Entrevista a Francisco Báez Baquet sobre Amianto: un genocidio impune (XV)
“El énfasis y la atención, hay que ponerlos en los corruptores, más que en los corruptos”
Francisco Báez, ex trabajador de Uralita en Sevilla, inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra este industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto. Paco Puche, otro luchador imprescindible, reseñó su obra (escrito editado en las páginas de Rebelión.org).
¿El
aceite de palma -¡el aceite de palma!- ha sido usado para vehicular la
ingesta de amianto? ¿De verdad? ¿Nos lo explica por favor?
En
principio, que el aceite de palma haya sido utilizado en el contexto de
un experimento con animales de laboratorio, como es el caso del de
Truhaut y Chouroulinkov, para vehicular la ingesta de amianto, no
debiera de causarnos extrañeza: se trataría de un excipiente como otro
cualquiera. No obstante, sorprende, empero, que no se haya utilizado una
fase acuosa para esa finalidad, cuando nada, a priori, obligaba a
evitarla. Teniendo presente el resultado negativo del experimento,
respecto de lo investigado, el potencial efecto cancerígeno del amianto
por vía de ingestión, y siendo precisamente la reactividad de superficie
un factor en modo alguno desdeñable respecto de esa eventualidad
investigada, no se puede evitar un cierto tufillo de perplejidad y de
recelo, que los autores se podrían haber evitado fácilmente, sólo con
haberse ceñido a un protocolo más estandarizado.
En la
interacción entre el amianto y la vía de la ingestión, sí que hay, en
cambio, otras varias informaciones que sí está plenamente justificado
que nos puedan resultar un tanto sorprendentes; como, por ejemplo, el
hecho de que hubiera una época en nuestro país, en la que el contacto
del amianto con el agua potable, no sólo estuviera permitido, sino que
además también fuera obligatorio. En efecto, los filtros esterilizadores
confeccionados con porcelana de amianto, fueron declarados
reglamentarios para el Ejército, por Real Orden Circular, de 29 de Mayo
de 1905.
Actualmente, hay quien está investigando contratos de
adjudicación y cláusulas de licitaciones, generados por la
administración pública española antes de la prohibición, pero en época
en la que ya eran conocidos los mortales efectos nocivos del amianto, y
en esos documentos oficiales, al parecer, se exigía la colocación de
tubería de amianto-cemento en la obra pública correspondiente. En
algunos casos, incluso es posible que se exigiera específicamente una
determinada marca de tal tipo de conducciones. Cuando dicho estudio esté
ultimado y salga a la luz pública, ya podremos apreciar su contenido.
Le
preguntaré sobre ello. De nuevo le cito: a veces, señala, la
conspiración del silencio pasa por la denegación del acceso a datos
vitales para los investigadores. ¿Quiénes deniegan ese acceso? Un
ejemplo por favor.
Se lo denegaron, por ejemplo, al
historiador Morris Greenberg, en Mayo de 1990, y por parte de la
“British Occupational Hygiene Society”. Con posterioridad, en Julio del
año 2006 (o sea, 16 años después), dicho investigador publicará un
artículo titulado: “La revisión de la norma para asbesto de la British Occupational Hygiene Society: 1968-1982”.
Pero
hay más casos; en nuestro país, por ejemplo, es proverbial la opacidad
del INSS, institución que cuenta con sus propios médicos. Opacidad que
puede ser inicialmente mera dificultad, pero también crecientes trabas, a
medida que quien trata de hacer la pesquisa se va acercando a la zona
sensible de los datos, empresa por empresa, y sector por sector, sobre
la reseña histórica de la composición de las plantillas, con
determinación de las respectivas patologías padecidas, edades de
fallecimiento, etc.
Si resulta que un inspector de Hacienda puede
detectar a un fraudulento taller de la economía sumergida, comparando
los respectivos consumos de energía en un determinado distrito postal, e
identificando a quienes arrojan valores netamente por encima de la
media, análogamente, y con programas informáticos de alarma automática,
cualquier ratio anómalo, referido a la salud y a la vida de los
trabajadores, puede ser igualmente detectado por parte de un organismo
oficial que es el depositario inicialmente exclusivo de los datos
pertinentes, y que por ley fundacional tiene encomendada y fijada como
obligación la defensa de los intereses de los trabajadores. Pero hay un
problema: hay que querer hacerlo, tener la financiación precisa, y que
la superioridad lo permita. Hay que tener voluntad política de hacerlo,
como requisito previo y no suficiente.
