¿Regeneración democrática?. Sabino Cuadra Lasarte. Rebelión
Estamos en vísperas electorales. De aquí a un año, municipales, autonómicas y estatales. Buenos tiempos para la lírica. En las europeas, el PP y el PSOE le han visto las orejas al lobo. Por eso, donde ayer dijeron “digo” hoy dicen “Diego” y, día sí, día también, no paran de hablar de “regeneración democrática”. Si uno dice dos, el otro contesta que cuatro. Les siguen, a la zaga, los grandes medios de comunicación. El País se ha pegado diez días, raca-raca, raca-raca, a dos/tres páginas diarias con el tema ¿Quién da más?
No seré yo quien quite nada de importancia a lo que
se está planteando al efecto, porque la democracia española hiede. Quien
esto escribe tiene que poner a airear la ropa cada vez que vuelve a
casa del Congreso. Es como cuando se fumaba en los bares y uno salía de
andada el finde: el olor a tabaco no había quien lo quitara. Bienvenido
pues todo lo que se avance en relación con listas abiertas,
incompatibilidades, control financiero a los partidos, supresión de
aforamientos, anulación de todo tipo de privilegios,….
Pero
sigue habiendo otras muchas e importantes “degeneraciones
antidemocráticas” que no aparecen en estos debates-saldo de fin de
temporada. Ahí van diez ejemplos. Hay más, pero creo que son
suficientes.
Uno: la monarquía. ¿Hay algo más degenerado
democráticamente que un Jefe del Estado y del Ejército cuyo cargo se
fundamenta en razones genéticas? Pasada ya la abdicación del decrépito
J.C. el tema ha desaparecido del debate político. El nuevo rey, al igual
que en su día se decía de su padre, es un “buen mozo que apunta
democráticas maneras”. El guión se repite.
Dos: la Iglesia.
¿Conoce alguien algún grupo o institución que cobre más subvenciones,
posea más liberados pagados con dinero público –profes de religión-,
tenga más exenciones fiscales, goce de más privilegios, cuente con una
organización interna más antidemocrática y misógina y sea más opaca en
sus cuentas que la sacrosanta? ¿En qué se concreta aquí la
“regeneración”?
Tres: la ley de Amnistía de 1977. Gracias a ella
-caso único en Europa-, se cubrió de silencio e impunidad un pasado de
40 años de crímenes, trabajos forzados, desapariciones, exilio,
torturas, cárcel… Miles de responsables de todo lo anterior pasean aún
orgullosos sus democráticos pedigrís por playas y consejos de
Administración. La verdad, la justicia y la reparación aún hibernan
Cuatro: la Audiencia Nacional. El Gobierno no quiere la paz, sino la
victoria. Una victoria parecida a la del 39 que lo llenó todo con listas
de “caídos por Dios y por España” y reservó las cunetas y simas para
más de cien mil desaparecidos. La Audiencia, heredera del Tribunal de
Orden Público franquista, trabaja hoy a destajo con la ciudadanía vasca a
ella “aforada”. Mientras tanto, regeneradores democráticos de todo tipo
miran para otro lado.
Cinco: el derecho a decidir. La España
constitucional “indivisible e indisoluble” sucedió a aquella otra “una,
grande y libre” de Franco, y ésta a los saldos de aquel imperio en el
que “no se ponía el sol”, heredero a su vez de la obra de Isabel y
Fernando, fundadores de la España nacida de la conquista, la Inquisición
y la imposición cultural y religiosa. Y así hasta Viriato. En Catalunya
no se puede ni siquiera preguntar a la gente qué quiere ser de mayor.
Seis: Estado policial. El Estado español cuenta con los menores índices
de criminalidad de Europa y los más altos de población encarcelada,
pero se va a endurecer aún más el Código Penal y la Ley de Seguridad
Ciudadana. El “derecho penal del enemigo” cruza el Ebro y se extiende
por todo el Estado. Dentro de unos días juzgarán en la Audiencia
Nacional a Alfon, el de Vallecas. El régimen no busca la paz, sino el
orden. La disidencia es delito.
Siete: presos y presas
políticas vascas. ¿Cuál es el delito de miles de familiares y amistades
que tienen que recorrer anualmente millones de kilómetros para ver a los
suyos? ¿Quién responde por los cientos de años de cárcel de más
cumplidos por aquellos que padecieron la doctrina “Parot”? La pregunta a
responder es sencilla: ¿tiene toda esta gente derechos humanos?
Ocho: patriarcado. La cosa va bastante más allá de pinceladas legales
igualitarias. El debate sobre el aborto no son los plazos ni los
supuestos, sino el derecho a decidir sobre tu propio cuerpo y que nadie
lo haga por ti. Junto a ello, hoy, el desmantelamiento de los servicios
sociales va parejo a los recortes de unas insuficientes leyes de
Igualdad y Dependencia. Lo uno lleva a lo otro.
Nueve:
democracia plena. La democracia, o es gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo, o no lo es. Las elecciones han de ser parte esencial
de aquella, pero por si solas no bastan. Igual de importante debe ser el
derecho a realizar consultas y referéndum cuando proceda, la
posibilidad de revocación de cargos, la participación, la
transparencia,…
Diez: democracia social. El ámbito de lo
“político” no puede ser lo único reservado a la democracia. Ésta debe
bajar también a los centros de trabajo y de estudio, a los barrios y al
conjunto de la vida social. Una Constitución democrática debería también
garantizar que todos los trabajos –“productivos” y “reproductivos”-
tengan la misma consideración legal y social.
La “regeneración
democrática” de la que se habla suena a hueco. No solo porque se siguen
manteniendo importantes discriminaciones (ley D’Hont; mínimos
electorales,…), sino porque, a la par, se anuncian nuevos hachazos
antidemocráticos: elección de alcaldes, Ley de Seguridad Ciudadana…. Es
decir, un pasito hacia adelante, dos zancadas hacia atrás. Son unos
trileros.
Pero hay más. Las medidas propuestas ni siquiera
parchean lo substancial. Hablo en gran medida, como ya he señalado, de
las herencias de aquella Transición tramposa. Hablo de que sin avanzar
definitivamente hacia una “ruptura democrática”, las “regeneraciones” de
hoy se las acabará comiendo el Régimen en dos días. ¡Al loro, que esta
película ya la hemos visto!
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