viernes, 18 de enero de 2019

Mentir en Europa y mentir en España


Mentir en Europa y mentir en España

 

Ayer, mientras la policía nacional hacía una redada de hostigamiento en Girona, el presidente Sánchez se explayaba en el Europarlamento sobre la independencia de la justicia española y la separación de poderes. Entre los detenidos, dos alcaldes de la CUP, uno de ellos esposado de tal modo que hubo de ser atendido en un hospital. Al otro (o al mismo, no ando seguro) lo detuvieron cinco individuos encapuchados que resultaron ser policías, como podían no haberlo sido. Porque, cuando la policía actúa sin orden judicial, como ayer, deja de ser policía para convertirse en una banda de pistoleros. 

Pero Sánchez proseguía recitando la lección de que en España es perfectamente admisible ser independentista y que los presos políticos (que no son presos políticos, sino presuntos delincuentes) tendrán un juicio justo. Un juicio justo a cargo del juez instructor Llarena y un tribunal presidido por el magistrado Marchena. Sin comentarios. O solo con uno: Sánchez llama "juicio justo" a un proceso político inquisitorial de una orientación básicamente franquista (aunque ella prefiera llamarse "nacional") contra sus enemigos políticos.

Tras la intimidatoria redada, ha habido una respuesta espontánea inmediata de la población gironina y de toda Catalunya. Es la mayoría de la sociedad catalana la que rechaza el sistemático recurso a la fuerza, la violencia y la represión del Estado español. Esa mayoría que Sánchez niega falazmente en sede europarlamentaria afirmando por enésima vez que el independentismo no es mayoritario en Catalunya, siendo así que lo es, como rezan las encuestas y rezarían los resultados de un referéndum que el Estado español se niega a hacer contra todo derecho. Como han rezado ya los repetidos referéndums celebrados en Catalunya, singularmente, el del 1-O 2017, ese que, según Rajoy no se había celebrado, razón por la cual tampoco existen los presos políticos acusados de haberlo organizado. Bueno, sí, existen, pero no son políticos sino supuestos delincuentes porque en España, organizar un referéndum pacífica y democráticamente es delito.

Sánchez puede él mismo creer o no las mentiras que cuenta en el Europarlamento; mentiras son. Mentiras en Europa. Dobladas luego por las mentiras en España. El presidente hubo de escuchar del eurodiputado catalán Tremosa que España está más cerca de Turquía que de Inglaterra y de una diputada de los verdes alemanes una dura crítica a la existencia de presos/as políticas en España. Los españoles no se enteran de estos extremos, pues los medios no informan de ellos. Y los europeos, tampoco porque, como se ve en la foto, prácticamente no había nadie en el pleno. Apenas medio centenar de diputados (de 750), de los cuales, 15 llevaban fotos de los presos políticos (esos que no existen) y prendas amarillas. Los medios españoles han preferido relegar la noticia casi a la sección del tiempo y con fotos de planos cortos, porque da una idea real del interés que tienen los eurodiputados en escuchar al presidente Sánchez hablando de Catalunya, que es de lo que ha ido a hablar, flanqueado por su ministro de Asuntos Catalanes, Borrell.  

Rajoy hacía el ridículo en Europa por su mutismo; este lo hace por su insensata locuacidad, por el desparpajo con que niega la realidad y su incapacidad para ver la imagen que España está dando. Y no quieran ustedes ver una intervención de un cónsul español en los Estados Unidos en una conferencia del presidente Torra. ¿Recuerdan el "relaxing cup of coffee"? Pues vamos para atrás.

Hay dos teorías acerca de por qué ayer las fuerzas de represión montaron el espectáculo. La que habla de un acto de provocación en busca de un estallido de violencia que justifique medidas excepcionales y la que habla de una cortina de humo para tapar la noticia coincidente de la detención de una veintena de inspectores de Hacienda, asesores fiscales y abogados, acusados de corrupción. En realidad, las dos interpretaciones son correctas y se refuerzan mutuamente. Se tapa la corrupción, vicio generalizado en el sistema político español del 78, que tantos parabienes recibe, y se carga contra el independentismo, a ver si azuzando sin parar, sembrando la cizaña cuanto se pueda, se encuentra una excusa para intervenir por la fuerza. 

Porque el Estado no tiene absolutamente nada que ofrecer a la Catalunya independentista más que la continuación del statu quo. "Un nuevo estatuto", insinúan algunos. O sea, nada. Porque ofrecer "diálogo" no es nada. El diálogo debe ser sobre algo y, como la autodeterminación no entra en ningún "algo" españolamente imaginable, tampoco hay diálogo que era lo que se ofrecía. 

¿No se dan ustedes cuenta de que faltarán cárceles en el Estado? ¿De que no se puede gobernar un territorio en contra de la voluntad de la mayoría más que por medios que entendemos excluidos, medios de dictadura?

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