La abrumadora responsabilidad europea en la Nakba palestina
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Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García |
Destrucción
en Beit Hanoun. La Nakba no se ha interrumpido nunca. La terrible
agresión israelí iniciada el 8 de julio pasado no habría sido posible
sin el apoyo diplomático, político y militar de las potencias
occidentales. Foto : EPA/Oliver Weiken
Después años de
incesante sufrimiento del pueblo palestino, tanta hipocresía de nuestros
países en relación con las miserables respuestas que proporcionan y de
una presión ciudadana que se intensifica, es necesario hablar de la
abrumadora responsabilidad que a Europa le cabe en esta tragedia. Al
menos para contenerla y estar al fin a la altura de su manera de asumir
esta flagrante injusticia, tanto para los antagonistas como para la
pacificación de las relaciones entre los ciudadanos de los países árabes
y los de la Unión Europea cuyos destinos son sin duda indisociables. En
vista de la dislocación de toda la región después de las letales
intervenciones de Estados Unidos y sus aliados en la OTAN, el que no
haya el coraje necesario para revisar completamente nuestro enfoque
aumenta el riesgo de incendio generalizado que conducirá a un estallido
del que nadie puede predecir sus consecuencias.
Esta Europa
tan dispuesta siempre a dar lecciones de “democracia” allí donde se
sienta fuerte, pero tan pusilánime cuando se sabe en una posición de
debilidad –es decir, el valor y la probidad de sus tenores–, esta Europa
tan hábil a la hora de desdecirse en los hechos frente a los múltiples
textos de Derecho que publica, esta Europa del permanente doble rasero
debe tener la audacia y la voluntad de romper su solidaridad con el
Imperio que cree que puede redibujar el mapa del mundo al gusto de sus
propios intereses. En el recuerdo, antes de que sea demasiado tarde, de
que Estados Unidos no será mucho tiempo más la incontestada potencia que
dicta sus prioridades y que, por otra parte, la historia ha demostrado
su capacidad para hacer instantáneos giros copernicanos cuando sus
intereses se ven amenazados.
No hay más que ver la
inconmensurable desolación y devastación en que se ha sumido a Irak,
Libia, Siria, Afganistán, Palestina y todos esos sitios en los que
Occidente ha ido para ocuparse de lo que no le concernía, con el
pretexto del ¡“derecho de ingerencia… la democracia… y bla bla bla…”!
Antes, la colonización era en nombre de la cruz; hoy día, cuando eso ya
no está de moda, la colonización lleva la etiqueta de “democracia”.
Mientras que, de verdad, intervenimos para saquear lo que nos interesa.
¿Cómo sorprenderse entonces de que esos pueblos no quieran ni vernos
durante decenios y que nos rechacen, a nosotros y nuestra maldita
“democracia”? Si pudiéramos, aunque solo fuese un instante, un minuto,
ponernos en su lugar y sentir lo que ellos llevan años sufriendo…
Yo
quiero denunciar, con fuerza, este conformismo europeo que querría
desembarazarse de su pasado tan molesto pero del que, a la vista de los
acontecimientos actuales, yo me pregunto si no habrá ahí un atavismo que
es imperioso cuestionar seriamente para poder expurgar de una vez por
todas… Porque, a pesar de todo, ¿cuántos fueron esos europeos que
marcharon a la conquista de la América del Norte y la del Sur para
imponer sus ideas con el hierro, el fuego y la cruz y de los cuales la
falta de informaciones en la época no ha permitido denunciar el más
grande genocidio de todos los tiempos en contra de los indios?; además,
¿cuántos fueron los europeos que marcharon para continuar sus fechorías
en Asia o en África en perjuicio de poblaciones esclavizadas que durante
años derramaron ríos de sangre para conseguir su independencia, tanta
como para preguntarnos si la tierra roja de África no se habrá
impregnado de ella para siempre?, y ¿cuántos fueron esos buenos
cristianos que sabían qué era lo que pasaba en los campos nazis durante
la última guerra mundial y se quedaban impasibles, tan mudos como la
Santa Madre Iglesia en esos mismo años ante el genocidio de los judíos,
los homosexuales y los gitanos… continúo? Como ha dicho con toda justeza
Fadwa Nassar: “la verdadera historia del Occidente bárbaro todavía debe
ser escrita y enseñada en las escuelas…”.
