La lucha por la hegemonía mundial en 2014 y perspectivas para 2015. Democracia y geopolítica
Sin que se haya controlado el caos provocado por la crisis, la incógnita es dónde se producirá la próxima turbulencia |
A finales de 2014 el
impulso democrático de los últimos años parece agotado en todo, pese a
efervescencias puntuales aquí o allá. ¿En todo el mundo? ¡No! En algunas
pequeñas aldeas del sur de Europa (Grecia, España) la movilización
popular podría tener finalmente su traducción en sus respectivos
gobiernos, reabriendo desde la eurozona un nuevo periodo de
incertidumbres y de esperanza. Sin embargo, el contexto económico y
geopolítico internacional en el que puede producirse dicho cambio
político es complejo.
La crisis financiera de 2007-2008, un capítulo
más de la crisis de larga duración que aqueja al capitalismo desde hace
cuatro décadas, todavía se deja sentir, sin que hasta ahora se haya
instaurado una gobernanza global que mitigue el caos sistémico. La
economía mundial sigue creciendo con tasas medias relativamente bajas,
las desigualdades sociales continúan agrandándose a marchas forzadas y
la degradación medioambiental sigue su curso. Los efectos de las crisis
se desplazan por los circuitos financieros. La incógnita consiste en saber dónde y cuándo tendrá lugar la próxima turbulencia.
Aunque
tal vez no en el corto plazo, China se va situando en el centro de las
preocupaciones de los inversores por la reducción de su crecimiento
combinado con el incremento desorbitado de su deuda interna (pública y
privada), con importantes vencimientos en 2015: constructoras y
promotoras teóricamente deberán reembolsar unos 33.000 millones de
dólares (casi el doble que este año) en trusts, vehículos de inversión propios del llamado sistema bancario “en la sombra”.
La
reducción de la demanda china y en general de la demanda global de
materias primas, junto con excesos de oferta en mercados como los del
petróleo, pondrán en aprietos a más de un país de los llamados
emergentes, que tendrán más complicado continuar acumulando reservas de
divisas y desviando su exceso de ahorro a los mercados de deuda de los
países más ricos. Los países emergentes podrían verse afectados además
por elementos que escapan a su control: la volatilidad del dólar y el
previsible primer aumento en siete años de los tipos de interés por
parte de la Reserva Federal de EE UU, tal vez seguido por una medida similar en el Reino Unido. El contraste con el mantenimiento de tipos cero por el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Central de Japón,
junto con la inestabilidad política, podría favorecer aún más el
movimiento de capitales en dirección a EE UU, ya iniciado con el fin de
los estímulos de la Reserva Federal.
Así pues, podemos decir que
de un modo u otro se agudiza la competencia entre los Estados, y en
especial entre los más fuertes, por transferir recursos a sus élites
respectivas al tiempo que procuran contener a los empobrecidos con
medidas cada vez más autoritarias y un discurso cada vez más nacionalista asumido por dirigentes mainstream como Cameron, Putin, Valls
o Modri. En el interior de la UE todo ello ha provocado una mayor
vulnerabilidad de la eurozona, lo que motivó que el BCE acabara actuando
como representante del capital colectivo al anunciar estímulos (quantitative easing, QE)
para comienzos de 2015, contrariando los intereses inmediatos del
capital alemán. Esta medida debería garantizar la estabilidad
macroeconómica en la eurozona, contrarrestar las tendencias
deflacionistas y contribuir al exceso de liquidez generado por los
estímulos previos de EE UU y Japón, lo que puede generar nuevas burbujas
inmobiliarias. El espejismo que esperan gobiernos en año electoral como
el español.
Dicha competencia incluye las negociaciones de
acuerdos de libre comercio. Lo que está en juego en ellas es
fundamentalmente la convergencia regulatoria y el establecimiento, sin
debate democrático, de normas y estándares que no puedan ser
cuestionados por alternancias electorales y que favorezcan a las
transnacionales que ya los adoptan, especialmente en el ámbito de los
servicios y de la economía digital. Así, EE UU negocia con la UE el TTIP y con varios países asiáticos el Acuerdo TransPacífico.
Acuerdos menos ambiciosos son los que promueven Rusia y China con sus
países vecinos, y entre ellos mismos en materia energética.
Lucha por la hegemonía
Por
otro lado, aunque EE UU despliega un liderazgo del que todavía carecen
otras potencias –incluyendo China–, se muestran incapaces de representar
el papel de agencia hegemónica a la que pueda supeditarse el orden
interestatal capitalista. Esto ha sido puesto en evidencia en aquellos
territorios donde Estados subalternos perdieron el control efectivo de
los mismos. En ocasiones, como consecuencia de revueltas populares
fallidas que no lograron sustanciar las demandas democráticas en
transformaciones políticas duraderas. En estos casos, Estados Unidos
coopera o compite, según, con otras potencias regionales para expandir
de manera crecientemente autónoma su área de influencia, en un
movimiento de placas tectónicas que a veces provoca sacudidas: la UE y
Rusia en el este europeo (Ucrania), Arabia Saudí e Irán en el revuelto
enjambre de Medio Oriente tras la primavera árabe, Catar en Medio
Oriente y en Libia. Muchos de los conflictos violentos, en particular
aquellos protagonizados por grupos armados no regulares, se han
enquistado: narcos en Mesoamérica, las diferentes milicias yihadistas
que se arraigan en Siria-Irak y en partes de África, etc.
Este
escenario no parece nada halagüeño para el avance de la democracia. Pero
como ha quedado demostrado en los últimos años, de nosotros depende en
parte no someternos al mismo. Del caos también pueden nacer sorpresas
positivas.
Samuel Pulido es autor del blog Quilombo.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/25086-democracia-y-geopolitica.html
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/25086-democracia-y-geopolitica.html
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