¿Cuál es la verdadera cifra de parados en España?
Por Llorenç Pou Garcias
| Preguntarse cuántos parados hay en España equivale a plantear la
necesidad de reconsiderar para qué queremos las estadísticas de
desempleo. En esta vida, nada es inocente...
03 Agosto 2014 - 18:04 h. |
Las personas "desanimadas" que la EPA excluye de su concepto de parado, pero que sí se incluirían bajo nuestro concepto más amplio, supondrían que el total del desempleo en España se situara en 7.013.678 personas en 2014
Preguntarse cuál es la cifra de parados en España puede parecer
bastante inocente, especialmente después de que el INE publicase
recientemente los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del
segundo trimestre de 2014. No debe olvidarse, sin embargo, que cualquier
definición, incluida la condición de parado de la EPA, supone la
aceptación de una serie de hipótesis de trabajo. Y esas hipótesis no son
inocentes, ya que condicionan la manera en la que nos aproximamos al
problema real del desempleo.
No es la pretensión de este artículo poner en cuestión los criterios
adoptados en la EPA para definir la condición de desempleado. Ya se
entiende que la necesidad de homogeneizar la EPA con el resto de
encuestas similares de la Unión Europea lleva a adoptar los criterios de
la Organización Internacional del Trabajo. El objeto de estas líneas es
discutir si el concepto de desempleo de la EPA es el adecuado desde un
punto de vista político o si, al contrario, es demasiado restrictivo. En
el fondo, como se discute más adelante, subyace la cuestión de para qué
queremos las cifras de parados: como una estadística de coyuntura
económica o como un indicador del número de personas con dificultades de
acceso al trabajo, que es un derecho reconocido por la Constitución
Española. Si se visualiza como una estadística, el interés reside
simplemente en conseguir que se reduzca. En el segundo caso, lo que está
en juego es la cuestión de qué políticas activas y pasivas de empleo
deben implementarse, así como el montante presupuestario a destinar
acorde con la magnitud del problema.
La EPA clasifica a una persona (entre 16 y 74 años) como parada
cuando ésta no ha trabajado ni una hora en la semana de referencia,
desea trabajar, está buscando empleo activamente y está en condiciones
de incorporarse a un empleo dentro de las dos semanas siguientes. Nótese
que en su afán clasificatorio, que es su función, la EPA no se
pregunta, por ejemplo, cuál es la razón por la que una persona sin
trabajo afirma que no lo está buscando porque cree que no la va a
encontrar. Simplemente se le excluye de la estadística de parados. En
cambio, desde un punto de vista político esa es la pregunta a
formularse. ¿Será acaso la razón de no buscar empleo que los canales de
información de ofertas de empleo a los que tiene acceso esa persona son
muy deficientes? La Teoría Económica (en concreto, la teoría de la
búsqueda externa de empleo) nos enseña que en ciertos contextos, por
ejemplo de falta de información de ofertas de trabajo y/o de su acceso a
un coste elevado, resulta racional dejar de gastar tiempo y dinero en
buscar un empleo, ya que no compensan los costes incurridos en
comparación a la baja probabilidad de encontrarlo. Por tanto, lo
relevante desde un punto de vista político no es esconder esa persona
del concepto de parado y situarlo bajo la categoría de "desanimado",
sino conocer cuánta gente sin empleo está en esta situación y tomar
medidas al respecto para intentar revertir esa situación.
Por otra parte, no debe obviarse que la definición de parado de la
EPA supone que esas personas son desempleadas a tiempo completo. Esto
es, para ser clasificado como parado no debe trabajarse ni una sola hora
durante la semana de referencia. La EPA sigue así un criterio de
exclusión: si se está ocupado, no se puede estar desempleado. El
problema, como siempre, está en las definiciones, las cuales no son
inocentes. Para la EPA si se trabaja una hora a la semana ya se
considera como ocupado. Y aquí está el quid de la cuestión.
