Una clave de la victoria de la izquierda es romper sin complejos con esa socialdemocracia degenerada que practica, desde hace décadas, el programa neoliberal de la gran desigualdad en Europa. No hay nada electoralmente más desmovilizador y tóxico que ser el compañero de viaje de esa izquierda que no se diferencia en nada esencial de la derecha.
Syriza ganó porque rompió con ellos. Podemos, como seudónimo de una variopinta regeneración política ibérica, sube, y podría ganar unas generales por seguir esa misma pauta, pero es en Francia donde el cambio de actitud hacia los “socialistas” es más importante y complicado.
Importante porque a diferencia de Grecia, un país pequeño, y de España, un país grande pero periférico en el concierto europeo, Francia es una potencia central. Un cambio en sentido popular de la política francesa, unido a lo que ya está ocurriendo en Grecia y España, y lo que pueda pasar en Irlanda y Portugal, rompería la espina dorsal del regresivo curso de Bruselas y Berlín que lleva a la Unión Europea contra las rocas.
Difícil, porque ni la corrupción ni el desprestigio de las instituciones son tan acusados en Francia como en Grecia o España. En la cultura política de la “gauche” hay una inercia fatal de falso “frente popular” entendido como la suma del Partido Socialista con el espectro de la izquierda real, en la que ésta queda siempre condenada, en el mejor de los casos, al papel de comparsa. Por eso el “modelo Grenoble” merece tanta atención.
Hace poco más de un año una coalición de ecologistas y la izquierda presentó a su candidato, Éric Piolle, al frente de la candidatura “Grenoble, une Ville pour Tous” y le arrebató la alcaldía de esa gran ciudad de más de 150.000 habitantes a un alcalde socialista. Se demostró a escala local que con un buen líder y un programa que apele a los intereses de la mayoría social, se puede introducir otra manera de funcionar.
Éric Piolle es un católico-humanista muy introducido en el mundo asociativo que trabajaba como ejecutivo de la multinacional Hewlett-Packard y que fue despedido por negarse a aplicar un plan de deslocalización. Como Tsipras y los personajes que están surgiendo en España, Piolle supo unir en una misma apuesta al partido verde EELV -normalmente en la órbita del PS- la izquierda anticapitalista, los alternativos, diversas asociaciones ciudadanas y al Parti de gauche.
Jean-Luc Mélenchon, que está obsesionado por el modelo Podemos, es decir apelar a los intereses de la mayoría social rompiendo sin complejos con los socialistas, contempla el caso de Grenoble con gran interés. El problema es que los verdes de EELV a nivel nacional y algunos comunistas, siguen fascinados por la posibilidad de regresar al gobierno u obsesionados por “hacer el juego a la derecha” si se rompe con el hollandismo, respectivamente.
Lo que pueda haber de sano en el PS/ PSOE/Pasok, si es que aún queda algo, siempre puede recuperarse desde una posición de fuerza de la nueva izquierda, como la que ahora hay en Atenas, Madrid o Barcelona, pero nunca siendo comparsa de políticas neoliberales disfrazadas de puño y rosa. Esa es, parece ser, la lección que indica el lento proceso de despertar europeo.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=109
Importante porque a diferencia de Grecia, un país pequeño, y de España, un país grande pero periférico en el concierto europeo, Francia es una potencia central. Un cambio en sentido popular de la política francesa, unido a lo que ya está ocurriendo en Grecia y España, y lo que pueda pasar en Irlanda y Portugal, rompería la espina dorsal del regresivo curso de Bruselas y Berlín que lleva a la Unión Europea contra las rocas.
Difícil, porque ni la corrupción ni el desprestigio de las instituciones son tan acusados en Francia como en Grecia o España. En la cultura política de la “gauche” hay una inercia fatal de falso “frente popular” entendido como la suma del Partido Socialista con el espectro de la izquierda real, en la que ésta queda siempre condenada, en el mejor de los casos, al papel de comparsa. Por eso el “modelo Grenoble” merece tanta atención.
Hace poco más de un año una coalición de ecologistas y la izquierda presentó a su candidato, Éric Piolle, al frente de la candidatura “Grenoble, une Ville pour Tous” y le arrebató la alcaldía de esa gran ciudad de más de 150.000 habitantes a un alcalde socialista. Se demostró a escala local que con un buen líder y un programa que apele a los intereses de la mayoría social, se puede introducir otra manera de funcionar.
Éric Piolle es un católico-humanista muy introducido en el mundo asociativo que trabajaba como ejecutivo de la multinacional Hewlett-Packard y que fue despedido por negarse a aplicar un plan de deslocalización. Como Tsipras y los personajes que están surgiendo en España, Piolle supo unir en una misma apuesta al partido verde EELV -normalmente en la órbita del PS- la izquierda anticapitalista, los alternativos, diversas asociaciones ciudadanas y al Parti de gauche.
Jean-Luc Mélenchon, que está obsesionado por el modelo Podemos, es decir apelar a los intereses de la mayoría social rompiendo sin complejos con los socialistas, contempla el caso de Grenoble con gran interés. El problema es que los verdes de EELV a nivel nacional y algunos comunistas, siguen fascinados por la posibilidad de regresar al gobierno u obsesionados por “hacer el juego a la derecha” si se rompe con el hollandismo, respectivamente.
Lo que pueda haber de sano en el PS/ PSOE/Pasok, si es que aún queda algo, siempre puede recuperarse desde una posición de fuerza de la nueva izquierda, como la que ahora hay en Atenas, Madrid o Barcelona, pero nunca siendo comparsa de políticas neoliberales disfrazadas de puño y rosa. Esa es, parece ser, la lección que indica el lento proceso de despertar europeo.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=109
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