Miguel Manzanera
Salavert, Rebelión, (Este artículo se publicará próximamente
en los Cuadernos de Renta Básica)
Puede parecer paradójica la
propuesta de una Renta Básica de carácter universal como derecho de ciudadanía,
en este momento de depresión económica, cuando se recortan todo tipo de
derechos económicos, políticos y sociales. Pero precisamente por causa de la
crisis capitalista, algunos pensamos que éste es el mejor momento para hacerlo.
Por varios motivos. Los primeros de carácter solidario, presentan la exigencia
de que todo ser humano tenga los recursos suficientes para desarrollar su vida
en plenitud. En un momento en que grandes capas de la población española y
europea se hunden en la miseria, se hace necesario remediar la situación de los
más pobres. Se deben resolver las situaciones desesperadas por razones
humanitarias, pero sobre todo para evitar conflictos sociales y catástrofes
mayores: es de sobra conocido que sólo una sociedad justa y solidaria puede
vivir reconciliada y en paz. La actual deriva capitalista puede conducirnos a
catástrofes similares a las que acontecieron en la primera mitad del siglo XX.
La segunda clase de razones son
de índole económica, y contemplan la Renta Básica como un instrumento para el
desarrollo social, superando las estructuras económicas del capitalismo. Voy a
centrarme en estos últimos, fundándome en la crítica marxista. La actual crisis
económica, que era previsible desde los parámetros del materialismo científico,
muestra las debilidades del sistema de mercado y sólo se resolverá aboliendo el
liberalismo económico. Sin embargo, podemos afirmar que la civilización
capitalista he entrado en una fase terminal por causa de la crisis ecológica,
que podemos vislumbrar para el siglo XXI; ésta pone la superación del
capitalismo sobre el horizonte histórico de la humanidad actual. Es dentro de
ese contexto que debemos pensar la Renta Básica en sus efectos sobre el orden social
y el desarrollo histórico.
¿Qué papel jugará la Renta Básica y cómo
puede aplicarse para superar el sistema de la explotación del trabajo y la
tierra, avanzando hacia la emancipación humana? Una objeción típica a la Renta Básica es que
sin estímulos para el consumo, los trabajadores no querrán trabajar. Como
consecuencia no se producirán bienes económicos y entraremos en una espiral de
inflación y pobreza, generalizadas y cada vez mayores. Subyace a este argumento
una visión alienada del trabajo humano, pero incluso así tiene la ventaja de
mostrarnos una estructura básica del modo de producción capitalista. Como
muestra Marx en su análisis de la economía política capitalista, los
empresarios llevan a los trabajadores a las fábricas con el látigo del
hambre. Quiere decir esto que la carencia de recursos para sostener su
vida, la absoluta desposesión a la que se ven sometidos los proletarios,
constituye la más poderosa coerción para obligarles a ponerse a disposición de
los empresarios, vendiendo su fuerza de trabajo en el mercado a cambio de un
salario.
Imaginemos que no existe esa
coerción. ¿Qué instrumento podría utilizar el empresario –o una clase dominante
equivalente- para explotar a los trabajadores? ¿El más puro autoritarismo, la
disciplina más férrea, el fascismo más atroz? Bajo la dictadura franquista en
España, donde el mercado de trabajo estaba severamente limitado porque los
trabajadores tenían casi garantizado el puesto de trabajo de por vida, el
control de la clase trabajadora se hacía mediante su encuadramiento en los
sindicatos fascistas a través de una fuerte represión social, como bien se
recordará. Este ejemplo nos lleva a pensar que la propuesta de Renta Básica
–que va más allá de la garantía del trabajo al prover de los bienes necesarios
para la vida-, nos coloca frente a una disyuntiva histórica. La superación del
capitalismo, ¿nos llevará a un nuevo sistema de clases? ¿Cómo podríamos
garantizar la producción económica? ¿Tendríamos que volver a una especie de
esclavismo, donde el amo sostiene la vida del esclavo en propio interés? ¿O
bien se podría progresar más allá de la sociedad capitalista hacia un modo de
producción fundado en la abolición de las clases sociales?
Creemos que la Renta Básica debe
constituir un mecanismo de desarrollo social hacia una economía alternativa en
una sociedad más justa, tal vez la piedra angular de una economía socialista
postcapitalista. Pero, ¿bajo qué condiciones debe articularse para poder jugar
ese papel revolucionario? No se trata sólo de reivindicar la Renta Básica como un
derecho fundamental de la ciudadanía, que garantice las necesidades básicas a
todos los miembros de la sociedad, sino de ir más lejos, comprendiendo sus
efectos sociales y previendo sus aplicaciones posibles e imposibles, deseables
o bien indeseables. Desde el marxismo concebimos la economía como una ciencia,
capaz de servir a los objetivos de la emancipación humana. De otro modo,
queriendo implantar de buena fe una renta de estas características, podríamos
acabar en un rotundo fracaso que nos hiciera retroceder hacia estadios más
bárbaros todavía –y no sería la primera vez que pasase algo así.
