UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE
Ramón Franquesa
Pedro Montes
Joan Tafalla
Diosdado Toledano
(De la Plataforma salir del Euro)
Después del encuentro celebrado en París el 23 y 24
de enero pasado, las personas y fuerzas políticas agrupadas en lo que se conoce
como el plan B para Europatrasladan su caravana a Madrid los días 19, 20 y 21
febrero.
La puesta en marcha de estas iniciativas revela ante
todo la precaria situación en la que se encuentra la Unión europea y el
incierto proyecto de integración del Continente. Por mucho que se quiera pasar
por alto la desolación social existente, el fracaso de la unión monetaria, el
desconcierto político de Europa, es imposible no detectar un gran malestar
general y no sentirse en la necesidad y obligación para los que se reclaman de
la izquierda de decir algo sobre sobre el mal de fondo, las fracturas en las que
se asienta la actual Unión.
A ello responde el llamado plan B, surgido tras el
desastre que representó la claudicación del gobierno de Tsipras a la Troika en
julio del pasado año. Todo se conmovió en la izquierda, por más que, en nuestro
país en particular, se haya extendido un manto de silencio sobre el análisis y
consecuencias de lo acontecido. Acaban de celebrarse las elecciones generales y
nunca entró en el debate y las propuestas de los partidos el condicionante del
tema europeo, y en el embrollo de la investidura se elude contumaz y
sistemáticamente la respuesta que será forzoso dar a las exigencias de la
Comisión europea, que exige nuevos ajustes y recortes sin tapujo alguno, con
independencia del gobierno que se configure.
http://planbeuropa.es/llamamiento/
Se agrupan en torno al plan B muchos personajes
reconocidos de diferentes países. Inmediatamente se detecta que hay dos
posiciones bien diferenciadas, cuya convivencia no podrá tener una gran
vigencia temporal. Por un lado, están aquellos que habiendo comprendido
correctamente la naturaleza política e ideológica de la unión monetaria, y sus inevitables
consecuencias, que tan de manifiesto se han puesto en Grecia y en otros países
periféricos, entre ellos España, no cabe otra solución que desmantelar la zona
euro, bien sea por un acuerdo colectivo entre los países europeos, o bien sea
porque unilateralmente los países estrangulados por el euro se desprendan el
dogal que los asfixia.Participantes en París como Oskar Lafontaine, Costa
Lapavitsas, Fréderic Lordon o Zoe Konstantopoulou, dejaron nítida su posición a
favor de la ruptura de la unión monetaria.
Pero, junto a ellos, participan en
esa iniciativa otras personas y organizaciones cuyas propuestas no están claras
ni tampoco sus verdaderas intenciones políticas, pues no dejan despejada la
respuesta que dar al euro ni tampoco la forma de acabar con el proyecto de la
unidad europea levantado a partir del Tratado de Maastricht de 1992. Incluso
hablan con desparpajo de “salvar Europa de si misma”, echándose sobre los
hombros una responsabilidad que los pueblos nunca han pedido, sino más bien
todo lo contrariocomo lo demuestran cada vez que han sido consultados. Se ha
llegado a decir que en el plan B conviden dos almas, y cabe admitirlo así, sin
perjuicio de las diferencias y matices que existen en cada una de ellas. (En una reciente entrevista, Oskar Lafontaine ha mostrado discrepancias
claras en relación con los objetivos que viene defendiendo Yanis Varoufakis, famoso ex-ministro griego que
abandonó sin más las negociaciones del gobierno de Tsipras con la Troika).
Desde luego, los promotores del encuentro de Madrid
pertenecen sin duda alguna al sector del alma en pena, de los que no se sabe si
suben o bajan, a juzgar por el documento lanzado para la convocatoria. La
prensa se ha hecho eco de la edición de un manifiesto para la reforma de la Unión
europea bajo la fórmula de un plan B. Vista la lista de los primeros firmantes,
numerosos, reconocidos nombres, con autoridad legítima unos, con cargos otros,
no es sorprendente esa irrupción mediática, ligada además al nombre de
Varoufakis.
En el manifiesto es fácil detectar
el origen ideológico de su elaboración, por más que siempre hay firmantes para
todo, que se dejan seducir fácilmente cuando se hablade democracia y si de
asuntos económicos se trata para no quedar descolgados en el limbo de la ignorancia.Son
los partidarios del no pero si, tan frecuentes en la política. Los que tan
cómodamente se instalan en la confusión y buscan coherencias con argumentos
espurios.
Para muchos de ellos, es preciso criticar
con mucha crudeza a la Unión europea por sus carencias y política, pero no
proponer su liquidación. Paradójicamente denuncian los desastres para los
trabajadores y demás capas populares provocados por la globalización que
representa la zona euro, pero alegan que tiene la ventaja de que ha impulsado
el “internacionalismo”. Afirman que las soluciones no pueden ser nacionales, ni
revertir de nuevo la soberanía a los estados-nación, porque es algo
superadohistóricamente, salvo para los gobiernos de cada país para mejor
extorsionar a sus pueblos amparándose en la internacionalización del capital. Piensan
que realmente no hay solución a los problemas de Europa y de los países
miembros en el marco de la unión monetaria, pero ya estamos afortunadamente
integrados bajo las exigencias y los dogmas del neoliberalismo y quizás
convenga inventar reformas inviables que no supongan rupturas.Se trata de una nueva
edición de la política TINA ( There is not alternative) practicada
recientemente por el gobierno de TsiprasTodo ello nos recuerda al revisionismo taimado y
viejo, arropado de sensibilidad social pero resignado e impotente para evitar
lo que se denuncia. Cortinas de humo para alimentar el oscurantismo, no dejar
ver con claridad a nadie y taparse las vergüenzas propias.
