Mentir en Europa
y mentir en España
Ayer, mientras la
policía nacional hacía una redada de hostigamiento en Girona, el presidente
Sánchez se explayaba en el Europarlamento sobre la independencia de la justicia
española y la separación de poderes. Entre los detenidos, dos alcaldes de la
CUP, uno de ellos esposado de tal modo que hubo de ser atendido en un hospital.
Al otro (o al mismo, no ando seguro) lo detuvieron cinco individuos
encapuchados que resultaron ser policías, como podían no haberlo sido. Porque,
cuando la policía actúa sin orden judicial, como ayer, deja de ser policía para
convertirse en una banda de pistoleros.
Pero Sánchez
proseguía recitando la lección de que en España es perfectamente admisible ser
independentista y que los presos políticos (que no son presos políticos, sino
presuntos delincuentes) tendrán un juicio justo. Un juicio justo a cargo del
juez instructor Llarena y un tribunal presidido por el magistrado Marchena. Sin
comentarios. O solo con uno: Sánchez llama "juicio justo" a un
proceso político inquisitorial de una orientación básicamente franquista
(aunque ella prefiera llamarse "nacional") contra sus enemigos
políticos.
Tras la
intimidatoria redada, ha habido una respuesta espontánea inmediata de la
población gironina y de toda Catalunya. Es la mayoría de la sociedad catalana
la que rechaza el sistemático recurso a la fuerza, la violencia y la represión
del Estado español. Esa mayoría que Sánchez niega falazmente en sede
europarlamentaria afirmando por enésima vez que el independentismo no es
mayoritario en Catalunya, siendo así que lo es, como rezan las encuestas y
rezarían los resultados de un referéndum que el Estado español se niega a hacer
contra todo derecho. Como han rezado ya los repetidos referéndums celebrados en
Catalunya, singularmente, el del 1-O 2017, ese que, según Rajoy no se había
celebrado, razón por la cual tampoco existen los presos políticos acusados de
haberlo organizado. Bueno, sí, existen, pero no son políticos sino supuestos
delincuentes porque en España, organizar un referéndum pacífica y
democráticamente es delito.
Sánchez puede él
mismo creer o no las mentiras que cuenta en el Europarlamento; mentiras son.
Mentiras en Europa. Dobladas luego por las mentiras en España. El presidente
hubo de escuchar del eurodiputado catalán Tremosa que España está más cerca de
Turquía que de Inglaterra y de una diputada de los verdes alemanes una dura
crítica a la existencia de presos/as políticas en España. Los españoles no se
enteran de estos extremos, pues los medios no informan de ellos. Y los
europeos, tampoco porque, como se ve en la foto, prácticamente no había nadie
en el pleno. Apenas medio centenar de diputados (de 750), de los cuales, 15
llevaban fotos de los presos políticos (esos que no existen) y prendas
amarillas. Los medios españoles han preferido relegar la noticia casi a la
sección del tiempo y con fotos de planos cortos, porque da una idea real del
interés que tienen los eurodiputados en escuchar al presidente Sánchez hablando
de Catalunya, que es de lo que ha ido a hablar, flanqueado por su ministro de
Asuntos Catalanes, Borrell.
Rajoy hacía el
ridículo en Europa por su mutismo; este lo hace por su insensata locuacidad,
por el desparpajo con que niega la realidad y su incapacidad para ver la imagen
que España está dando. Y no quieran ustedes ver una intervención de un cónsul
español en los Estados Unidos en una conferencia del presidente Torra.
¿Recuerdan el "relaxing cup of coffee"? Pues vamos para atrás.
Hay dos teorías
acerca de por qué ayer las fuerzas de represión montaron el espectáculo. La que
habla de un acto de provocación en busca de un estallido de violencia que
justifique medidas excepcionales y la que habla de una cortina de humo para
tapar la noticia coincidente de la detención de una veintena de inspectores de Hacienda, asesores fiscales y abogados,
acusados de corrupción. En realidad, las dos interpretaciones
son correctas y se refuerzan mutuamente. Se tapa la corrupción, vicio
generalizado en el sistema político español del 78, que tantos parabienes
recibe, y se carga contra el independentismo, a ver si azuzando sin parar,
sembrando la cizaña cuanto se pueda, se encuentra una excusa para intervenir
por la fuerza.
Porque el Estado
no tiene absolutamente nada que ofrecer a la Catalunya independentista más que
la continuación del statu quo. "Un nuevo estatuto", insinúan algunos.
O sea, nada. Porque ofrecer "diálogo" no es nada. El diálogo debe ser
sobre algo y, como la autodeterminación no entra en ningún "algo"
españolamente imaginable, tampoco hay diálogo que era lo que se ofrecía.
¿No se dan ustedes
cuenta de que faltarán cárceles en el Estado? ¿De que no se puede gobernar un
territorio en contra de la voluntad de la mayoría más que por medios que
entendemos excluidos, medios de dictadura?
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