- El líder de la izquierda abertzale volverá a una Euskadi muy diferente a la que dejó hace seis años y medio: sin terrorismo, con la coalición EH Bildu en declive electoral y su partido, Sortu, en ebullición interna.
- La proclamación de candidatura de Otegi a las autonómicas puede ser recurrida ante lo Contencioso Admnistrativo y las dudas que pesan sobre su condena de inhabilitación hasta el 2021 pueden terminar resolviéndose con un recurso ante el Constitucional.
Aitor Guenaga | El Diario | 27/02/2016
Arnaldo Otegi cruzará el umbral de la prisión de Logroño el próximo martes, dando la espalda definitivamente a seis años y medio tras las rejas de las diferentes prisiones españolas en las que ha estado. Y podrá comprobar que la Euskadi que se va a encontrar y, sobre todo, el partido del que a día de hoy es secretario general, han cambiado mucho desde su detención en 2009. Las preocupaciones de la mayoría de ciudadanía vasca -tras casi cuatro años y medio de la declaración del final del terrorismo de ETA el 20 de octubre de 2011- no pasan ni por la independencia (a tenor de lo que revelan las encuestas), ni por el desarme de la organización cuya actividad Otegi nunca ha condenado, pero cuya estrategia violenta ha ayudado junto a otros dirigentes independentistas a arrinconar y mandar el baúl de la historia.
Tras su detención el 13 de octubre de 2009 en San Sebastián por orden del entonces magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, el líder de la izquierda abertzale fue condenado en 2011 por intentar reconstituir la ilegalizada Batasuna bajo las órdenes de ETA dentro del proceso Bateragune. En realidad, en ese movimiento interno Otegi y otros líderes independentistas como Rufi Etxeberria -que este domingo visitará a Otegi en la cárcel- defendieron las vías políticas, frente a la estrategia violenta. “El proceso democrático debe tener como base la palabra y la decisión de la ciudadanía vasca y por tanto se debe realizar sin ningún tipo de violencia o injerencia externa”, se apuntaba en el documento interno de los que defendían la conversión a la política y a la democracia de la ilegalizada Batasuna. Y fueron estas las tesis que triunfaron, dando pie al proceso de legalización de Sortu y a la vuelta a las instituciones y a la política de los soberanistas que aplaudieron a ETA durante décadas.
Era justo lo que le había pedido el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba a ese mundo desde que en 2004 comenzaron los contactos secretos para el proceso de negociación con ETA: “tienen que optar entre las bombas o los votos”, reiteraba el entonces ministro del Interior y luego vicepresidente socialista. Y para entonces Otegi y los suyos lo empezaban a tener claro. Algo que no fueron capaces de ver con las misma nitidez tras el bombazo de la T-4 en Barajas a finales de diciembre de 2006 -en el que murieron dos personas- y que sepultó el proceso de diálogo con ETA abierto por el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Otegi, reunido ese mismo día con Jesús Egiguren, negociador en nombre de Zapatero con ETA, calló y se plegó a la estrategia político militar marcada por la dirección etarra.
Sortu y la militancia de la izquierda abertzale han jugado con esa imagen forzada de Otegi como el ‘Mandela vasco’. Toca la hora de la verdad para Otegi, que aspira a ser lehendakari en las próximas elecciones vascas aunque pesa sobre él la sombra de la inhabilitación hasta 2021.
Es cierto que ahí empezó su tránsito hacia la política, solo la política y nada más que la política. Algo que dejaría inequívocamente expresado, cuatro años y medio después, en el juicio ante el tribunal de la Audiencia Nacional presidido por Ángela Murillo que finalmente le condenó por el ‘caso Bateragune’. Ante sus señorías aseguró, en un testimonio de alcance, que la violencia “sobraba y estorbaba”. En su alegato final, el 9 de julio de 2011 Otegi dijo estar“orgulloso” y “satisfecho” de haber hecho “virar el transatlántico de la izquierda abertzale” hacia una estrategia “en la que no aparece la m (de militar) por ningún lado, porque la m en nuestra estrategia sobra y estorba”. Lo cual no le libró de ser condenado y entrar en prisión.
¿Y cómo se va a encontrar Otegi el “transatlántico de la izquierda abertzale” (Sortu)? En un proceso de discusión interna ( Abian) en el que el partido independentista pretende poner las bases de su estrategia para la próxima década y, de paso, frenar la fuga de votos hacia opciones políticas como Podemos-Ahal Dugu. Arnaldo Otegi, como candidato a lehendakari por Euskal Herritarrok (EH) y con ETA en tregua en pleno proceso de Lizarra, logróen las autonómicas de 1998 un gran resultado: 224.001 sufragios (el 17,91% de los votos), 14 escaños y ser tercera fuerza, por detrás del PNV y del PP. En las últimas elecciones vascas, en 2012, los soberanistas se colocaron como segunda fuerza, con 277.923 (25%) y 21 diputados, tras el PNV. Desde entonces su declive electoral es evidente: varapalo en las municipales y forales, donde se dejaron más de 100.000 votos, y sangría electoral de nuevo en los pasados comicios generales, en donde pasaron de siete diputados a las dos representantes que tienen en la actualidad.
A las puertas de la prisión, Otegi tiene previsto este martes hacer su primera declaración pública. Esa misma tarde se le tributará un recibimiento en Elgoibar, su localidad natal, en lo que será el segundo reconocimiento público que el delegado del Gobierno en Euskadi, Carlos Urquijo, ha intentado prohibir sin éxito.Aunque el discurso con contenido político de verdad queda reservado para el velódromo de Anoeta el próximo sábado 5 de marzo. Fue también en ese foro donde en 2004 Otegi hizo la propuesta política para la “resolución del conflicto” en la que por primera vez la izquierda abertzale reconocía la pluralidad de la sociedad vasca. Eran los prolegómenos de las conversaciones fallidas con ETA en la etapa de Zapatero.
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