Toda reacción para combatir la UE actual
es bienvenida, pero es muy penoso que tantas firmas ilustres junten su nombre
para producir un manifiesto tan pobre, confuso, desorientado e inútil. Muchos
cerebros para gestar un ratón de manifiesto tan lamentable, cuando la crisis
europea golpea con tanta fuerza y en algunos países de la Unión el dolor y los
sufrimientos y su extensión ciudadana alcanzan situaciones dramáticas, al punto
de que se pueden avecinar encrucijadas políticas donde opciones siniestras
pueden tener su oportunidad, como incluso se menciona en el manifiesto, o plan
B.
Que a estas alturas se venga a
reconocer que la UE no es democrática y que la política está dominada por los
poderes económicos es un gran acierto analítico, si bien ha transcurrido
demasiado tiempo para percatarse de ello y para sentirse en la obligación de
demostrarlo. En efecto, la Unión europea y el sistema económico capitalista, en
su versión más dogmática y neoliberal en que se sustenta, no son democráticos.
Pero cabría exponerlo limpiamente, sin mezclar asuntos y sin amalgamar
problemas. En Grecia, en julio del pasado año, no hubo un golpe de estado
financiero, sino la entrega de un gobierno que, mandatado por los ciudadanos a
no negociar nuevos ajustes y recortes, claudicó ante la Troika y aceptó
estrangular con más fuerza a los trabajadores y capas populares griegas.
Tampoco aclara mucho citar el triste
problema de los refugiados como ligado a la naturaleza de Unión europea, cuando
sobre todo es una situación generada por el imperialismo americano y los juegos
contradictorios y turbios de otros muchos países. En fin, desde el punto de
vista ideológico, decir que las instituciones europeas trabajan a favor de una
pequeña minoría es no haber entendido que esa pequeña minoría representa el
poder de la gran burguesía europea con sus diferentes tensiones y luchas de
poder. No es necesario ridiculizar a Marx para aclarar que en el capitalismo la
inmensa mayoría está doblegada y supeditada a los intereses de la minoritaria,
pero todopoderosa, clase dominante.
Con ese trasfondo analítico y la
trivial conclusión de la falta de democracia en la Unión europea, la inanidad
de las propuestas del manifiesto es tan manifiesta que cabe malévolamente
pensar que su objetivo no es tanto poner fin a la situación desoladora en
tantos sentidos que vive Europa como a confundir la población y darle un
respiro a las instituciones europeas. Ante el malestar y las propuestas más
radicales que han surgido, como la necesidad de que los países recuperen su
soberanía económica y monetaria y abandonen el euro, ya sea cohesionada o
aisladamente, el plan B cabe interpretarlo como un programa de viaje a ninguna
parte. Como un intento de desviar la atención sobre los verdaderos problemas y
sus causas e ilusionar con falsas expectativas a una población desorientada, a
través de la potencia mediática que pueden acumular tantas firmas ilustres
proclamando la nada.
La ambigüedad, la falta de rigor y
la inconcreción de las propuestas como señas del manifiesto no impiden reconocer, como se ha dicho, que participan en torno al Plan B nombres de
prestigio que tienen una posición firme y coherente sobre las implicaciones del
euro y con la ineludible necesidad de desmontarlo. Toda reacción para combatir
la UE actual es bienvenida, pero el tiempo es limitado: no caben debates
académicos ni ocurrencias sin fundamento cuando está demostrado de modo
fehaciente que la causa más decisiva del colapso de Europaes la unión
monetaria.
Dada la existencia de núcleos de rechazo
a la Europa de Maastricht y los trabajadores masivamente de una forma u otra se
han expresado contra las consecuencias económicas y sociales de la moneda
única, los firmantes del manifiesto, con gran sensibilidad política y un
sentido acendrado del “internacionalismo”, se proponen generar un espacio de
confluencia a escala europea, para luchar contra el "modelo" actual
de la política de las instituciones europeas, rompiendo con la austeridad y
democratizándolas radicalmente para que se pongan al servicio de la ciudadanía.
Nobles objetivos, aunque el
manifiesto no se ocupa de desarrollar como acabar con la austeridad, ni como
los países atrapados y en bancarrota con una enorme deuda pueden eludirla, ni
cómo resolver las gravísimas contradicciones que encierra la unión monetaria,
entre otras los tipos de cambio irrevocables que han desencadenado la crisis
actual al provocar profundos desequilibrios económicos y financieros que no
podrán corregirse con los vigentes cambios implícitos entre las monedas por
países.
A pesar de nuestro desacuerdo con el
manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que
representa una contribución para despertar la concienciade los ciudadanos sobre
el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la
desolación económica y social que se ha instalado en muchos países.
En nuestropaís, todos los intentos
por eludir la cuestión europea serán baldíos. Arrojada por la puerta del debate político sin consideraciónn,
la cuestión del euro y de la UE,
se colará
por la ventana por la sencilla
razón de que la Troika amenaza y es muy poderosa y la economíaespañola muy
frágil y vulnerable. Los
partidarios de cualquiera de las versiones del llamado plan B deberán
esforzarse aún mucho para salir de la retórica y para dar una respuesta
concreta y real a los problemas reales y concretos de nuestro pueblo.
14/02/2016
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