Cualquier trabajo no debería valer para considerar una persona como
ocupada. La mayoría de la gente no trabaja con el fin de salir de las
estadísticas del paro, sino para poder acceder a unos recursos
económicos dignos con los que sustentarse. Si nos limitamos a una
cuestión cuantitativa, centrada, por razones de simplicidad, en el
número de horas trabajadas, podría considerarse que el objetivo normal
de la mayoría de personas es acceder a un empleo a tiempo completo, que
la propia EPA sitúa en unas 40 horas semanales. Desde este punto de
vista, pues, el concepto de parado debería englobar a todas aquellas
personas que, queriendo trabajar, de manera involuntaria no pueden
acceder a un empleo a tiempo completo (40 horas semanales). Esta
definición de desempleo más amplia englobaría a los parados a tiempo
completo que ya hace la EPA, pero también a todas aquellas personas
"subocupadas". Así, una persona con un contrato a tiempo parcial de 20
horas semanales pero que quisiera trabajar a tiempo completo, en
realidad puede entenderse como un trabajador a tiempo parcial y, a su
vez, como un parado a tiempo parcial. Si no se adopta este criterio más
amplio se corre el riesgo de que, por ejemplo, la extensión de los
contratos a tiempo parcial enmascaren reducciones del desempleo que no
son tales.
Así pues, resulta evidente que la pregunta inicial de cuánta gente
parada hay en España deja de ser tan inocente. Todo depende del concepto
de desempleo utilizado. Frente a la definición oficial de persona
parada seguida en la EPA, que ya se ha comentado que es muy restrictiva,
en este artículo planteamos una definición basada en el número de
personas que desean trabajar más horas de las que lo hacen, en el límite
a tiempo completo (40 horas semanales), y no pueden.
Número personas paradas según criterio EPA y criterio ampliado (segundos trimestres)
Nota: los trabajadores subocupados se
calculan como las personas no empresarias con empleo, que en el
conjunto de todos los empleos de que disponen trabajan menos de 40 horas
semanales y que declaran que querrían trabajar más horas. Fuente: EPA
(INE).
La tabla adjunta pretende responder a la pregunta de este artículo,
contraponiendo los dos criterios de desempleo antes comentados. Si nos
centramos en el año 2014, los datos del segundo trimestre indican que,
según la EPA, en España hay 5.622.860 personas desempleadas. Como se ha
comentado antes, esa cifra equivale a personas paradas a tiempo
completo, ya que no pueden trabajar ni una hora a la semana. En la tabla
también se muestra el número de personas con empleo y que están
"subocupadas", ya que trabajando menos de 40 horas semanales declaran
querer trabajar más horas. En 2014 ese colectivo de subocupados
representaba un total de 1.877.538 personas. Es decir, uno de cada siete
trabajadores (no empresarios que han trabajado en la semana de
referencia) no puede acceder a una jornada a tiempo completo. Si la
parte proporcional de su jornada laboral semanal que no se trabaja a
tiempo completo se computa como parado, se puede calcular el equivalente
a un parado a tiempo completo. Como decía antes, una persona que
trabaja 10 horas semanales y quisiera trabajar a tiempo completo (40
horas semanales), equivaldría a 0.75 personas desempleadas a tiempo
completo. Si se procede de esta manera, las 1.877.538 personas
subocupadas antes comentadas equivaldrían a 929.493 personas
desempleadas a tiempo completo. De este modo, la adopción de un concepto
más amplio de desempleo llevaría a que el número de parados ya no sería
de 5.622.860 personas, sino 6.552.353, esto es, sería un 16.5%
superior.
En la misma línea, las personas "desanimadas" que la EPA excluye de
su concepto de parado, pero que sí se incluirían bajo nuestro concepto
más amplio, supondrían que el total del desempleo en España se situara
en 7.013.678 personas en 2014. Como puede observarse, es una cifra muy
alejada de los 5.622.860 que indica la EPA, demostrando que la inocencia
de la pregunta de este artículo no era tal. De hecho, la adopción del
criterio más amplio supondría incrementar la cifra de parados, ya de por
sí draconiana, en casi 1.400.000 personas.
Una vez establecida la diferente repercusión cuantitativa que tiene
sobre la cifra de parados el criterio adoptado, es el momento de
comentar algunos aspectos cualitativos del mismo.