Ya, ya, los lógicos
hablan de las condiciones necesarias y de las suficientes,
distinguiendo, como hace usted. Señala también, el pasaje es magnífico,
de las barricadas dialécticas de la empresa Química X. ¿Qué barricadas
son esas? ¿Son frecuentes?
Imagine que trata de retener a
una lamprea viva, agarrada con sus manos, desnudas y mojadas; las
continuas contorsiones del animal, su piel lisa y resbaladiza, cubierta
de un mucus lubricante, la blanda consistencia de su cuerpo, y los
peligrosos intentos de mordisco con su impresionante embudo bucal,
plagado de afilados y ganchudos dientes, dispuestos en sucesivos
círculos concéntricos, son factores todos, que apuntan igualmente a la
inestabilidad de esa retención forzada. Esa puede ser una buena imagen
mental de los denodados esfuerzos de las empresas, por zafarse de sus
responsabilidades, en sede judicial, sobre los efectos nocivos que el
amianto ha originado en sus trabajadores, en los usuarios de sus
productos, o en los vecinos del entorno de sus instalaciones fabriles.
Esas
barricadas son, las sucesivas barreras dialécticas interpuestas con esa
finalidad exculpatoria; cuando una de ellas resulta ya insostenible,
saltan a la siguiente, y vuelta a empezar. Es ese proceso el que
describo en mi libro, haciendo uso de una cita literal del texto que
sobre dicha cuestión elaboró quien me precedió en el abordaje de la
misma.
¿Por qué y quiénes afirman que el mesotelioma no afecta a los trabajadores del amianto?
Como
quiera que actualmente es sólo el crisotilo el único tipo de amianto
que se continúa comercializando allí donde todavía no se lo prohibió, es
a esa variedad, el crisotilo o amianto blanco, a la que quedan
referidos esos intentos de denegación del nexo etiológico. Es una
cuestión lo suficientemente trascendental, como para que le tenga
dedicado todo un capítulo específico, entre el texto que, ya ultimado de
redactar, mantengo pendiente de publicar, en cuanto me sea posible
hacerlo.
En cuanto a quiénes hacen esa afirmación, son las
empresas mineras, son las empresas que hacen un uso abundante del
mineral, como es el caso, por ejemplo, de algunas de las firmas de
conocidas marcas de la industria automovilística, son los “Institutos
del Crisotilo” de las naciones en las que no rige la prohibición, son
los “Institutos” Think Tanks a su servicio, son sus
abogados, son los sindicatos pro-crisotilo (algunos, de demostrada
creación patronal), son los investigadores deshonestos y pagados por la
industria, y son, en fin, los medios de difusión y los formadores de
opinión, que por convicción equivocada, o más frecuentemente, por su
discurso comprado, abundan en lo mismo, a contracorriente de todas las
evidencias científicas (experimentales, clínicas o epidemiológicas) que
señalan rotundamente a todo lo contrario.
¿Los manuales y
guías también son parte de la conspiración de silencio? ¿Por qué? Su
digamos manual (que no lo es realmente) no me parece que sea parte de
esa conspiración.
Un manual o guía de buenas prácticas
puede convertirse en un vocero del pretendido uso seguro y controlado
del amianto, por los motivos que seguidamente expondré. Allí donde ya
existe una prohibición de uso para todas las variedades de amianto, como
es el caso de nuestro país, esa índole de material didáctico no puede
tener otro objeto, que el difundir las obligaciones legales y las
recomendaciones que atañen al desamiantado, entendido en su sentido más
amplio, es decir, incluyendo a todas las operaciones que abarca la
retirada del asbesto, como son, entre otras, el transporte y el depósito
de los residuos que contienen amianto, en vertederos autorizados. Y
para nada más, puesto que para todo lo demás ya rige una prohibición
legal, que determina que cualquier precaución referida a cualquier
maniobra o fase de fabricación de cualquier tipo, que implique el empleo
de amianto, incide en un terreno que bajo el escudo protector de la
prohibición de uso, sencillamente, carece de sentido.