Propongo un breve análisis del
papel económico que la
Renta Básica habría de jugar en una sociedad socialista. En
primer lugar, señalar que el tipo de racionalidad instrumental propia del
socialismo es inversa a la racionalidad capitalista. El capitalismo se rige por
el criterio de eficacia, la multiplicación de las mercancías en el constante
crecimiento de la producción. El incremento del PIB es condición indispensable
del buen funcionamiento de la economía de mercado, y el sistema entra en
recesión desde el momento mismo en que deja de crecer. Pero cuando el
desarrollo de la civilización industrial moderna está alcanzando los límites
del planeta Tierra, se hace necesario transformar en profundidad el sistema
económico si es que la humanidad debe sobrevivir en el futuro.1
En cambio, el socialismo deberá
fundarse en la eficiencia, es decir, en el ahorro de los medios utilizados para
conseguir el bienestar humano. El modelo de ese futuro puede ser la República de Cuba, que
ha sido capaz de alcanzar un importante desarrollo humano manteniendo la
sostenibilidad de su economía.2 Por poner un ejemplo, mientras que
un médico capitalista es un trabajador altamente cualificado, que tiene unas
remuneraciones elevadas para gastarlas en llevar un alto nivel de vida
consumiendo a tenor de sus rentas, el médico cubano realiza misiones médicas en
todo el mundo por unos rendimientos salariales muy modestos, que son índice de
un nivel de consumo muy austero. Las utilidades producidas por el médico
cubano son similares, o incluso mayores, a las producidas por el médico que
ofrece sus servicios en el mercado; pero el coste es mucho menor.
Dejo de lado, momentáneamente, el
problema de la libertad, que se plantea de modo diferente en ambos sistemas.
Antes debemos aclarar un concepto que se ha introducido en el texto: subrayo la
palabra ‘utilidades’. Proviene del liberalismo progresista del XIX, pero
concuerda con los fundamentos marxistas del análisis económico. A mi juicio ese
concepto debe orientar las investigaciones económicas para la superación del
capitalismo; viene expuesto en la sección primera, volumen primero, de El
Capital de Marx, titulada ‘Mercancía y Dinero’. Se estudia aquí la
distinción entre valor de uso y valor de cambio. Mientras que la economía de
mercado se basa en el valor de cambio, realizado a través del dinero y
contabilizado por unidades monetarias, el análisis económico nos descubre el
valor de uso como auténtico significado de la producción humana. Buena parte de
las anomalías que produce la economía capitalista, deriva de estar centrada
exclusivamente en el factor mercado y el valor de cambio, ignorando que el
dinero es un instrumento para el bienestar humano, no el objetivo de la
producción. La producción económica es creación de valores de uso para la vida
humana, pues queremos trabajar para vivir bien, y no para la valorización del
capital.
En la contabilidad económica de
la ciencia mercantil, el valor de uso desaparece en virtud del valor de cambio
–del mismo modo, que el capital parece producir la riqueza sustituyendo al
trabajo en el imaginario colectivo-. Los precios, como medida del valor
económico de las mercancías, determinan los procesos económicos
independientemente del valor de uso. El dinero y sus flujos se convierten en
agentes fundamentales de la producción, desvalorizando el trabajo humano y sus
capacidades creadoras. Con el fetichismo de la mercancía se nos aparece la
riqueza como un fruto del dinero y el mercado, y no como el producto del
trabajo humano o como disponibilidad de la naturaleza terrestre. Pero la actual
evidencia no muestra que el hiperdesarrollo de los mecanismos de intercambio en
el mercado –dinero, capital financiero y comercial, instrumentos crediticios,
etc.-, es responsable de habernos traído hasta esta situación insostenible.
El dinero no se come, no
calienta, no abriga, no viste, etc., sólo sirve para adquirir los objetos que
se comen, calientan, abrigan, visten, etc. Por tanto una Renta Básica, que no
es más que dinero, no resuelve los problemas de la vida cotidiana: lo que la
gente necesita para vivir está producido por el trabajo humano, o bien generado
gratuitamente por la naturaleza, y lo que necesitamos es una organización justa
de la producción y la distribución de los valores de uso; en caso contrario,
los ciudadanos podrían encontrarse con una Renta Básica formulada en términos
monetarios con la que no se podría comprar nada, porque no habría nadie para producir
los valores de uso que se pueden adquirir con ella.
