Uno de agosto
Alberto Montero - 1.08.2014 | Menéame
De
vacaciones o algo parecido, así me declaro. Serán atípicas: sin viajes
largos ni lejos de casa porque, después de tanto trajín durante el resto
del año, el descanso sólo te lo ofrecen los espacios en los que te
reconoces, los libros pendientes que te observan desde la estantería con
mirada aviesa y el mar del que tantos días paso distante.
Y es que han sido unos
meses extraños, incluso ajenos. He escrito poco en este cuaderno y para
el combate diario, como así me lo han reprochado cariñosamente durante
la última semana un par de amigos en distintos ambientes. Pero es que a
veces la realidad agota y uno necesita escaparse de ella, alejarse del
enfrentamiento cuerpo a cuerpo y serenarse para tomar perspectiva para
cuando la batalla final acabe por darse.
Ahora el paisaje se
mueve. Las placas tectónicas que nos tenían aprisionados comienzan a
crujir dejando resquicios para que la efervescencia contenida entre en
ebullición y alumbre islas, archipiélagos, penínsulas y continentes.
Ahora se necesita de la fuerza de todas y todos para sumar granitos de
arena, placas de basalto o montañas completas. Ahora la escaramuza se
convierte en batalla y las peleas en guerra. Ahora las fuerzas se
equilibran; las legitimidades impuestas se resquebrajan y sobre sus
escombros verdean hierbas de las que nacerán panes y flores. Acumulemos
fuerzas, argumentos e ilusiones porque, como dicen en Bolivia, ¡ahora es
cuándo, carajo!
(PS: probablemente, este tema de Zaz será la banda sonora de estos días de descanso. Que lo disfrutéis).
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