Casi la mitad de los contratos eventuales no supera el mes. EL 25% DE LOS CONTRATOS TEMPORALES FIRMADOS EN JULIO FUERON DE MENOS DE UNA SEMANA
El Ministerio de Empleo sostiene que la temporada alta del turismo es un “elemento adicional” a la recuperación económica que está animando las cifras del paro registrado. Así lo defendió el secretario de Estado de la Seguridad Social, Tomás Burgos, cuando presentó los datos de afiliación a la Seguridad Social del pasado mes de julio. Sin embargo, los registros de contratos del Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE)
dibujan otro paisaje menos complaciente. El empleo que se crea sigue
siendo tan estacional y temporal como es característico del mercado de
trabajo español: ni la crisis ni la reforma laboral han cambiado el
patrón. El 25% de los contratos temporales que se firmaron en julio duraron menos de siete días. Nada menos que 374.467 de un total de 1,53 millones de contratos. Sólo 77.024 fueron indefinidos.
Los de
menos de una semana conforman el grupo más voluminoso de contratos
temporales, seguidos de los que duran de uno a tres meses –254.248–. Pero para dar idea de la inestabilidad de estos empleos basta con señalar que hasta el 40% de los temporales firmados en julio fueron contratos de menos de un mes de duración: 611.221. Sólo 24.151 duran un año y sólo 4.663 se prolongan durante más de un año.
Además, los 374.467 contratos
de menos de siete días de julio casi duplican –crecen un 40%– los
firmados con esa duración en el mes de marzo, que este año no se
benefició del efecto Semana Santa –cayó en abril–.
En realidad, en junio fue aún mayor el número de contratos superbreves: se registraron 403.976, el 28,76% de los temporales firmados ese mes. Los de menos de un mes sumaron el 41,63%.
Antes de
la reforma laboral, en julio de 2011, se suscribieron 241.268, un 35,6%
menos que en el mismo mes de este año. Entonces representaban sólo el
19% de los contratos temporales. La cifra de estos contratos
superbreves es más o menos constante en los años anteriores, en plena
crisis, pero también en los años de euforia económica: en 2007 se
registraron 241.058, el 15,3% de los temporales. Además, en los años
previos a la reforma laboral, el grupo más voluminoso de contratos lo
componían los de uno a tres meses de duración, no los más breves como
viene ocurriendo desde 2012.
El contrato medio, 49,93 días
El
resultado de este auge del trabajo exprés es que se ha acortado
considerablemente la duración media de los contratos. El pasado julio
era sólo de 49,93 días, ocho días y medio menos que el
pasado febrero, pero 23 días menos que en julio de 2007, antes de la
crisis. Entonces un contrato temporal en España duraba de media 73
días. En julio de 2009 ya había bajado a 67,35 días. Tras la reforma
laboral, en julio de 2012, se quedó en 53,94 días.
Otra
característica que abunda en la precarización del empleo es que esa
duración media es incluso menor en el caso de las mujeres y ha caído
más: 48,95 días, 10 días por debajo de la media del pasado enero.
Entonces, curiosamente, los contratos firmados por mujeres duraban casi
tres días más que los suscritos por hombres. En resumen, con la
temporada alta –turística y laboral– el empleo se hace más temporal, más
breve y más femenino.
Y ello es así porque de los 1,53 millones de contratos temporales registrados este mes de julio, el 74% corresponden
al sector servicios, el más feminizado, también el más proclive a la
temporalidad. Es mayor aún el porcentaje de contratos de menos siete
días suscritos en este sector mayoritario: el 85%.
Otro
dato que subraya aún más cómo se crea empleo en temporada alta:
desciende el número de contratos de emprendedores. Son indefinidos – al
menos en teoría: permiten un año de periodo de prueba y el 35% de ellos
se rescinde entonces– además de fuertemente subvencionados, pero el
pasado julio se registraron sólo 7.965, y en junio 7.906. En mayo eran 8.220 y en febrero, el máximo de este año, se elevaron a 10.012.
Mientras
el Gobierno y la CEOE saludan el aumento de los contratos temporales
como un síntoma de que está en marcha la recuperación, necesariamente
apoyada en un primer momento en el trabajo más precario, los sindicatos
alertan no sólo sobre el empeoramiento de la calidad del empleo en estos
dos últimos años, sino también sobre el peligro de que haya llegado
para quedarse
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