Así que debemos profundizar más
en estos conceptos para comprender qué tipo de Renta Básica podrá resolver el
problema de alcanzar un nuevo modo de producción. Como se ha señalado, una
economía alternativa tendrá que fundarse en la producción de valores de uso.
Los teóricos de la Economía
del Bienestar, que predominó en los países desarrollados durante los años
centrales del siglo XX, recurrieron al concepto de ‘utilidad’ (de Bentham y
Stuart Mill), explicando con éste la producción económica de la época, que
combinaba la regulación económica del mercado con la intervención del Estado.
Las utilidades representan la producción económica del sector público, que no
se rigen por la ley del beneficio en los intercambios mercantiles. Sin embargo,
esa reforma de la economía de mercado no abolió el desarrollo insostenible a
largo plazo que caracteriza al capitalismo: explotación de los trabajadores y
de la tierra, imperialismo y distribución injusta de la riqueza, destrucción de
la vida en el planeta tierra, etc. Los mecanismos básicos del Estado del
Bienestar continuaron siendo los mismos que los del mercado liberal, y el
beneficio capitalista privado constituyó una condición imprescindible para el
buen funcionamiento del sistema. Por eso cuando llegó la depresión –por causa
de la primera crisis de petróleo en los años 70- y los beneficios empresariales
disminuyeron, comenzó el desmantelamiento de la Economía del Bienestar
que dura hasta nuestro días.
Por tanto, una teoría económica
que tome en cuenta los valores de uso ya ha existido en la economía
desarrollada, aunque sea de forma incompleta. Y además también existen sectores
económicos en los que predomina la producción de valores de uso sobre la
producción de valores de cambio. Fijémonos por un momento en el papel de las
mujeres en nuestro sistema social. Por el mero hecho de ser mujer asume una
serie de actividades –que bien podrían catalogarse de trabajos-; éstas forman
parte de su personalidad y no son remuneradas por el mercado: cuidado de la
familia, atención a ancianos y enfermos, preparación de alimentos, limpieza del
hogar, creación de un ambiente agradable para la vida cotidiana, educación
primaria y socialización de los hijos, etc. En resumen, toda la reproducción de
la fuerza de trabajo, gastada en la producción económica, está encomendada a
las mujeres y se realiza de forma gratuita. Es verdad que se puede considerar
que esa actividad económica está incluida en el salario de los varones; pero no
deja de ser cierto que esos valores de uso no están mercantilizados en el
capitalismo.
La producción de valores de uso
por la fuerza de trabajo femenina en la sociedad patriarcal, es un ejemplo de
una economía, llamada doméstica, que si bien está subordinada al orden del
sistema capitalista, no depende directamente del mercado, ni del dinero y el
valor de cambio. ¿Podría generalizarse esta forma de producción económica a
gran escala, para constituir un modo de producción alternativo al capitalismo?
¿Cuáles serían las condiciones para que se pudiera desarrollar tal forma
económica? Tenemos que añadir lo obvio: que la sociedad ejerce un grado de
violencia sobre las mujeres, para que asuman el rol que tienen asignado. Como
sucede en casi todas las instituciones sociales, este sector de la economía
combina la coacción y el consenso entre los estímulos para la actividad
productiva. Las investigaciones realizadas bajo el paradigma feminista bien
pueden arrojar luz sobre esta cuestión.
La producción de valores de uso
fue también el eje de la planificación económica socialista en los países de la
antigua órbita de la URSS.
Aquí se plantearon varios problemas, unos teóricos –la
complejidad del cálculo matricial necesario para coordinar la producción a gran
escala-, y otros prácticos –la rigidez de las estructuras burocráticas
encargadas de organizar la producción, como consecuencia de la aparición de una
capa social privilegiada de burócratas y directores de empresas socialistas,
una nueva clase social en definitiva-. La garantía que ofrecía el sistema de
tener cubiertas las necesidades básicas, poseyendo los bienes necesarios para
el desarrollo de la vida individual, dependía de un régimen tiránico e
relativamente ineficaz. La superación del reino de la necesidad no conducía al
reino de la libertad. Y el desarrollo del marxismo en ese contexto estuvo
deformado por los condicionamientos políticos de aquellas sociedades.
Tenemos, por tanto, algunas
experiencias que nos pueden ayudar a entender lo que buscamos: una forma de
producción de utilidades o valores de uso, que sea independiente del mercado y
sus valores de cambio. En todas ellas hemos podido percibir la existencia de
algún tipo de coacción o restricción de la libertad, y debemos preguntarnos si
existe alguna forma de eliminar esa coacción a través del desarrollo de la
consciencia personal o de clase, es decir, de la dimensión social del ser
humano. En la reivindicación de la Renta Básica late un contenido utópico que nos
promete alcanzar el Reino de la
Libertad, superando el Reino de la Necesidad. Pero no
podemos ilusionarnos con promesas vanas, sino entender los verdaderos procesos
históricos que nos hacen avanzar en la liberarión humana.
