Declaración de Socialismo 21 sobre el Programa del PSOE para la investidura .Un brindis al sol desde las tinieblas
REBELIÓN
En lo fundamental, todo el programa propuesto por el PSOE para la negociación de la investidura de Pedro Sánchez es irreal y engañoso. Si a ello se une que Podemos considera que le han copiado el programa (nada mejor para un partido) y que IU no encuentra nada rechazable en las propuestas socialistas, tenemos los datos necesarios para comprender el drama de la izquierda española y, más allá de ello, los peligros que acechan a la sociedad española.
Negros y densos nubarrones se atisban en la economía mundial, y cabe recordar que los dirigentes y analistas del PSOE fueron los últimos en enterarse de la crisis de 2008 y fueron los primeros en anunciar la salida con los brotes verdes. No obstante, incluso dejando al margen los pronósticos más tenebrosos sobre la evolución de la economía global, la simple realidad de economía española revela que pasa por unos momentos muy delicados y que corre graves riesgos si no se determinan de modo certero los problemas y no se acierta con las soluciones.
En el mero plano de las modestas propuestas para remediar cuestiones sociales lacerantes y para mejorar del bienestar general las propuestas del PSOE suenan a música celestial. Si con osadía además pretende un cambio de modelo económico, tan lejos de las propias fuerzas con un Estado inerme y desprovisto de los indispensables instrumentos para acometer ningún proyecto, el grado de la farsa se eleva. Y no se diga nada cuando se aspira a que “La naturaleza y el alcance de las reformas que debemos emprender requerirán del concurso de todos y la atención a todos. Sólo así será posible que la nueva etapa que ahora se inicia prolongue sus efectos durante decenios en beneficio de todos los ciudadanos de hoy y también de quienes nos sucedan”.
Con ingenuidad inadmisible el PSOE se cree que la economía española está en una fase de recuperación y que lo que se necesita es el acuerdo político en torno a Pedro Sánchez para reforzar el crecimiento y combatir eficazmente el paro en un periodo de largo recorrido de una evolución favorable de la economía, sin mencionar siquiera la reducción de la jornada laboral, que se trata de un reto histórico pendiente. Un pésimo análisis trufado de engañosas perspectivas .
Antes de desarrollar cualquier programa, habría que clarificar como punto esencial ineludible lo que se piensa hacer dentro de la unión monetaria, como afrontar la crisis del euro. Los responsables comunitarios no dejan de anunciar y amenazar con nuevos ajustes y recortes, y sabido es que la fuerza de la Troika es enorme mientras se dependa de ella y que sus “recomendaciones” no solo son cuantitativas, recortes precisos en cantidad, sino que están impregnadas cualitativamente de neoliberalismo, los gastos en los que ajustar. A los efectos del programa socialista , Bruselas no existe, como tampoco ocurrieron los acontecimientos de julio pasado de Grecia. Los avezados economistas del PSOE calibran que todo lo que hay que hacer es negociar con Bruselas un ritmo más moderado de reducción del déficit público. Flexibilizar el calendario (que ya ha recibido un contundente rechazo por parte del jefe del eurogrupo, un tal Dijsselbloem). Se piensa que unas décimas más para ampliar el margen del déficit público sobre el PIB, unos cuantos miles de euros, y algún año más para alcanzar los objetivos del pacto de estabilidad, la economía española soluciona la presión de la Troika y se adentra en un proceso de creación de empleo estable y digno. Se anima así a los posibles socios de gobierno y se satisfacen sobre el papel sus exigencias más rigurosas.
Las organizaciones de la izquierda con representación parlamentaria no quiere comprender que la economía española está quebrada por el insoportable endeudamiento que atrapa a todos los agentes económicos, los privados y el sector público, y sus elevadas obligaciones financieras con el exterior. Por otro lado, no quiere enterarse que en el marco de la unión monetaria el país no puede resurgir económicamente si antes no se produce un cambio de la relación real de intercambio con otros países, camuflado por la existencia de una moneda común entre países con realidades económicas muy diferentes. Esto implica que ha producirse una fuerte devaluación de la moneda propia, lo que a su vez significa que hay que desvincularse del euro y recuperar la soberanía monetaria.
Estas afirmaciones son duras, pero rigurosas, y no están asumidas por la sociedad. La izquierda ha huido de su responsabilidad, se ha sumado al coro general de que no hay otra alternativa que mantenerse en el euro, ni siquiera como mera hipótesis, mientras la catástrofe se ha ido adueñando de la sociedad y generando victimas hasta promover una crisis inmanejable. Ni en las elecciones europeas, ni en las elecciones generales ni en las negociaciones de la investidura el tema de la unión monetaria ha tenido presencia. Se elude sistemáticamente porque constituye el nudo trascendental de la crisis. Que la derecha haya apostado por el ocultamiento es entendible porque sus planteamientos ideológicos coinciden con los de Bruselas y desde allí se facilita el cumplimiento de los objetivos que comparten, pero que las organizaciones que se declaran progresista estén satisfechas del mismo marco neoliberal de la Europa de Maastricht constituye un drama político, contando además con la patente desolación que ha provocado.
