viernes, 19 de febrero de 2016

Ernesto “Che” Guevara, ciudadano cubano

El 7 de febrero de 1959, la Gaceta Oficial de Cuba, en uno de los pocos números impresos en los 38 días posteriores al triunfo de la Revolución, daba a conocer la promulgación de la Ley Fundamental de la República de Cuba. La referida Carta Magna incluía modificaciones llamadas a ser básicas para los futuros cambios estructurales y sociales de fondo, indispensables ante las nuevas realidades del país.
  
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Dos aspectos, entre otros, llamaban la atención en el documento: el restablecimiento de los postulados de la Constitución de 1940, suplantados de un plumazo por los ilegales estatutos impuestos por Fulgencio Batista, en marzo de 1952, y el artículo 12, perteneciente al Título Segundo, “De la Nacionalidad”.
El inciso C, dedicado a definir quienes son cubanos por nacimiento, precisaba:
“Los extranjeros que hubiesen servido en la lucha armada contra la tiranía derrocada el 31 de diciembre de 1958, en las filas del Ejército Rebelde durante dos años o más, y hubiesen ostentado el grado de Comandante durante un año por lo menos, siempre que acrediten esas condiciones en la forma que la ley disponga.”
La intención era evidente. El referido inciso definitorio fue redactado con exquisita sensibilidad y profundo sentido de justicia histórica, pues apuntaba al único combatiente con los singulares requisitos señalados: el médico argentino Ernesto Guevara de la Serna.
En la reunión del Consejo de Ministros, iniciada ese mismo día 7, se adoptaba el acuerdo correspondiente. Según Luís Buch, entonces secretario del máximo órgano de gobierno, cuando le informó de la decisión al Che, en la madrugada del día 8, éste, sin inmutarse, estimó inmerecido el acuerdo. Según él, solo había luchado en Cuba como lo habría hecho en cualquier parte del mundo, por la libertad de un pueblo.
El Che, como sería bautizado primero por sus compañeros y reconocido más tarde en todos los rincones del planeta, había acumulado aquellos méritos en apenas 25 meses de guerra insurreccional.
La gente sencilla lo había colocado desde los momentos iniciales, con fino olfato popular, en el lugar destinado a los héroes genuinos, cuando todavía estaba por descubrir sus excepcionales condiciones humanas.
En poco tiempo el maestro de la guerra de guerrillas desempeñó diversas responsabilidades estatales y políticas con entrega y eficiencia, extendió su magisterio ético y moral, y predicó con el ejemplo personal hasta el desinterés y altruismo demostrado al marchar a cumplir las misiones liberadoras en el Congo y Bolivia.
Con sus descollantes dotes agotó la capacidad de asombro de los cubanos y de millones en el mundo. Eran proverbiales su modestia, austeridad, capacidad de trabajo, la claridad y alcance de sus ideas políticas, virtudes que lo identificaban como un genuino creador en el terreno social.
Entre los numerosos ejemplos legados a los cubanos merece destacarse su riguroso conocimiento de la historia de Cuba, alcanzado en breve y agitado tiempo, solo posible porque sumaba a su lúcida inteligencia, una férrea voluntad de adquirir conocimientos y el interés por identificarse con el país al que le entregó sudor y sangre.
Su proverbial modestia apenas le impedía ocultar el significado íntimo que concedía a la distinción recibida, la más alta que se puede conferir en una nación y solo compartida con el Generalísimo Máximo Gómez.
Nunca vio en ella la menor formalidad y así lo demostró cuando en los dramáticos momentos de la despedida expresara en su carta a Fidel:
“…en donde quiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser revolucionario cubano, y como tal actuaré (…) y si me llega la hora definitiva bajo otro cielo, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti.”
Fuente 
La Agencia Cubana de Noticias (ACN) es una división de la Agencia de Información Nacional (AIN) de Cuba fundada el 21 de mayo de 1974. 

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