El problema de la libertad es
complejo. La ideología liberal que impulsa el desarrollo capitalista,
interpreta la libertad como actividad económica mercantil sin coerciones,
libertad para los empresarios. Es un concepto de libertad que no puede
interesar a la clase trabajadora, que por el contrario se ve sometida a una
explotación capitalista; la
Renta Básica ofrece una libertad económica muy superior a los
trabajadores, pero deja sin resolver el problema de la organización del
trabajo. Como demuestra la experiencia histórica, la enorme complejidad de la
división del trabajo en las sociedades desarrolladas no se resuelve con buenas
intenciones. La propuesta comunista exige un avance moral de la humanidad al
tiempo que se desarrollan las capacidades tecno-científicas y productivas: un
desarrollo de la conciencia humana en los valores de la solidaridad y la
justicia, una mayor responsabilidad personal, mejores formas de comunicación,
publicidad y transparencia social, información científica contrastada, etc.
Para ello hace falta también un desarrollo de las instituciones sociales, que sean
capaces de satisfacer todas esas condiciones de complejidad, y además superar
las estructuras jerárquicas en la organización social, caminando hacia lo que
algunos autores han denominado ‘hiper-complejidad’.
Caminar hacia una nueva economía
socialista, tiene como condición subordinar la economía monetaria de los
intercambios a las necesidades cotidianas de las gentes. Constituir una
economía fundada en el valor de uso, será al mismo tiempo rebajar la
importancia transcedente del dinero en la economía capitalista. Es aquí donde
aparece la Renta Básica
como un mecanismo para yugular la fuerza del mercado, en una de sus principales
ramas: el mercado de fuerza de trabajo, donde los trabajadores encuentran
empleo a sus habilidades a cambio del salario para poder vivir. Eso significa
que los trabajadores ya no tengan que trabajar acuciados por el hambre. Gracias
a disponer de los recursos necesarios para la satisfacción de sus necesidades
básicas, los trabajadores ya no necesitarán vender su trabajo a un capitalista
que les pague el salario establecido. Los propietarios del capital pierde una
de sus principales herramientas de dominación.
Más todavía; establecer la Renta Básica será un
intento de transformar el dinero, que es hoy en día el símbolo y la medida del
valor de cambio, en una unidad de cuenta que represente los derechos ciudadanos
al disfrute de los valores de uso fundamentales para la vida humana. Al
distribuir el dinero entre los ciudadanos, destruye su función de medio para el
intercambio de mercancías y el sometimiento de los trabajadores desposeídos.
Simplemente contabiliza los derechos económicos que cada ciudadano tenemos por
el mero hecho de serlo: alimentación, vivienda, vestido, educación, cultura,
salud, seguridad, etc. Sirve de ese modo al objetivo de establecer una ciencia
económica no capitalista y una producción fundada en la creación de valores de
uso, al mismo tiempo que el mercado pierde su fuerza coactiva para someter a
los trabajadores a la cadena de la producción explotadora.
Es claro que la producción
económica debe seguir para que la humanidad pueda sobrevivir. Y no es tan
difícil imaginar que los ciudadanos produzcan los bienes que necesitan gracias
a una capacidad consciente fundada en la cooperación y la solidaridad social. Tal
vez en los primeros momentos sea necesario algún grado de coacción social para
garantizar la producción de valores de uso. Pero el factor que nos conducirá a
una sociedad más justa, consistirá en apreciar más a los seres humanos y menos
al dinero.
1 Como dice José Iglesias en su libro
Consumo y crecimiento, no. Capitalismo, tampoco. Interpretación crítica
sobre el decrecimiento y el consumo responsable, no se puede poner a dieta
a la bestia capitalista. Es necesario encontrar otro modo de producción, cuya
forma de desarrollo sea sostenible ofreciendo un verdadero futuro para la
humanidad.
2 El Informe Planeta Vivo,
de ADENA-WWF, señalaba en el 2008 que Cuba es el único país del mundo en
mantener un alto desarrollo humano –según los parámetros de la ONU-, siendo al mismo tiempo
sostenible ecológicamente –según los parámetros de ese Informe-. En un Informe
Planeta Vivo más reciente 2010 se muestra como la reciente evolución de la
economía cubana hacia el mercado, aumenta el desarrollo humano, pero la saca
fuera del marco de la sostenibilidad.
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