La omisión de la crisis derivada del euro convierten la declaración de intenciones del programa del PSOE y sus objetivos en patéticas palabras, vacías, fuera de la realidad, engañosas y políticamente muy peligrosas. Implican dejar a la sociedad española hundida en la miseria, y desguarecida para afronta las tormentas que se avecinan, a pesar de que el euroescepticismo y el rechazo al euro van calando en nuestra sociedad. Salvo en la crítica acerba y justa al PP y su política, todo lo demás en las propuestas del PSOE son enunciados vagos y ocurrencias bastante insignificantes.
Completa además el documento del PSOE la posición ante la Unión europea proponiendo medidas por una parte literarias y por otra utópicas, como la idea de “poner en marcha una verdadera Union fiscal, incluyendo un Tesoro europeo y una Unión social”. Se hacen así eco de una carencia fundamental de la Europa de Maastricht, pero sin entender que se corresponde con la naturaleza del proyecto diseñado, que no era avanzar en la integración social del Continente. Con una ligereza inquietante resuelven los teóricos socialistas las malformaciones del monstruo europeo creado. Como ocurre también a la hora de abordar la inexorable crisis del régimen del 78, de la desnaturalizada constitución del art. 135, o del tema de Cataluña, liquidado con una frase sin reconocimiento del derecho de autodeterminación de la ciudadanía de esta nación.
Empantanar ahora la política española en una discusión de un conjunto de medidas tan insuficientes, imprecisas, sin elaborar, con calendario indeterminado y tan faltas de coherencia es una grave irresponsabilidad que comparten el PSOE y los partidos que con toda seriedad discuten o negocian sobre ellas. Por supuesto, en lo que tengan de progresistas, paliativas o amortiguadoras de la crisis social todo resulta bienvenido. Pero no se trata de coincidir en un proyecto de beneficencia, bastante irrealizables como decimos, sino de resaltar la oportunidad perdida para afrontar la crisis con seriedad, profundizando en sus orígenes y apostando por los cambios rupturistas y el proceso constituyente que son necesarios.
Por ello, por nuestra parte, no entramos a comentar al detalle las carencias y contradicciones del documento del PSOE (como el mantenimiento de la reforma de las pensiones de Zapatero), que llega a desdecir las propias ofertas electorales –derogación de leyes-, y que tan ridículamente ha sido asumido por Podemos, con diferencias que no cuestionan el fondo por IU, y tan resabiadamente aceptado por Ciudadanos. Si sólo se trata de eso, habrán pensado estos últimos, bien vale tratar de sumarnos al gobierno. Pequeñas concesiones a izquierda y derecha responden a la estrategia del PSOE para lograr culminar la aventura de la investidura, pero lamentablemente la situación es más grave de lo que se piensa y la habilidad política mucho más intrascendente que en otras ocasiones.
Negros y densos nubarrones se atisban en la economía mundial, y cabe recordar que los dirigentes y analistas del PSOE fueron los últimos en enterarse de la crisis de 2008 y fueron los primeros en anunciar la salida con los brotes verdes. No obstante, incluso dejando al margen los pronósticos más tenebrosos sobre la evolución de la economía global, la simple realidad de economía española revela que pasa por unos momentos muy delicados y que corre graves riesgos si no se determinan de modo certero los problemas y no se acierta con las soluciones.
En el mero plano de las modestas propuestas para remediar cuestiones sociales lacerantes y para mejorar del bienestar general las propuestas del PSOE suenan a música celestial. Si con osadía además pretende un cambio de modelo económico, tan lejos de las propias fuerzas con un Estado inerme y desprovisto de los indispensables instrumentos para acometer ningún proyecto, el grado de la farsa se eleva. Y no se diga nada cuando se aspira a que “La naturaleza y el alcance de las reformas que debemos emprender requerirán del concurso de todos y la atención a todos. Sólo así será posible que la nueva etapa que ahora se inicia prolongue sus efectos durante decenios en beneficio de todos los ciudadanos de hoy y también de quienes nos sucedan”.
Con ingenuidad inadmisible el PSOE se cree que la economía española está en una fase de recuperación y que lo que se necesita es el acuerdo político en torno a Pedro Sánchez para reforzar el crecimiento y combatir eficazmente el paro en un periodo de largo recorrido de una evolución favorable de la economía, sin mencionar siquiera la reducción de la jornada laboral, que se trata de un reto histórico pendiente. Un pésimo análisis trufado de engañosas perspectivas .