En primer lugar, el baile de cifras de desempleo evidencia cómo es
posible modificar las tendencias de la cifra oficial de parados sin
alterar ni una coma de los criterios de contabilización de la EPA. En
concreto, nótese cómo la modificación de la legislación laboral puede
cambiar el número de parados. Este es el caso de la reforma laboral de
2012, que al precarizar los contratos a tiempo parcial ha ocasionado que
éstos vayan ganando peso, en unos casos provocando que los nuevos
puestos de trabajo se cubran con jornadas a tiempo parcial y en otros
sustituyendo trabajadores a tiempo completo por otros a tiempo parcial.
En el primer caso, si el trabajo se cubre con un parado, ello provoca
automáticamente la reducción del número de parados de la EPA. En el
segundo caso, oficialmente el número de ocupados y parados no se
modificaría, aunque es evidente que la situación del trabajador se
habría precarizado. Sólo la adopción de un criterio más amplio que el
oficialmente seguido por la EPA permite interpretar correctamente la
coyuntura del desempleo y salvar parte del impacto de las reformas
legislativas.
Es más, la precarización de las últimas reformas laborales no sólo
pueden llevar a engaños en la interpretación de las cifras del
desempleo, sino que también pueden cronificar situaciones que no
aflorarían si no se adoptase ese criterio más amplio. Éste es el caso
del Real Decreto-ley 16/2013, de 20 de diciembre, de medidas para
favorecer la contratación estable y mejorar la empleabilidad de los
trabajadores. Dicho Real Decreto, al facilitar la posibilidad de
aumentar las horas complementarias en los trabajos con contrato a tiempo
parcial está impidiendo, en algunas situaciones, simultanear dos
trabajos a tiempo parcial y con ello conseguir acumular un número mínimo
de horas trabajadas en cómputo semanal.
En segundo lugar y aunque se habrá notado que estoy evitando
deliberadamente entrar en el juego de las comparaciones interanuales de
los datos, en la tabla adjunta se ofrece la información desagregada bajo
los dos criterios para los años 2012 y 2014. Resulta curioso cómo
mientras con el criterio de la EPA la cifra de parados se ha reducido en
España en casi 110.000 personas entre 2012 y 2014, en cambio, cuando se
aplica el criterio más amplio, la cifra de parados no sólo no se ha
reducido, sino que ha crecido en 30.000 personas. Las tendencias según
el criterio adoptado son diametralmente distintas. Como siempre, el
peligro de estas diferencias es la tentación, en el primer caso, de
inferir que las políticas económicas y laborales aplicadas son
necesariamente las correctas.
La tercera cuestión es que al adoptar un criterio más amplio se huye
de la tentación de culpabilizar a las personas sin empleo de su
situación. En efecto, la falta de cumplimiento de alguno de los
criterios de la EPA suponen la exclusión de esa persona de la cifra de
parados y, de algún modo, del colectivo de personas objeto de potencial
atención. Pero como comentaba al principio, para qué queremos las
estadísticas laborales. Resulta urgente acercarse a los datos laborales
desde una visión política de voluntad de ayudar a las personas a acceder
a unos recursos económicos dignos. Y aquí es cuando aparece la cuestión
de si los presupuestos públicos dedicados a políticas activas y pasivas
de empleo son suficientes. Los presupuestos del Servicio Público de
Empleo Estatal en políticas activas se han reducido a la mitad en
comparación a los de 2011. Es más, son similares a los existentes en
2003. Lástima que el coste de la vida y el número de desempleados sea
muy superior al de entonces. Por no hablar de si los comparamos con el
criterio de paro ampliado. Lo mismo sucede con la cobertura del sistema
de prestaciones por desempleo, que se reduce ligeramente con el criterio
de paro ampliado.
En definitiva, preguntarse cuántos parados hay en España equivale a
plantear la necesidad de reconsiderar para qué queremos las estadísticas
de desempleo. Si son un estorbo, podemos seguir con la metodología
actual. Si las queremos para saber cuánta gente no consigue un trabajo
en condiciones de dignidad resulta urgente ampliar el concepto
actualmente aplicado. En esta vida, nada es inocente. Si optamos por la
segunda vía, y vistas las diferencias entre los dos conceptos, resulta
evidente que el esfuerzo cuantitativo y cualitativo de las
Administraciones Públicas españolas debe aumentar ostensiblemente. Será
que el desempleo es una cuestión que no preocupa en exceso a los
españoles.
Llorenç Pou Garcias | Profesor de Economía del Trabajo de la Universidad de las Islas Baleares
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