso, en algunas de
ellas prevaleció el chavismo.
Maduro no es solo el único presidente
legítimo de Venezuela, elegido en comicios democráticos y transparentes,
certificados por el mismo ente electoral que reconoció en 2015 la
victoria de la oposición en las elecciones parlamentarias.
Es, además, junto a la dirección político-militar de la Revolución, un
paciente, laborioso e inquebrantable luchador por la paz. Con grandes
esfuerzos y buena voluntad, ha agotado cuantas oportunidades han estado a
su alcance por mantener la paz, la estabilidad
y la institucionalidad democrática de la república y cuando no han
existido esas oportunidades, ha tratado de crearlas. Esto, en
circunstancias de acoso, cerco, guerra económica, diplomática y
mediática de Washington, sus lacayos y aliados. Maduro hizo lo
posible y lo imposible, en reiteradas ocasiones, por conducir a una
salida airosa para ambas partes, el diálogo con la oposición.
Por cierto, a punto estuvo de ser alcanzada
esa salida en República Dominicana, a través de las pláticas mediadas
por el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero y
el mandatario de ese país Danilo Medina. Pero
cuando el gobierno venezolano y la oposición habían adoptado acuerdos
que darían sustento a la solución política del conflicto, fue abortada
momentos antes de la firma mediante una brutal exigencia telefónica a la
delegación opositora por el entonces secretario
de Estado yanqui Rex Tillerson.
Con su ¡basta ya!, Maduro ha trazado la raya
sobre la arena entre quienes quieren una humillante solución
imperialista yanqui y, por lo tanto, sangrienta, al conflicto político
en Venezuela, y quienes quieren una solución política
venezolana en paz y sin sangre. Los lacayos del imperialismo en el
país caribeño han cumplido la insolente orden que diera el martes el
vicepresidente de Estados Unidos de iniciar un nuevo intento de golpe de
Estado. La autojuramentación del payaso de turno
Juan Guaidó como “presidente interino” -un cargo totalmente
inconstitucional-, en efecto, se ajusta a la instrucción impartida el
día antes desde la Casa Blanca por Mike Pence. La coreografía grotesca
del acto es parte del guion concebido hace años por el
Comando Sur de las fuerzas armadas yanquis. Pero ahora descarada y
públicamente instruido desde la voz de mando de Pence y del presidente
Donald Trump, cuya administración encabeza la lista de los
impresentables gobiernos que han reconocido a Guaidó, quien
exhibe un amplio y largo historial de actos de violencia guarimbera y
ha tenido como único elector al presidente de Estados Unidos. Los
gobiernos que reconocen al títere son la hez del neoliberalismo, la
ultraderecha y el neofascismo. Todos los del Grupo de
Lima con la honrosa excepción de México. Cuba, Bolivia, Nicaragua y
nada menos que Rusia y China apoyan a Maduro, entre muchos otros países
del mundo.
No es la solución pacífica lo que buscan,
como proclama el payaso Guaidó. Lo suyo es la violencia, preámbulo del
denigrante espectáculo que ofreciera en su autoproclamación. La acción
aislada, ordenada desde el exterior, de un pequeño
grupo de guardias nacionales que robó 40 armas de guerra de un cuartel,
ya capturados y recuperado el armamento en su mayoría, la quema de la
emblemática Casa de Cultura Robert Serra y de una estatua de Chávez, más
otras graves acciones impedidas por la oportuna
acción de los cuerpos de seguridad bolivarianos. Lo que busca Estados
Unidos, con sus llamados a la rebelión de la Fuerza Armada Nacional
Boivariana, replicados por la Asamblea Nacional(AN) y el payaso es el
enfrentamiento civil entre los venezolanos. Que
los venezolanos se maten entre ellos para evitarle a Washington y
ejércitos títeres los grandes riesgos de una intervención militar.
Conviene recordar que la AN, declarada en desacato por el Tribunal
Supremo de Justicia y de una continuada trayectoria golpista,
no tiene derecho a ejercer ninguna de sus atribuciones. El órgano que
ostenta todas las prerrogativas legislativas y está por encima de todos
los poderes de Estado es la Asamblea Nacional Constituyente, electa en
julio de 2017.
La única solución al conflicto político en
Venezuela pasa por el diálogo y el mayor respeto a su independencia,
soberanía y Constitución.
Twitter:@aguerraguerra
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