La asombrosa fe
en el PP
En La jungla de
asfalto, de John Huston, un delincuente asegura que no se puede confiar en
la policía porque cuando menos te lo esperas, se pone de parte de la ley. Algo
parecido ocurre con la justicia en España, incluso con infantas por medio.
Lustros y más lustros de Barberá, de Camps, de Fabra, y de repente cae la
guillotina sobre la práctica totalidad de los ediles valencianos del PP. Casi
al mismo tiempo, el juez Andreu ha sentado en el banquillo a Rato y a Blesa por
el caso de las tarjetas black.
De norte a sur y de oriente a occidente, el partido más votado de España es un
agujero negro, un inmenso zurullo de corrupción.
Puesto que tampoco se puede confiar en
la justicia, habrá que tener fe en la política, ese sutil juego de alternancia
donde unos roban cuatro años mientras otros se ofenden muchísimo hasta que les
llega la hora del relevo. El bipartidismo ha funcionado así, mal que peor,
durante las últimas décadas, arrojando dividendos inmensos para la banca y la
gran empresa, desmantelando las estructuras públicas y dejando a las clases
medias, pequeños empresarios y pobres gentes a la intemperie. Como a los
cuatreros de la última legislatura se les ha ido un poco la mano, tras las
últimas elecciones el parlamento ha salido un poco descabalado, ha quedado así
como raro y no hay manera de cuadrar las cuentas para que los de siempre sigan
poniendo el cazo. Los señoritos se están poniendo nerviosos y hasta el rey
Felipe ha lamentado que los dos grandes dinosaurios de la política española no
den un paso adelante.
Mariano ha decidido quedarse parado,
como siempre, un gesto de gran responsabilidad en sintonía con la marcha
general del país. Con una economía que no para de crecer, según los beneficios
de los grandes bancos, y cerca de cinco millones de desempleados, según las
últimas estimaciones, puede decirse que su gestión ha sido un rotundo éxito. A
pesar de estas evidencias palmarias, es muy posible que no pueda repetir
gobierno por culpa de esos advenedizos que han entrado en las instituciones en
rastas y mangas de camisa en vez de ir bien trajeados como los presuntos
valencianos que hacen cola en las comisarías. Menos mal que ahí está
Ciudadanos, que es un pegamento ideológico capaz de unir lo que sea, el PP con
el PSOE, la corrupción con la honradez y la renovación con la lepra.
Puede concluirse que, en efecto, todo es
cierto salvo alguna cosa y que los políticos honestos del PP son únicamente
casos aislados. Desde los centros financieros a los grandes medios de
comunicación, la caverna domina ya la casi totalidad de centros neurálgicos del
país y ahora está empeñada en controlar también las prisiones empezando desde
el patio. La jugada definitiva de Mariano, el último as que se guarda en la
manga, una vez agotadas la vía judicial y política, es encomendarse al buen
gusto del pueblo, que los votaría otra vez con los ojos cerrados y una fe de
carbonero en paro, aunque arrasen el país con napalm.
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