Auditoría y reestructuración de la deuda: una propuesta para Podemos.
Resolución presentada por los autores a la Asamblea de Podemos, avalada por el Círculo 3E y aprobada en la Asamblea de Podemos |
Una de las principales
restricciones para la aplicación de un programa de recuperación
económica y transición hacia un nuevo modelo productivo y distributivo
deriva de los elevados niveles de endeudamiento, tanto privado como
público, de la economía española.
Si no se afronta con decisión y de
forma ordenada la resolución del problema de la deuda, las posibilidades
de aplicar medidas de política fiscal expansivas y que éstas induzcan
comportamientos en consonancia por parte de los agentes privados se
verían seriamente cuestionadas. O, lo que es lo mismo, los márgenes para
la aplicación de un programa de recuperación de la soberanía económica
como el que propugna Podemos resultarían comprometidos.
Es por
ello que se impone, como condición necesaria e ineludible para la
aplicación de este programa económico, afrontar la problemática de la
deuda desde una doble perspectiva.
Por un lado, es necesario
realizar un análisis del proceso de endeudamiento público y privado y de
sus consecuencias desde criterios sociales y no exclusivamente
económicos. Para ello hay que llevar a cabo una auditoría desarrollada
por expertos independientes bajo control social efectivo. El control
ciudadano debe garantizar la transparencia del proceso, la elección de
unos criterios que prioricen los intereses colectivos, así como la
publicación y difusión masiva de los resultados de la auditoría. De esta
forma la auditoría ciudadana debiera convertirse en un mecanismo de
socialización popular del problema al que nos enfrentamos, de su origen y
de las consecuencias derivadas de las distintas posibilidades para su
resolución.
Por otro lado, es necesario iniciar una estrategia
para la reestructuración ordenada de la deuda, tanto pública como
privada. Para que logre los mejores resultados posibles conviene que
dicha reestructuración trascienda el ámbito estatal para acometerse de
forma coordinada, al menos, entre las economías periféricas europeas.
Así que trabajar en este sentido debe ser una prioridad. En cualquier
caso, no por ello debe descartarse la posibilidad de promover el proceso
de reestructuración de forma unilateral cuando no se den las
condiciones políticas para la solución coordinada a nivel internacional.
Ambas
intervenciones –auditoría y reestructuración-tienen finalidades y
sentidos diferentes aunque son complementarias desde una perspectiva
política y social. Sin embargo, esa complementariedad no debe entenderse
como una relación de interdependencia simbiótica en lo que a su
aplicación se refiere. Es más, con independencia de que la auditoría de
la deuda se realice o no y de cuál fuera su resultado, lo que sí debe
quedar claro es que, de cara a dotar de potencia transformadora efectiva
al programa de Podemos, será ineludible realizar una reestructuración
ordenada de la deuda. Así es defendido, por ejemplo, por instancias tan
poco sospechosas de favorecer los intereses de los deudores como es el
propio FMI.
Veamos sintéticamente ambos instrumentos de intervención de forma diferenciada.
¿Qué debería promover Podemos en materia de auditoría y por qué?
Una
auditoría ciudadana de la deuda es un instrumento de concienciación y
movilización social a través del cual la ciudadanía organizada inicia
una revisión del origen y del estado de la deuda, debiendo abarcar dicha
auditoría tanto a la deuda pública como algunos componentes de la
privada.
La finalidad de la auditoría es ir más allá de lo
fiscalizado por las instituciones públicas a las que corresponde tal
labor y que, a tal efecto, se limitan a controlar y certificar la
legalidad de los procedimientos. Su objetivo último es conocer y
difundir cuál es la magnitud, las condiciones, el objeto y las
responsabilidades del endeudamiento que se ha producido en la sociedad.
Como resultado de ese proceso, la ciudadanía podrá discernir
adecuadamente qué deudas pueden considerarse ilegítimas. Ese será el
caso, por ejemplo, de la deuda pública que se demuestre que fue
contraída en contra del interés general porque los recursos financieros
que se obtuvieron se dedicaron a salvaguardar los privilegios de los
grupos de poder, en lugar de destinarse a la satisfacción y protección
de los derechos básicos reconocidos en la Constitución.
En
definitiva, a través de la auditoría de la deuda se trata de dilucidar
qué deudas pueden considerarse ilegítimas, ya sea en función de su
origen (fundamentalmente aquellas derivadas de gastos que favorecieron
intereses particulares en vez de generales), a causa de un proceso de
endeudamiento irregular (es el caso de las cláusulas abusivas o los
problemas de información), o a causa de elementos derivados de su
ejecución. Adicionalmente, la auditoría debe determinar el grado de
corresponsabilidad de gobernantes y acreedores en dichos procesos.
Por
último, conviene enfatizar que, más allá de la distinción y
cuantificación de las deudas legítimas e ilegítimas, un objetivo
prioritario de la auditoría es el refuerzo de la conciencia social con
respecto a la situación real de endeudamiento y sus implicaciones. La
información veraz y completa es la forma más efectiva de cuestionar el
dogma de que toda deuda debe pagarse con independencia de las
consecuencias que de ello se deriven sobre la capacidad del Estado para
atender las necesidades básicas de la población y dar viabilidad a la
recuperación económica. Sólo por esa razón, la auditoría de la deuda ya
merecería ser realizada; máxime cuando a través de esta vía se
reforzarán las condiciones sociales subjetivas para afrontar el proceso
de reestructuración de la deuda que, en cualquier caso, este país tiene
que acometer. Lo explicamos a continuación.
¿Qué debería promover Podemos en materia de reestructuración de deuda y por qué?
El
punto de partida de la posición de Podemos en materia de
reestructuración de la deuda debe ser el esfuerzo por instaurar como
sentido común la idea de que la reestructuración es condición sine quae non
para la aplicación de cualquier programa económico que tenga como
objetivo la recuperación de las condiciones económicas y de bienestar de
la población.
Esto significa que es necesario vencer el discurso
de que no queremos pagar las deudas, demostrando que no es una cuestión
de voluntad, ni tan siquiera de equidad social (aunque también), sino
que se trata en primer término de una cuestión de eficiencia económica y
de necesidad: en el marco del euro, la economía española no puede
retornar a una senda de estabilidad y crecimiento –al tiempo que intenta
transformar su modelo productivo– si no acomete un proceso ordenado de
reestructuración de la deuda pública que permita liberar para tales
fines los recursos que ahora son transferidos desde los Presupuestos
Generales del Estado –esto es, desde nuestros impuestos– a los tenedores
de deuda -es decir, a las instituciones bancarias y financieras,
principalmente-.
Hasta que esta dinámica no se interrumpa, la
deuda pública seguirá aumentando o, en su defecto, deberán generarse
importantes superávit fiscales primarios destinados a ir cancelándola.
Es decir, que los esfuerzos fiscales que se hagan para incrementar los
ingresos públicos no se podrán destinar a satisfacer niveles crecientes
de bienestar social sino que seguirán siendo transferidos a los
tenedores de deuda, ya sea bajo la forma de intereses o vía cancelación
del principal a su vencimiento.
Para ser efectiva en términos de
reactivación económica, los términos de la reestructuración deben
abarcar todas las dimensiones de la deuda. Esto es: renegociación de
tipos de interés y, en su caso, periodos de carencia; alargamiento de
los plazos de vencimiento y amortización de la misma; y, finalmente,
quitas parciales.
De modo análogo, sin un proceso de
reestructuración de la deuda que tienen los actores del sector privado
–aún más apalancado que el sector público– no será posible tampoco que
la política económica pueda propiciar un restablecimiento significativo
ni de la inversión ni del consumo. No será la recuperación económica la
que facilite el desendeudamiento de empresas y hogares sino, a la
inversa, la reestructuración de la deuda empresarial y, especialmente,
de la hipotecaria, la vía necesaria para la recuperación de la demanda
interna. En concreto, una reducción en el valor facial de las hipotecas
de primeras viviendas en el caso de las familias que cumplan ciertos
criterios sociales es un buen punto de partida para esta
reestructuración.
Por todo ello, Podemos intentará promover a
nivel europeo y, especialmente, en el marco de los países periféricos,
un proceso de reestructuración ordenada de deuda. Ahora bien, insistimos
en que si, a pesar de la convergencia de intereses no existe una
convergencia de voluntades a nivel político entre los estados
periféricos, España deberá comenzar a acometer la reestructuración en
solitario o en compañía de aquellos países que estén dispuestos a ello.
En cualquier caso, el peso económico de España al interior de la
Eurozona y el monto de su deuda externa viabilizan la posibilidad de
liderar dicho proceso o, en caso extremo, de que sus propuestas deban
ser seriamente consideradas por parte de los acreedores.
Por otro
lado, es fundamental que la estrategia de reestructuración revista
naturaleza cooperativa entre acreedores y deudores y no prime, como en
el caso griego, los intereses de los primeros frente a los segundos.
En
efecto, el tratamiento de la deuda griega intermediado por la Troika
pone de manifiesto que las reestructuraciones que se imponen por parte
de los acreedores, aun cuando llegaran a suponer quitas parciales como
ocurrió con la deuda griega en 2011, no se promueven con la voluntad de
resolver el problema de endeudamiento del deudor, sino de alargar en el
tiempo las transferencias de recursos hacia los acreedores. Sólo
negociando soluciones cooperativas podrá enfrentarse la problemática de
la deuda con perspectivas de resolución perdurables en el tiempo. Y para
ello se hace imprescindible una intermediación equitativa entre
deudores y acreedores, así como la voluntad política firme de anteponer
los intereses colectivos por encima de los intereses particulares del
sector financiero privado, principal acreedor.
El objetivo no es
no pagar la deuda. El objetivo es recuperar un nivel de endeudamiento y
una senda de sostenibilidad de la misma que posibilite la recuperación
de los niveles de bienestar de la población, así como la transformación
de un modelo productivo que, de no hacerse, condenará a la economía
española a una situación de dependencia y subdesarrollo indigna de las
posibilidades y potencialidades de nuestra sociedad. El escenario
alternativo a la reestructuración de la deuda que se abre ante nuestros
ojos es el de la degradación creciente de los servicios sociales
públicos, el prolongado estancamiento económico, el elevadísimo
desempleo estructural y, en definitiva, el de una década perdida.
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