Es necesario
recordar, una y otra vez más, que la situación actual de Palestina no es
solo una reliquia del pasado colonialista de los países europeos, sino
que es esa misma Europa la que después de haber machacado a los judíos
durante muchísimos años, la que hoy sostiene a Israel con su masacre de
palestinos desde hace decenas de años. Edificante panorama el que
ofrecen los portavoces de esta Europa que bien querrían no intervenir
nunca en esta situación tan apurada, con ese coraje que tanto les
caracteriza. Si todavía hacia falta una prueba más, solo hay que ver a
Tony Blair –el mismo que alabó la guerra en Iraq, donde las tragedias no
cesan– nombrado Representante del Cuarteto (ONU, UE, EEUU, Rusia) en
esta historia. En otras palabras, el hombre que hacía falta para que, en
el buen sentido, nada se mueva, muy ocupado en enriquecerse con sus
conferencias aquí y allá…
Durante siglos nuestros países han
colonizado y devastado desvergonzadamente muchos países y a sus
habitantes y, no contentos con estos crímenes sin número, continúan con
sus barbaridades invirtiendo los roles en el drama palestino, repitiendo
a coro que el agresor está en todo su derecho de defenderse de quien le
agrede. Dicho de otra manera: ¡un asesino tiene el derecho de
defenderse de su víctima! Después, vendrán con aire grave y el índice
acusador para señalar a su juventud de tez morena, sin parar de recalcar
que no es cuestión de importar un conflicto cuando ¡está claro que son
sus discursos y sus actitudes ruines los que lo importan un poco más
cada día!
Pienso además que esta posición, si la observamos
atentamente, revela un hecho más grave aún: en buena parte, el racismo
–desde siempre bien enraizado y sin resolver– el antisemitismo de antaño
es hoy convertido en islamofobia. Quiero decir que, en sus
repercusiones, de momento el apoyo a Israel no es más que una fachada y
que está claro que, si la cuestión no es trabajada en profundidad, esa
transferencia se convertirá en un boomerang que volverá a su punto de
origen, y el antisemitismo resurgirá en todo su esplendor. Tanto lo uno
como lo otro no son otra cosa que una declinación de un racismo
ambiental. Y cuando los extravagantes claman en los medios que Francia
es el país menos racista del mundo, se trata de una expresión imbécil e
inmadura que enmascara su contrario más absoluto. Es como el niño
pillado en falta y que grita: “¡Yo no fui!”. Pero, sin que esto
justifique lo otro, aunque los franceses no se sientan señalados, no son
los únicos. Es el conjunto de la Unión Europea el que regresa –lenta
pero indudablemente– a sus viejos demonios. No hay más que ver el
crecimiento de partidos xenófobos por todas partes. Y la forma
desacomplejada de algunos de no esconder su racismo, incluso
reivindicarlo, y encima ¡con la voz cada vez más alta!
No
nos engañemos: en estos momentos trágicos para muchas personas que están
pagando con su sangre y con su vida esta abyecta ley del más fuerte, si
nuestros elegidos para representar a los pueblos no se indignan ni
proceden con más firmeza de cara a un estado que tiene carta blanca para
continuar con sus crímenes con toda impunidad es porque en realidad
¡hay un racismo que florece en sus propias narices! Siempre ahí, bien
presente, rampante, hediondo, con esa malignidad que no duda en
travestirse a veces en las formas más inesperadas, para tratar de pasar
desapercibido… merodeando; sus consecuencias son inapelables: ayer, los
indios, los africanos, los indochinos, los judíos; hoy, los árabes, los
musulmanes, los gitanos… Occidente, que se pretende civilizado gracias a
su tecnología, conserva y perpetúa su instinto dominador, colonizador y
profundamente bárbaro. Pero, pensando que quizá pueda descargar sus
responsabilidades, se esconde detrás de los textos, las declaraciones,
las leyes, las resoluciones que, en realidad, le cuestan bien poco… ¡en
tanto que solo las aplica cuando es en su propio interés! ¡Sin hablar de
esas ayudas económicas que concede a los supervivientes de las matanzas
que él mismo organiza! No hay nada más apático e hipócrita que eso…
Hace
pocos días, después de la destrucción de una escuela de la ONU en Gaza,
las más altas instancias internacionales condenaron ese nuevo crimen
del ejército israelí. Muy bonito… apenas la tinta estuvo seca, Estados
Unidos, presidido por un radiante Premio Nobel de la Paz, Obama –¡oh, la
farsa de nuestras democracias!–, libró sus depósitos de armas y
munición a Israel para que pudiera continuar con el horror y lo
innombrable. Monto estimado: ¡1.000 millones de dólares! Y otra escuela
de la ONU acaba de ser bombardeada.* De paso, Estados Unidos ha intimado
al país ocupado que deje de defenderse y deponga las armas. Eso es,
¡pon tu nuca en el tajo! Al día siguiente, el Congreso estadounidense
autorizó un desembolso adicional de 200 millones de dólares para mejorar
el sistema de defensa y apoyar así aún más a Israel. ¡Viva el negocio
más jugoso de la Tierra, que se hace sobre los cadáveres de inocentes,
entre ellos cientos de niños árabes.