Por
consiguiente, cualquier material didáctico de estas características, que
nos llegue desde alguno de los diversos países en los que la
prohibición no rige, para aplicarlo o adaptarlo a nuestro entorno legal,
ya de entrada ofrece una evidente fuente potencial de discordancia. Si
además, y por más señas, resulta que el susodicho manual o guía procede
de la iniciativa o patrocinio de unas autoridades que se distinguen por
una defensa a ultranza del pretendido “uso seguro y controlado” del
amianto, como es el caso del Gobierno de Canadá, es harto probable, por
no decir que seguro, que todo ese instrumento didáctico esté impregnado
de esa filosofía supuestamente prevencionista.
Es más, teniendo
en cuenta la trayectoria de unas autoridades como las mencionadas
anteriormente, lo más probable es que se trate de un instrumento más, al
servicio de esa política e intereses económicos, cuando ese gobierno ha
tenido la aparente generosidad de costear los gastos de traducción al
castellano de ese tipo de publicación. Y eso es, justamente, lo que ha
ocurrido. Cualquier otra publicación que incida en esos mismos o
parecidos antecedentes de origen, incurre, por supuesto, en ser motivo
de los mismos reparos, y es a esa posibilidad, que ya en su momento se
plasmó en una realidad concreta, como ya he explicado, a la que yo he
querido referirme en mi aviso de alerta.
¿Los trabajadores del
amianto o de productos afines son o no conscientes de la peligrosidad
de la sustancia? ¿Depende de los países? En España por ejemplo, ¿cómo
está la cosa?
Quienes en el pasado han estado expuestos
laboralmente, en algunos de los sectores netamente concernidos, como es
el caso del naval, del ferrocarril o del amianto-cemento, en términos
generales podemos asumir que a día de hoy sí están razonablemente
informados y concienciados; no así, por el contrario, si hablamos del
pasado, cuando la contaminación se estaba desarrollando, y cuando,
precisamente, ese conocimiento y concienciación podrían haber sido más
operativos.
Otra situación muy distinta, es la que encontraremos
en otras actividades, como es el caso, por ejemplo, de los operarios de
los talleres de vehículos de tracción mecánica (automóviles, autobuses,
camiones, tractores, maquinaria pesada de obras públicas, ascensores,
montacargas). Respecto de esos trabajadores, y sin temor a equivocarnos,
podríamos asumir, que ni en el pasado, ni en el presente, han tenido
demasiada concienciación de los riesgos, y posiblemente, ninguna.
Luego
tendremos la situación de quienes se van sucesivamente incorporando a
una actividad laboral por primera vez, en calidad de aprendices o de
peones sin cualificación, y que, con ese perfil laboral, ejercen sus
tareas en oficios que guardan relación con el amianto ya instalado, como
es el caso de los albañiles y de los oficios del mantenimiento de
edificios, como fontaneros, electricistas, fumistas, caldereros,
conserjes, etc. Ahí hay una continua labor didáctica que ejercer
cíclicamente, porque las sucesivas promociones suelen acceder al mercado
laboral, huérfanas de toda información sobre el asunto. Considero que
esa labor didáctica debería de orientarse a los centros docentes, por
ejemplo mediante conciertos entre sindicatos y el equipo de gestión de
tales centros, y también mediante una acción directa sobre sus propios
afiliados, por parte de tales sindicatos.
¿Habla de España?
Todo
lo antedicho está referido a nuestro país. En cuanto a lo que esté
sucediendo en los demás, confieso que no dispongo de información
concreta al respecto. Meramente intuyo, comparando las respectivas
legislaciones relativas al amianto, que se puede apreciar un notable
desequilibrio cuando nos ganan por goleada, como es el caso, por
ejemplo, de Francia. Cabe asumir razonablemente que ese desequilibrio
también pueda darse en lo relativo a esta cuestión, comparando ambas
situaciones, entre España y Francia, que es el término de comparación
que he tomado como ejemplo.
