¿Recuperación? Estamos entrando en la tercera recesión.
No hay duda de que cuando se escriba la historia de la
Unión Europea, y de la Eurozona dentro de ella, se mostrará hasta qué
punto una religión laica –el neoliberalismo- se puede reproducir a pesar
de que toda la evidencia empírica acumulada que muestra, no solo que
estaba equivocada, sino también el enorme perjuicio que dicha religión
está causando a las clases populares de los países de la Unión. La
religión laica se promueve con un espíritu apostólico a base de una fe
impermeable a la evidencia científica que señala claramente su enorme
falsedad. Hoy, esta fe, reproducida por la mayoría de los medios, está
anunciando que España y la Eurozona se están recuperando, cuando, en
realidad, estamos entrando en otra recesión. Veamos los datos.
Desde que, en el año 2007, empezó la Gran Recesión, que para muchos
países ha sido peor que la Gran Depresión, ha habido en la Eurozona nada
menos que dos recesiones, consecuencia de la aplicación de las
políticas neoliberales. La primera ocurrió en el periodo 2008-2009. Fue
seguida de una ligerísima recuperación (con un crecimiento económico de
la Eurozona de solo un 0,5% del PIB) en el periodo 2009-2010, para caer
de nuevo en otra recesión que duró 18 meses y que anuló el escasísimo
crecimiento que había ocurrido en la etapa de crecimiento anterior. En
el 2012 se inició otra timidísima recuperación con un crecimiento de
solo 0,2% del PIB, recuperación que se está revertiendo de nuevo,
iniciando ahora una tercera recesión (el PIB de la Eurozona ha caído un
0,2%), alcanzando tres recesiones en cinco años. ¡Todo un récord! En
realidad, la economía de la Eurozona nunca se recuperó desde el bajón de
2007, cuando se inició la Gran Recesión. Las pequeñísimas
recuperaciones eran, más que nada, pequeños saltitos desde el fondo del
abismo.
Estamos ahora en el inicio de la tercera recesión
Lo que es importante subrayar es que esta tercera recesión, a
diferencia de las otras dos anteriores, se inicia y está focalizada en
los países centrales de la Eurozona, Alemania, Francia e Italia. Las
otras dos anteriores se habían centrado en los países periféricos,
Grecia, Portugal, España e Irlanda. En cierta manera, esta tercera
recesión es la culminación de la Gran Recesión, que, finalmente, ha
alcanzado también de lleno al centro y eje de la Eurozona. El PIB de los
tres países centrales suma 8,8 trillones de euros, que es el tamaño de
la economía de China. Y, puesto que la economía de Alemania (que
representa un tercio del PIB de la Eurozona) se basa mucho en las
exportaciones, que representan un 56% de su economía, este bajón de la
economía del centro de la Eurozona augura un bajón de la economía
mundial.
Los hechos políticos que están ocurriendo en el continente europeo,
de los cuales el conflicto de Ucrania es de gran importancia, han
contribuido, aunque no causado, a esta tercera recesión. El golpe de
estado ocurrido en Ucrania, con el apoyo de los gobiernos de la Unión
Europea y de EEUU, inició una situación de conflicto, reavivando la
Guerra Fría, que está ya teniendo un coste económico considerable (ver
mis artículos sobre Ucrania: “Lo que continúa ocultándose en la
cobertura mediática de Ucrania”, “Cómo el establishment estadounidense
quiere presentar mediáticamente lo que ocurre en Ucrania”, “El
silenciado movimiento de tropas estadounidenses cerca de Ucrania”, “Las
falsedades de los mayores medios españoles en su cobertura de Ucrania”,
“Lo que no se está diciendo sobre Ucrania. Parte II”, “¿Qué está pasando
en Ucrania? Su relevancia para la Eurozona” y “Lo que no se está
diciendo sobre Ucrania”). Pero la causa principal de la tercera recesión
son las políticas neoliberales basadas en la austeridad (los infames
recortes y el desmantelamiento del estado del bienestar, la bajada de
salarios y el crecimiento del desempleo), que están destrozando el
bienestar de las clases populares.