Este fin de semana,
después de una anunciada tregua de tres días, el farol de cola Ban Ki
Moon, criado de Washington, ha exigido –¡nada menos!– a la resistencia
palestina que libere “inmediata e incondicionalmente” a un soldado
supuestamente secuestrado durante el cese del fuego, del cual después
Hamás negó su rapto. Pero eso no necesita ser probado; ¡ante todo,
señalar al culpable! Y hace pocas horas, Israel reconoce haber
bombardeado otra escuela de la ONU. Uff… Buscad el error: se da ánimos a
un ejército y se le financia para que continúe cometiendo crímenes
contra civiles, y ¡se sanciona a una población exangüe por el delito de
defenderse de la barbarie occidental! Cabe preguntarse si a esa gente le
queda aún algo de moralidad y si acaso tiene idea de lo que puede pasar
en cualesquiera sitios del mundo…
El único continente que
se salva es la América latina, desde donde hoy parten las condenas más
claras y más firmes en relación con la política colonial de Israel. Esos
países que todavía tienen el recuerdo de nuestra arrogancia y nuestro
desprecio porque osaron desafiarnos; ¡a nosotros, los occidentales! En
cuanto a la hipócrita Unión Europea, prefiere alinearse con Estados
Unidos y condenar imprudentemente a Rusia en el apoyo insensato de un
intento de arrancarle su influencia en Ucrania para añadir otro
ornamento a la OTAN, en lugar de fijarse en Israel, cuyas crímenes y
matanzas son cosa de cada día a pesar de unos ceses del fuego tan
improbables como violados inmediatamente, ya que la diplomacia
estadounidense ¡establece al mismo tiempo el derecho de Israel a la
defensa propia!
Por lo tanto, esta responsabilidad de
Occidente y la Unión Europea, particularmente en el conflicto
israelo-palestino es ABRUMADORA, ¡en TODOS los niveles! ¡Es debido a
esta complicidad asesina que Occidente –parcial, injusto y profundamente
racista– que la Nakba palestina perdura desde hace más de 65 años!
Después
de tanta y tanta injusticia acumulada en ciertas regiones del globo,
¿cómo se atreven algunos a acusar a la juventud inmigrante de importar
el conflicto en nuestras fronteras? Por el contrario, yo creo que esa
juventud es particularmente responsable e incluso me asombra que no se
haya rebelado de verdad. En todo caso –aunque sea terrible decirlo–, me
siento obligado a reconocer que la actitud de nuestros irresponsables
políticos es la que arriesga la ocurrencia de otros 11-S…
Ciertos
europeos, a quienes no se puede engañar con artimañas y es imposible
arrastrarlos a la indiferencia, exigen que se haga justicia con el
martirizado pueblo de Palestina, que continúa pagando cada día nuestras
sucias cuentas. Y es necesario que los tenores políticos y mediáticos
entiendan eso muy claramente, porque no comprenden que sus anteriores
declaraciones y discursos ya no bastan y que la movilización ciudadana
se renovará en las próximas semanas o cuando terminen las vacaciones del
verano. El ejemplo que dan unos irreductibles resistentes palestinos es
tan elocuente que nos alecciona para que no callemos ante las inicuas
exhortaciones de nuestros gobiernos, que ¡ya querrían que muchos de
nosotros abandonáramos la cultura de la resistencia!
Aquellos
que aspiran a gobernar, pero todavía no han entendido que la rueda de
la Historia nunca para de girar, son un peligro para el destino de los
pueblos. Y si muestran que son incapaces de cambiar su forma de pensar,
como lo exige la urgencia de la situación palestina, y prefieren las
diversiones, tocar a rebato y depositar flores en recuerdo de una guerra
de hace 100 años –algo que no les compromete a nada–, ¡que empiecen a
cuidarse de que la calle no vaya a buscarles a su propia casa para
hacerles sentir su determinación! Sin hablar de las posibles acusaciones
ante un tribunal que muy bien se les podría iniciar por abandono de un
pueblo en peligro y por connivencia con el agresor
estadounidense-sionista en su lento genocidio del pueblo palestino.
Porque es claro, evidente y manifiesto que Israel y sus aliados
poderosamente armados están lanzados hacia “un sitio demasiado lejano” y
están en el camino de perder sus sucias guerras. Ayer, contra Líbano;
hoy contra Siria y Palestina y, de forma más amplia, contra todos
aquellos que han optado por la resistencia a sus dictados profundamente
injustos. Es totalmente obvio que los platillos de la balanza están a
punto de invertir su posición…
Si los responsables políticos
de nuestros gobiernos y de la Unión Europea, cada día más autistas, no
toman nota de lo que está pasando se arriesgan a despertar un día y
encontrarse con una revuelta popular mucho más difícil de gestionar que
los peores levantamientos conocidos en nuestros países, con partidos
extremistas en el poder en algunos de ellos, lo cual augura despertares
aún mas dolorosos de los que hasta ahora hemos conocido y que nos
traerán sombríos recuerdos.
Y termino con una frase notable
por su determinación cuando sabemos lo que la población de Palestina
viene soportando desde hace tantos años. La frase es de Abu Yasan, un
lucido y valiente gazatí que dice: “Todo el mundo piensa que Gaza está
ocupada por Israel. La verdad es que el mundo árabe está ocupado por
Israel… ¡excepto Gaza!”.
* La publicación original de esta nota fue el 6 de agosto de 2014. (N. del T.)
Daniel Vanhove
es observador civil y miembro del Movimiento Ciudadano Palestino. Es
autor de 13 libros publicados por la editorial Marco Pietteur (en la
colección Oser Dire).
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