Arabia Saudí e Israel, amigos para siemprepor Juanlu González |
Recuerdo hace años, cuando comentaba con mis amigos musulmanes que
Israel era un buen aliado de Arabia Saudí, cómo se llevaban las manos a
la cabeza, incrédulos, y afirmaban que eso era pco menos que imposible.
Riad, custodio de los santos lugares del Islam,
líder de la Liga Árabe, no podía ser aliado del mayor enemigo de la
causa árabe, ocupante de Palestina y profanador de la mezquita de Al
Aqsa en Jerusalén, el tercer lugar más sagrado para el mundo musulmán.
Sin embargo, conforme el tiempo ha ido discurriendo, las sospechas y
evidencias iniciales se han convertido en un mar de pruebas irrefutables
a la vista de todo el mundo. La acostumbrada ligereza verbal de Trump,
el presidente lenguaraz, retrató en noviembre
pasado las relaciones entre Riad y TelAviv de manera muy gráfica: “Israel
estaría en un gran problema sin Arabia Saudita” —dijo a varios
periodistas. El contexto no podía ser menos edificante, Trump venía a
decir, más o menos, que no iba a castigar a Arabia Saudí –por el
asesinato y descuartizamiento de Khasoggi– porque ello
perjudicaría gravemente a Israel. Un día antes, el propio Netanyahu
había pedido a Trump protección para el príncipe heredero saudí, Mohamed
Bin Salman, calificándolo de socio
estratégico. ¿Se puede ser más claro?
A pesar de las relaciones, más que evidentes, que ambos regímenes
mantienen desde hace lustros, aún no han establecido relaciones
diplomáticas oficiales. Sí, sólo es una formalidad, pero a los ojos de
la opinión pública de los pueblos árabes y musulmanes es
un paso muy importante que no puede darse alegremente, a menos que se
solucione previamente el conflicto entre Israel y Palestina, con pleno
reconocimiento de las fronteras previas a 1967, una línea roja
infranqueable según el Plan de Paz de la Liga Árabe
de 2002… hasta la actualidad. Pero el príncipe heredero incluso está
pensando en traicionar la causa palestina con tal de profundizar sus
relaciones con el régimen sionista. De hecho ya se ha atrevido a
manifestar que Israel
tiene derecho a un estado propio sobre tierras árabes sin que
Israel reconozca aún el derecho a existir del pueblo palestino sobre las
fronteras internacionalmente establecidas por la legislación
internacional.
La coyuntura es más que propicia para ello, la confluencia del
ultraderechista Netanyahu con el dictador Bin Salman y el actual
inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, conforman un peligroso cóctel
de asesinos y criminales de guerra de los que puede esperarse
cualquier cosa y ninguna buena. Comparten guerra contra Siria y contra
Yemen, estrategia contra Palestina, contra Irán, contra Irak, contra
Líbano. Son los principales patrocinadores del terrorismo en el mundo,
tanto de al Qaeda y sus ramas, como del mismísimo
Daesh. Arabia Saudí, además, proporciona cobertura ideológica y
religiosa a las facciones yihadistas.
El Acuerdo del Siglo, tantas veces anunciado y jamás presentado,
pretende ayudar en la normalización de relaciones con Israel en Oriente
Medio de los países controlados por EEUU. Sin embargo, lo que se conoce
hasta la fecha de su texto, está tan escorado hacia
los intereses del régimen sionista, que va a ser imposible de asumir
por la parte palestina. Ni si quiera las presiones de Bin Salman a
Abbas, ni las amenazas de retirada de fondos a la Autoridad Palestina,
van a convencerlos de que vendan
los derechos inalienables de todo un pueblo por poco más que un puñado de dólares. Pero, como puede verse, los tres líderes actúan como un verdadero cártel con intereses similares y los roles repartidos.
A nadie debería extrañar que Arabia Saudí sea el pagafantas del grupo. Riad se ha convertido en el tercer
país mundial por compra de armamento y hasta Israel ha entrado secretamente en su cartera de proveedores. Por el momento, se ha conocido una operación de venta
de 500 tanques Merkava a Arabia Saudí que, obviamente incluye adiestramiento militar a las fuerzas árabes, pero ya Wikileaks alertó
anteriormente de la existencia de relaciones en temas de
inteligencia, defensa e inversiones diversas. Su enorme capacidad de
compra y la inestimable cobertura proporcionada al dólar, son los
servicios que Arabia Saudí presta a EEUU. Por eso los gobiernos
norteamericanos van a encubrir sus crímenes por siempre, hagan lo que
hagan.
Todos señalan el odio a Irán como el cemento que aglutina la relación
entre Israel y Arabia Saudí. Es lo fácil, lo simple, lo obvio. Y
ciertamente es una obsesión para ambos, pero es mucho más que todo eso.
Tampoco es sólo una guerra mundial entre suníes y
chiíes como suelen presentarlo habitualmente. Arabia Saudí lidera una
guerra permanente para completar la mayor traición jamás perpetrada
contra el mundo árabe y musulmán de todos los tiempos, la entrega en
bandeja de la región a sus mayores enemigos: EEUU
e Israel.
Eso es justo lo que los pueblos árabes deben interiorizar antes de que
sea demasiado tarde. Ninguno de los amigos de Israel o EEUU puede ser, a
la vez, defensor de los pueblos árabes o musulmanes. Y no lo son
únicamente por el abandono de la causa palestina,
sino por que las élites regionales cómplices del cristosionismo son
responsables del saqueo de los recursos naturales de Medio Oriente para
ponerlos al servicio de Occidente y sus economías y, por ende, del
subdesarrolllo en el que se ve sumido buena parte
del territorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario