Capitalismo, desarrollo y cambio climático
Hace todavía unas pocas semanas que se celebró, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, la última Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático. Las noticias esos días nos hablaron del encendido de todas las alarmas ante las graves consecuencias que ya sufre el planeta y todos los seres vivos del mismo, incluido el ser humano; también nos decían que el futuro inmediato se presenta aún más grave. Sin embargo, en unos pocos días nuevamente se dejó de hablar de este problema en los mismos grandes medios de comunicación y el asunto pareciera volver al olvido. Un resumen sencillo, casi telegráfico, de esta gran reunión de jefes de estado de todo el mundo, podría hacerse señalando que la misma se ha reducido (una vez más) a grandes discursos, muchas buenas intenciones, pocas medidas prácticas y menos compromisos firmes para combatir realmente el cambio climático.
Cierto es que no se convocaba esta
cumbre con la resuelta intención de alcanzar esos compromisos. Éstos se
pretenden lograr en la próxima cumbre, a celebrarse a finales de 2015 en
París, con un nuevo tratado vinculante que sustituya al fracasado de
Kioto para, sobre todo, la disminución de los gases de efecto
invernadero. Pero, el problema real, es que el creciente y ya claramente
percibido cambio climático, exige ya tomar medidas profundas y no
seguir "mareando la perdiz" con conversaciones, consultas y buenas
intenciones.
Esa es la cuestión esencial, y que los grandes
poderes económicos y políticos pretenden seguir ocultando, que enfrentar
este problema no puede seguir siendo retrasado. Es evidente que en esta
actitud tienen mucho que ver el saber que dicha cuestión ha sido
creada, precisamente, por las decisiones y actuaciones de estos poderes a
lo largo de los dos últimos siglos, pero con especial gravedad en las
últimas décadas. Saben que si el problema se enfrenta en las dimensiones
que debe de abordarse se deberán cuestionar radicalmente los pilares
más básicos del sistema capitalista y su modelo de desarrollo. Y eso es
algo que se niegan a afrontar mientras sigan siendo poder dominante, por
que ese sistema y modelo son precisamente la base del mismo.
A
ello se suma el hecho de que quienes realmente sufren, a día de hoy, los
peores efectos del cambio climático, a pesar de ser los menos
responsables del mismo, son los todavía llamados países en vías de
desarrollo, países alejados de esos centros de poder. Injusticia
absoluta que tiene rostros y nombres en los millones de personas
golpeadas casi diariamente por los desastres más devastadores como,
entre otros, aquellos derivados de los fenómenos metereológicos extremos
(sequías, inundaciones, tifones...). Entre ellos, y más
específicamente, millones de mujeres que, una vez más, también sufren
doblemente por su exposición permanente a la continua violación de los
derechos más elementales y, en muchos de estos casos, por llevarlas a
cargar con las consecuencias más duras de estos desastres, generalmente
traducido en nuevas y mayores cotas de empobrecimiento.
Pero,
al igual que hay protagonistas en lo negativo de estas situaciones, hay
también unos titulares de obligaciones sobre las mismas; dicho de otra
manera, hay claramente identificables unos responsables, también con
caras y apellidos (generalmente la alta clase política y aquellos que
engrosan consejos de administración de grandes transnacionales,
bancos...). Aquellos que han propugnado y llevado adelante el actual
modelo desenfrenado de desarrollo en el marco del sistema capitalista
(expolio absoluto de la naturaleza, privatización de servicios y
sectores productivos estratégicos, endeudamiento y austeridad,
desaparición del estado y sumisión de la política a la economía), en la
búsqueda única y permanente del máximo de beneficios y el aumento
exponencial de sus tasas de ganancias a cualquier precio. Y ese precio,
además de en la explotación sistemática de las personas (precarización
del trabajo, desvío de la riqueza generada por el trabajo hacia los
grandes capitales,…), se encuentra también en el aumento de la
temperatura del planeta, el deshielo y subida del nivel de los mares,
los altísimos grados de contaminación y degradación medioambiental, las
sequías e inundaciones extremas...; ésta es la cuenta de resultados que
el sistema de desarrollo capitalista pretende seguir escondiendo,
incluso cuando se reúne en las grandes cumbres internacionales.
Todo este escenario construido por dicho sistema hipoteca no solo las
perspectivas de desarrollo sostenible de muchos pueblos y personas, sino
también la propia existencia física de algunos países (estados
insulares condenados a desaparecer tragados literalmente por los
océanos) y la viabilidad de otros muchos como sociedades sostenibles,
además de ejercer su dominio cuasi imperial sobre la mayoría de los
pueblos. Por otra parte, y como ya se ha reiterado en multitud de
estudios científicos, hoy está en cuestión la misma existencia de miles
de ecosistemas (algunos ya desaparecidos) y, por lo tanto, la misma
tierra como planeta apto para la vida humana.
La erradicación
de la pobreza, la redistribución equitativa de la riqueza y la
construcción de sociedades más justas y democráticas deberían seguir
siendo prioridades para el mundo. Pero el actual modelo de desarrollo,
con las innegables consecuencias ya mencionadas, no hace sino contribuir
a que esos objetivos sigan siendo utopía inalcanzable para millones y
millones de personas.
Por todo ello, habría que reiterar que no
es aceptable, una vez más, el retraso en la adopción de medidas
concretas y firmes para la urgente estabilización y disminución de las
altas concentraciones de gases de efecto invernadero, a fin de
reasegurar la vida en el planeta y combatir eficientemente el cambio
climático. Pero hay que afirmar igualmente que tampoco es postergable la
eliminación de la alta concentración de "gases nocivos para la vida
humana digna"; léase como alta concentración de riqueza en unas pocas
manos en detrimento de las mayorías y el mantenimiento del modelo actual
modelo neoliberal de desarrollo capitalista.
Dígase con
claridad. Ya no se trata solo de mitigar las consecuencias del cambio
climático, "de seguir poniendo tiritas", sino de transformar
radicalmente al responsable último de esta situación. Por eso, erradicar
el sistema capitalista, protagonista de este proceso de deterioro de la
vida, es una condición necesaria para la verdadera eliminación de la
pobreza en el mundo, así como de las desigualdades de género, y de
riqueza entre los pueblos, al igual que las causas que, en suma, han
generado en los últimos 200 años la situación de riesgo para la
continuidad del planeta y para la propia existencia en el mismo. En
suma, para asegurar la viabilidad hoy de la Tierra como espacio
sostenible para la vida de las generaciones futuras.
Porque,
tal y como declaró en las propias Naciones Unidas el presidente Evo
Morales, "la solución a la crisis climática requiere cambios profundos
en nuestras visiones del desarrollo, tenemos que promover un desarrollo
integral en armonía con la Madre Naturaleza". Dicho de otra manera, ya
que el capitalismo no ha contribuido sino a la destrucción sistemática
de la naturaleza, hora es ya de reconocer que la solución al cambio
climático y al desarrollo sostenible de los pueblos no puede estar, ni
venir de este sistema, aunque algunos quieran disfrazarlo de verde y
sostenible. Pasó el tiempo de medidas mitigadoras o adaptativas al
cambio climático. Es el tiempo de las alternativas profundas al modelo
de desarrollo para realmente poder revertir las consecuencias dramáticas
que ya vivimos las personas, pueblos y el propio planeta Tierra.
Jesus González Pazos. Miembro de Mugarik Gabe
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