La última encuesta del CIS ha precipitado un sinnúmero de análisis, comentarios de tertulianos y artículos de opinión. En torno a media docena de encuestas semanales, que desde hace mucho forman parte del juego político, contribuyen al ruido y a la euforia/decaimiento de los partidos. En muchas ocasiones el estudio demoscópico presenta un sesgo –más o menos acusado- en función del medio de comunicación que lo encarga. Después de las elecciones, todas las empresas (según su versión) son las que más se han aproximado al resultado que manifiestan las urnas.
Si fuera posible realizar un censo en el que preguntar directamente a todas las personas, no habría margen de error. Pero las encuestas son realmente muestras y por tanto trabajan con errores. Es imposible que estos no existan. “El problema es considerar, como se hace habitualmente, que los errores son algo sin importancia que debe dejarse para la ficha técnica; los errores han de ser controlables y minimizables”, afirma el profesor de Socioestadística en la Universitat de València, Andreu Tobarra.
Lo fundamental en las encuestas, sobre todo las electorales, es que se han convertido en “instrumentos de construcción de la realidad”, añade el docente. Las encuestas proporcionan titulares de prensa. Por ejemplo los datos de Metroscopia ofrecidos a El País podrían generar titulares muy diferentes según los datos seleccionados. Otro factor que complica las muestras son las expectativas de voto de las formaciones políticas. La predicción electoral es mucho más sencilla en un partido cuya expectativa es cercana a cero, que en uno que se acerque al 50% (la horquilla de posibilidades en este caso es mucho más amplia).
Dos elementos, cuestionario y trabajo de campo, son los que condicionan en mayor medida la calidad de las encuestas. Pero con independencia de cuestiones técnicas, afirma Tobarra, “la clave estriba en el uso social que se otorga a la muestra”. Un ejemplo de utilización de las encuestas para la construcción de realidades políticas es la candidatura de Ciudadanos. Según el profesor de Socioestadística, “las encuestas son un gran instrumento aunque también superficial; nunca pueden llegar al valor de una buena teoría social para ofrecer explicaciones y orientaciones”. Pero el sociólogo afirma que el problema de fondo trasciende las encuestas electorales, y va un punto más allá: el ingente volumen de información que circula sin control en manos de grandes compañías privadas, cuyo uso escapa a toda regulación.
El director de Estudios de la empresa encuestadora GFK-Emer, Carlos Mínguez, sostiene que las muestras sobre intención de voto se realizan como cualquier estudio de mercado. “Lo fundamental es el rigor estadístico, y ofrecer al cliente un reflejo fiel de lo que la gente piensa”. Mínguez establece un distingo tajante entre el trabajo técnico que realizan las empresas demoscópicas y las posteriores interpretaciones. La “cocina”, que modifica lo que inicialmente han dado los resultados. Así, “las encuestas nunca se equivocan, el problema está en el sesgo del político o el periodista”.
El redactor de información parlamentaria de Levante-EMV, Juanjo García, quien ha trabajado en 25 procesos electorales, subraya la relevancia de las encuestas ante los próximos comicios, sobre todo por la posibilidad de cambios de gobierno. En épocas de mayor estabilidad política, la influencia y repercusión de los sondeos electorales es menor. “Las encuestas han contribuido a que Podemos y Ciudadanos pasen de estados de ánimo a opciones políticas consolidadas y serias”, afirma el periodista. Y, al contrario, “han ayudado a que UPyD se haya convertido en una opción casi irrelevante”.
El periodista ha desvelado algunos de los mecanismos que se esconden en la trastienda de las encuestas publicadas. Así, los partidos filtran sus encuestas cuando les resultan favorables. Es habitual que en la reunión de una formación política, el dirigente informe de un sondeo favorable a sabiendas de que este acabará filtrándose. Cuestión más discutible es que las encuestas hechas por partidos se trasladen a medios de comunicación para que se publiquen, con el compromiso de que no se explicite la fuente.
“Los partidos políticos utilizan los sondeos para sus estrategias”, afirma Juanjo García. En un momento de apuro antes de que Alberto Fabra fuera designado cabeza de lista por el PP a la Generalitat Valenciana, apareció una encuesta que señalaba cómo el Partido Popular se quedaba a sólo un escaño de la mayoría absoluta si pactaba con Ciudadanos. ¿La encuesta como vía para la movilización de cuadros, militantes y votantes?