Antes de desarrollar cualquier programa, habría que clarificar como punto esencial ineludible lo que se piensa hacer dentro de la unión monetaria, como afrontar la crisis del euro. Los responsables comunitarios no dejan de anunciar y amenazar con nuevos ajustes y recortes, y sabido es que la fuerza de la Troika es enorme mientras se dependa de ella y que sus “recomendaciones” no solo son cuantitativas, recortes precisos en cantidad, sino que están impregnadas cualitativamente de neoliberalismo, los gastos en los que ajustar. A los efectos del programa socialista , Bruselas no existe, como tampoco ocurrieron los acontecimientos de julio pasado de Grecia. Los avezados economistas del PSOE calibran que todo lo que hay que hacer es negociar con Bruselas un ritmo más moderado de reducción del déficit público. Flexibilizar el calendario (que ya ha recibido un contundente rechazo por parte del jefe del eurogrupo, un tal Dijsselbloem). Se piensa que unas décimas más para ampliar el margen del déficit público sobre el PIB, unos cuantos miles de euros, y algún año más para alcanzar los objetivos del pacto de estabilidad, la economía española soluciona la presión de la Troika y se adentra en un proceso de creación de empleo estable y digno. Se anima así a los posibles socios de gobierno y se satisfacen sobre el papel sus exigencias más rigurosas.
Las organizaciones de la izquierda con representación parlamentaria no quiere comprender que la economía española está quebrada por el insoportable endeudamiento que atrapa a todos los agentes económicos, los privados y el sector público, y sus elevadas obligaciones financieras con el exterior. Por otro lado, no quiere enterarse que en el marco de la unión monetaria el país no puede resurgir económicamente si antes no se produce un cambio de la relación real de intercambio con otros países, camuflado por la existencia de una moneda común entre países con realidades económicas muy diferentes. Esto implica que ha producirse una fuerte devaluación de la moneda propia, lo que a su vez significa que hay que desvincularse del euro y recuperar la soberanía monetaria.
Estas afirmaciones son duras, pero rigurosas, y no están asumidas por la sociedad. La izquierda ha huido de su responsabilidad, se ha sumado al coro general de que no hay otra alternativa que mantenerse en el euro, ni siquiera como mera hipótesis, mientras la catástrofe se ha ido adueñando de la sociedad y generando victimas hasta promover una crisis inmanejable. Ni en las elecciones europeas, ni en las elecciones generales ni en las negociaciones de la investidura el tema de la unión monetaria ha tenido presencia. Se elude sistemáticamente porque constituye el nudo trascendental de la crisis. Que la derecha haya apostado por el ocultamiento es entendible porque sus planteamientos ideológicos coinciden con los de Bruselas y desde allí se facilita el cumplimiento de los objetivos que comparten, pero que las organizaciones que se declaran progresista estén satisfechas del mismo marco neoliberal de la Europa de Maastricht constituye un drama político, contando además con la patente desolación que ha provocado.
La omisión de la crisis derivada del euro convierten la declaración de intenciones del programa del PSOE y sus objetivos en patéticas palabras, vacías, fuera de la realidad, engañosas y políticamente muy peligrosas. Implican dejar a la sociedad española hundida en la miseria, y desguarecida para afronta las tormentas que se avecinan, a pesar de que el euroescepticismo y el rechazo al euro van calando en nuestra sociedad. Salvo en la crítica acerba y justa al PP y su política, todo lo demás en las propuestas del PSOE son enunciados vagos y ocurrencias bastante insignificantes.
Completa además el documento del PSOE la posición ante la Unión europea proponiendo medidas por una parte literarias y por otra utópicas, como la idea de “poner en marcha una verdadera Union fiscal, incluyendo un Tesoro europeo y una Unión social”. Se hacen así eco de una carencia fundamental de la Europa de Maastricht, pero sin entender que se corresponde con la naturaleza del proyecto diseñado, que no era avanzar en la integración social del Continente. Con una ligereza inquietante resuelven los teóricos socialistas las malformaciones del monstruo europeo creado. Como ocurre también a la hora de abordar la inexorable crisis del régimen del 78, de la desnaturalizada constitución del art. 135, o del tema de Cataluña, liquidado con una frase sin reconocimiento del derecho de autodeterminación de la ciudadanía de esta nación.
Empantanar ahora la política española en una discusión de un conjunto de medidas tan insuficientes, imprecisas, sin elaborar, con calendario indeterminado y tan faltas de coherencia es una grave irresponsabilidad que comparten el PSOE y los partidos que con toda seriedad discuten o negocian sobre ellas. Por supuesto, en lo que tengan de progresistas, paliativas o amortiguadoras de la crisis social todo resulta bienvenido. Pero no se trata de coincidir en un proyecto de beneficencia, bastante irrealizables como decimos, sino de resaltar la oportunidad perdida para afrontar la crisis con seriedad, profundizando en sus orígenes y apostando por los cambios rupturistas y el proceso constituyente que son necesarios.
Por ello, por nuestra parte, no entramos a comentar al detalle las carencias y contradicciones del documento del PSOE (como el mantenimiento de la reforma de las pensiones de Zapatero), que llega a desdecir las propias ofertas electorales –derogación de leyes-, y que tan ridículamente ha sido asumido por Podemos, con diferencias que no cuestionan el fondo por IU, y tan resabiadamente aceptado por Ciudadanos. Si sólo se trata de eso, habrán pensado estos últimos, bien vale tratar de sumarnos al gobierno. Pequeñas concesiones a izquierda y derecha responden a la estrategia del PSOE para lograr culminar la aventura de la investidura, pero lamentablemente la situación es más grave de lo que se piensa y la habilidad política mucho más intrascendente que en otras ocasiones.
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