Breve comentario sobre el "Informe Planeta Vivo 2014". Miguel Manzanera Salavert
El Índice Planeta Vivo 2014 (IPV) es de infarto. Este indicador que mide la vitalidad del planeta Tierra cada dos años, muestra un descenso del 52% desde 1970; eso quiere decir que las poblaciones de vertebrados han disminuido más de la mitad en 44 años. El significado histórico de ese dato es enorme: la humanidad está creando la sexta gran extinción de especies vivas en el planeta, contando desde que existe la vida hace 4 mil millones de años. La destrucción de la biosfera está alcanzando proporciones gigantescas e irreparables ante el dominio de la especie humana. Evidentemente, ese proceso pone en riesgo la propia sobrevivencia del homo sapiens en la Tierra, y eso ha de convertirse con toda probabilidad en una de las mayores preocupaciones de la humanidad del siglo XXI.
La
fecha de 1970 como referencia, para hacer el cálculo de la salud
ambiental, no es arbitraria. Es la fecha alrededor de la cual comenzó a
emerger una conciencia mundial del problema ecológico y se comenzaron a
hacer las primeras investigaciones. Es el año en que Georgescu-Roetgen
dio a luz pública su obra sobre La ley de la entropía y el proceso económico ;
casi al mismo tiempo, en 1971 se publicó el Informe del Club de Roma,
que alertaba del enorme peligro del desarrollo económico presente. En la
década que comenzó entonces se desarrolló una ciencia y unos valores
ecologistas bien fundados y desde entonces esa conciencia ambiental no
ha dejado de confirmarse y crecer. Sin embargo, los esfuerzos por
mejorar nuestras actitudes frente al medio ambiente han sido
infructuosos y vanos. ¿Qué está fallando?
Marco Lambertini,
Director General de WWF (World Wildlife Found) –impulsora del IPV junto
con Zoological Society of London, Global Footprint Network y Water
Footprint Network-, señala al comienzo del documento que la solución del
problema es fácil: la gente debe unirse para resolver el problema,
colaborando la sociedad civil con los organismos públicos bajo un
liderazgo responsable. Lo malo es que llevamos casi medio siglo de
buenas intenciones, sin que hayamos avanzado un ápice en poner siquiera
las bases para empezar a resolver la cuestión. Cada dos años el Informe
repite machaconamente unos datos cada vez peores, que anuncian un futuro
dantesco cada vez más cercano.
Es cierto que poco a poco la
mentalidad va cambiando, pero quizás esos cambios sean demasiado
pequeños; el desarrollo de una civilización sostenible ambientalmente no
puede esperar. Y requiere transformaciones muy profundas en la
estructura básica de la sociedad, cambios de orden político y económico,
en la tecnología y en el consumo, y no sólo en las leyes, sino en las
costumbres y el sentido ético de la población. Después de casi medio
siglo de conciencia ecológica es hora de explicar claramente que el modo
de producción liberal-capitalista es profundamente insostenible, y debe
ser sustituido por otra forma de organizar las relaciones sociales
entre los seres humanos y de la sociedad en su conjunto con el medio
ambiente.
El Informe de WWF deja entrever esa necesidad, pero no
puede decirlo claramente. De ese modo señala que los países
insostenibles son los más ricos, que la ideología dominante llama
tendenciosamente ‘desarrollados’; ese desarrollo cuesta muy caro en
términos de destrucción de los ecosistemas, aunque la contabilidad
mercantil capitalista es incapaz de detectar esos costos. Lo mismo se
puede decir de las poblaciones de la periferia capitalista, que ven
saqueados sus territorios para alimentar el egoísmo individualista de
las poblaciones del norte. Y va a costar más caro todavía a las
generaciones futuras, que pueden ver comprometido no ya los actuales
niveles de vida, sino también su propio Desarrollo Humano. El actual
Desarrollo Humano de los países ricos se funda en un consumo
irresponsable –y se puede decir también ‘criminal’-, hasta el punto de
que resulta ridículo llamarlo ‘Desarrollo Humano’.
Sin embargo,
el IPV no explica claramente estos problemas. Pues entre los
financiadores y valedores de esa ONG se encuentra personajes como el
multimillonario Carlos Slim y el ya jubilado antiguo rey de España, Juan
Carlos I; éstos y otros no van a permitir que se expongan hechos y
teorías que puedan perjudicar sus intereses. Un ejemplo muy claro de ese
condicionamiento, se da cuando se elimina a la República de Cuba como
único país sostenible con un alto Índice de Desarrollo Humano (IDH). En
la estadística elaborada por la ONU, Cuba figura en el puesto 44 del
IDH, con un valor superior al 0.8 (0.815 = IDH alto, 7 milésimas por
debajo de Portugal en el puesto 41). [1] En cuanto a la
sostenibilidad, los datos que ofrece el IPV sitúan a Cuba dentro de los
países sostenibles, muy cerca de la línea de sostenibilidad. [2]
Este resultado es una esperanza para la humanidad, porque demuestra que
se puede alcanzar la sostenibilidad sin sacrificar el desarrollo
humano.
Sin embargo, sorprendentemente el IPV niega que existan países en esas condiciones. [3]
La causa de ello estriba en que el IPV ha decidido utilizar el IDH
corregido para la desigualdad, según el Índice de Gini, a pesar de que
muchos países no son evaluados por esa medida. Entre los que quedan
fuera de Índice de Gini está Cuba. Y he aquí la paradoja. Uno de los
Estados modernos que más ha hecho por la igualdad queda fuera del IPV,
porque no está evaluado en términos de igualdad según la ciencia
liberal-capitalista. Hay que conocer los trucos contables que hacen una
ciencia económica completamente insuficiente para resolver los actuales
problemas de la humanidad. Un país que es capaz de ayudar solidariamente
como ningún otro a los más desfavorecidos –como demuestran patentemente
los médicos cubanos que combaten la epidemia de ébola en África
occidental-, ¿¡no se le considera igualitario!? Una nación que como
Cuba, ha luchado como ninguna otra por superar la terrible desigualdad
del sistema capitalista, aparece fuera de los sistemas de contabilidad
reconocidos por el sistema.
Son los problemas de la ciencia y la
información en el modo de producción capitalista. Son las gafas
ideológicas que van a llevar a la civilización occidental al desastre;
unos prejuicios que dominan la mentalidad de la ciudadanía europea y
norteamericana, y demás países desarrollados, contra los pobres que
mantienen viva la antorcha de un mundo mejor. Ahora que el fascismo
llama de nuevo a las puertas europeas, ni siquiera el desastre cada vez
más inminente será capaz de despertar a esa ciudadanía del sueño de los
justos.
Notas
[1] http://www.datosmacro.com/idh
[3] http://d2ouvy59p0dg6k.cloudfront.net/downloads/wwf_lpr2014_low_res_for_web.pdf, Figura 36, página 60.
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