Al leer este apartado, uno se
puede preguntar: ¿el amigo Francisco es o no es amigo de la ciencia? ¿La
ciencia está corrompida cuando menos en este ámbito? Usted mismo cita
un caso que parece transitar en dirección contraria: un trabajo de
Zoloth et al: “Detección de enfermedades del asbesto por los no
especialistas: resultados de una evaluación.”
No me he
imaginado nunca que se pudiera cuestionar si soy amigo de la Ciencia.
Sería ilustrativo, a ese respecto, el poder conocer el contenido de mi
amplia biblioteca, y enfatizo lo de «amplia». Al propio tiempo, teniendo
también presente que fui estudiante de Ciencias Biológicas, carrera
inconclusa y apenas iniciada, que no logré compatibilizar con mi
actividad laboral en la empresa Uralita.
Tocado y hundido. Mejor dicho: tocados y hundidos.
Más
que hablar de que la Ciencia esté corrompida cuando menos en este
ámbito, cabría asumir lo expresado en el título del trabajo de Egilman y
Rankin Bohme: “Más de un cañón: Corrupción corporativa de la Ciencia y
sus efectos sobre los trabajadores y el medio ambiente”. Es decir, que
el énfasis y la atención, hay que ponerlos en los corruptores, más que
en los corruptos.
Otros títulos de artículos publicados en revistas profesionales sobre esta cuestión, pueden ser igualmente ilustrativos: “El Asalto de la Industria del Asbesto a la Ciencia y a la Sociedad”, “Ciencia Basura Corporativa. Influencia Corporativa en Organizaciones Internacionales de Ciencia”, “Corrupción corporativa de Literatura Médica: Estudios de asbesto ocultados por WR Grace & Co.”, “Influencia Empresarial sobre los Valores Límites Umbrales”, “OSHA Sirve a un Cliente Corporativo: Ignorar Asbesto en Talco Industrial Vanderbilt”, “Los contaminantes tóxicos, la ciencia y la influencia corporativa”, “La
investigación sobre el mesotelioma por exposición de los frenos: La
influencia empresarial sigue siendo la preocupación relevante”, “Conferencia deplora la influencia corporativa en la ciencia académica”, “El origen y desarrollo del Valor Límite Umbral para el amianto: la indiferencia científica y la influencia corporativa”, “Fabricando amnesia: la Responsabilidad Social Corporativa en Sudáfrica”, “La corrupción de la investigación sobre amianto previamente publicada”, “La Ciencia Basura Real: La Corrupción de la Ciencia por el Dinero Corporativo”, "«El fraude y la corrupción» en torno al asbesto”, “La corrupción de la literatura médica: una segunda visita”, “La corrupción de la literatura médica del trabajo: El ejemplo del amianto”, “La Corrupción de la Ciencia”, “Una
prueba más de la impropiedad sobre el amianto, de la IARC, la agencia
para el cáncer, de la Organización Mundial de la Salud”, “Agencia
Científica de las Naciones Unidas, en colaboración con los científicos
que participan en el sabotaje al Convenio de Rotterdam de la ONU”, “Las
víctimas del amianto denuncian grandes conflictos de intereses del
científico llamado para encabezar el principal instituto de Francia para
la epidemiología y la salud pública”, “Giro Global: El Asalto Corporativo en Ecologismo”, “Asbesto: una continua falta de ética de la Universidad de McGill”, etc., etc.
Claro como el agua clara. Nos quedamos en el apartado 1.4. Para después de vacaciones. ¿Le parece?… ¿O usted no descansa?
Me
parece. Mi descanso consiste, en una buena proporción, en cambiar de
tema de actividad intelectual. Mis vacaciones (si propiamente cabe
hablar usando ese término, dado que ya estoy jubilado), me sirven, entre
otros disfrutes varios, para ponerme más o menos al día en mis
sempiternas lecturas pendientes.
Ya veo: no descansa. Tengo mala conciencia por no compartir su tenacidad.
[*] Las anteriores partes de esta entrevista pueden verse también en Rebelión.org
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