Y estas políticas se están llevando a cabo para beneficio y gloria de
lo que se llamaba antes el capital, hegemonizado por el capital
financiero, que ahora se llama el 1%. Hoy, el establishment (es decir la
estructura de poder económico, financiero, mediático y político)
europeo, centrado en la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, el
Consejo Europeo y el gobierno alemán y sus aliados, como el gobierno
Rajoy, está llevando a cabo estas políticas con toda crudeza,
respondiendo a cada crisis con la predecible respuesta de que el hecho
de que no se salga de la crisis es porque se necesitan aplicar incluso
con mayor fuerza y contundencia, llevando a la ruina a las clases
populares. Tres recesiones en cinco años es el resultado.
Y el gran drama es que las izquierdas gobernantes han aceptado y
continúan aceptando el dogma neoliberal. Su versión es la versión light
de las mismas políticas. No hay más que ver las propuestas económicas
de los principales partidos socialdemócratas en la oposición, incluyendo
el PSOE (cuyo nuevo secretario general enfatizó en su entrevista en El País
como su punto central de su programa económico mejorar la
competitividad europea y española), para darse cuenta de que no hay un
cambio sustancial de estas políticas, bajo el argumento de que las que
promueven son las únicas posibles, acusando de utópicas, demagógicas y
toda una serie de epítetos descalificativos a las únicas alternativas
que permitirían romper con esta serie de recesiones. La experiencia
histórica muestra que para salir de esta recesión crónica (que repito,
alcanza dimensiones de depresión en muchos países) es necesario un
cambio casi de 180º de la política que se está aplicando.
Hay alternativas
Si, por ejemplo, nos centramos en uno de los mayores problemas –el
endeudamiento de las familias y de las grandes y pequeñas empresas-, la
solución es fácil de ver. Los estados tienen que garantizar el crédito,
tomando toda una serie de medidas, desde cambiar la gobernanza del euro y
del BCE, estableciendo el crecimiento económico como objetivo de este
Banco, hasta aumentar la capacidad adquisitiva de las clases populares
con un aumento muy notable y masivo del gasto público, incluyendo gasto
en las infraestructuras no solo físicas sino sociales del país,
facilitando el alcance de la felicidad (sí, ha leído bien, felicidad)
como objetivo del nuevo modelo económico-social y no la acumulación de
beneficios del capital. Y todo ello, no ocurrirá sin una profunda
democratización de las instituciones que reflejen la voluntad y
soberanía popular. Hoy, la demanda más revolucionaria existente en
Europa no es la nacionalización de los medios de producción sino la
exigencia de que cada ciudadano tenga la misma capacidad de decisión en
un país, enfatizando las formas de participación directa (el derecho a
decidir a todos los niveles), además de democratizar las escasamente
democráticas instituciones representativas. Exigir democracia con toda
contundencia y agitación (que debe excluir cualquier forma de violencia)
es revolucionario, pues entra en conflicto directo con las estructuras
que controlan las instituciones que se autodefinen como democráticas. Ni
que decir tiene que la propiedad de los medios de producción,
distribución, persuasión y legitimación es clave para definir el grado
de libertad, democracia y justicia existente en un país. Pero, a no ser
que los sistemas escasamente democráticos cambien, no habrá manera de
que todo lo demás cambie.
El gran error de muchas izquierdas radicales ha sido limitarse a la
agitación sin intervenir en la lucha dentro del estado. De ahí que estas
izquierdas deban estar en la calle y en las instituciones, exigiendo
cambios radicales (es decir, que van a las raíces del problema de
concentración del poder) a los que las estructuras y castas de poder se
opondrán por todos los medios. Las clases populares podrán alcanzar lo
que desean si se movilizan. El problema principal existente en España no
es que la población no sea consciente de las enormes limitaciones de la
democracia española, sino que no cree que pueda cambiarse. Pero la
historia muestra que sí se puede. En contra de lo que las estructuras de
poder han informado, el cambio de dictadura a democracia pasó como
consecuencia de la enorme movilización popular, liderada por el
movimiento obrero. Fue esta movilización la que terminó con la
dictadura. Y estas movilizaciones pueden también forzar el cambio ahora,
democratizando auténticamente el país.
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