El periodista recuerda que años atrás una encuesta encargada por el PSPV-PSOE daba un resultado muy negativo para esta formación. La muestra fue publicada por Levante-EMV ante el enojo del partido socialista, que amenazó incluso con una querella si no se producía una rectificación. Finalmente los resultados electorales (al igual que una encuesta del CIS) fueron bastante similares a los que la encuesta publicaba. Un reciente estudio de Metroscopia concluía con el siguiente titular de El País: “Vuelco electoral”. La lectura atenta de la encuesta permitía poner en duda el título de la información. “Las encuestas son cada vez más un instrumento de agitación política”, resume Juanjo García.
El presidente de la Asociación Valenciana de Politólogos (AVAPOL), José Vicente Egea, destaca que cuando se realiza una encuesta lo que se busca generalmente es “confirmar una hipótesis previa”. Además, los resultados de un sondeo no son un factor baladí en la campaña electoral, de hecho, pueden provocar cambios en la estrategia de un partido o el ánimo/derrotismo de las bases y electores. En muchos casos el pronóstico favorable puede influir en unos buenos resultados (la “profecía autocumplida”). “Las encuestas crean opinión y modifican comportamientos”, subraya Egea.
A juicio del politólogo, una sola encuesta en un momento dado carece de valor. Lo importante es, más que la “fotografía fija”, el análisis comparativo con otras muestras y sobre todo estudiar las tendencias. Más aún, como ocurre acutalmente, si comparecen electoralmente partidos que en tres meses han pasado de la invisibilización a poder condicionar gobiernos. Pero hay otro elemento aún más decisivo, según el presidente de AVAPOL: observar quiénes son los propietarios de los medios de comunicación.
La crítica más acerada es la que formula el profesor de Sociología de la Universitat de València y miembro de Podemos, Manuel Rodríguez. Afirma que las encuestas equivalen al programa televisivo “Sálvame” y que además oscilan entre la propaganda y el esoterismo. “Nos permiten conocer muy poco de lo que realmente ocurre, pero dan mucho juego a políticos y medios de comunicación”, sostiene el docente. De hecho afirmaba Pierre Bourdieu que la opinión pública no existe, sino que por el contrario se crea y se construye . En el caso de los sondeos electorales, afirma Manuel Rodríguez, “hay una suerte de fe positivista que deja de lado la observación de quién pregunta y qué pregunta, es decir, el sesgo de las muestras”. Más aún, las encuestas representan una “tecnocratización de la realidad fundamentada en una metodología positivista”. Frente a la “simplificación” y “trivialización” de la realidad que manifiestan las encuestas, Rodríguez defiende la interpretación crítica de los procesos sociales y el análisis cualitativo de los discursos. “Esto es imprescindible en el campo de las ciencias sociales”, sentencia. El profesor de Sociología señala además un mal extendido en el presente, también en los medios de comunicación: “El esoterismo asociado a los números; parece que baste con la utilización de cifras para suponer que alguien está haciendo ciencia”. Dicho de otro modo, la pretensión de verosimilitud vinculada a los guarismos (ello da lugar a que se llegue a cuantificar, incluso, “el número de veces que pestañeó Messi, ironiza el sociólogo).
A partir del análisis de diferentes encuestas y editoriales, Manuel Rodríguez explica cómo los medios de comunicación –en este caso el diario El País- construyen la opinión pública. El sociólogo explica que el 26 de mayo de 2014, en un texto que interpretaba los resultados de las elecciones europeas, El País establecía analogías entre los “extremos”: Syriza (una izquierda “radical” y “antiausteridad”) y el partido neonazi Amanecer Dorado. Después de los comicios europeos, otra información del periódico global alude a Podemos como “recién llegado” y le advierte, después de subrayar sus simpatías hacia Venezuela, que está obligado a respetar las reglas del juego.
El 2 noviembre de 2014, en el periodo álgido de la formación dirigida por Pablo Iglesias, un editorial de El País titulado “Seísmo político”, afirmaba que el “catastrofismo” de Podemos “arrastra a una ciudadanía harta”. También se alude a este partido como “opción catalizadora de la ira”, “simple y vulgar populismo” y con recetas “viejas, fracasadas o delirantes”. Editoriales recientes de El País sobre Ciudadanos valoran, por el contrario, las “propuestas concretas” y la “campaña positiva” de la formación de Albert Rivera. Se lamenta el periódico de que Ciudadanos haya ofrecido ciertas muestras de populismo, cuando estos planteamientos, según El País, son más propios de la formación Podemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario