Un paso al frente,
Por el TENIENTE LUIS GONZALO SEGURA
Este blog será la voz de los militares que tienen miedo de denunciar
Desde que comencé la batalla de dar a conocer todo lo que
sucede en el mundo militar, incluso mucho antes –cuando me debatía
entre hacerlo o no–, supe que no habría victoria, que nunca la hay, que
la vida es un juego en el que siempre ganan los poderosos. Esta aventura
tuvo siempre mucho de suicidio, de kamikaze, de hartazgo, de
indignación, de niño pequeño al que le enseñan en su colegio que vive en
un país democrático, pero crece y se da cuenta que su país es una
dictadura elegida cada cuatro años en el que imperan –y hasta se
idolatran– los comportamientos corruptos y mafiosos.
Supuse que iba a ser mensajero –aunque pensé que nadie me escucharía–
y que la cabeza de éste –la mía– siempre, o casi siempre, termina por
rodar cuando las noticias que porta no son las deseadas –la campaña de
desprestigio en ámbitos periodísticos, políticos y otros ha sido, es y
será brutal e infame–. Quiero aclarar que este mensajero va a seguir y
que poco o nada le importa su cabeza, ni ser despedido, ni
desprestigiado, ni apaleado, ni acosado, ni terminar en el paro o tirado
de una esquina. Hago lo que creo que tengo que hacer y afrontaré lo que
venga de la mejor manera posible –con una sonrisa si puedo–. Lo
importante es el mensaje y ello nada tiene que ver con el mensajero,
aunque todos conocemos el destino final de la mayoría de los whistleblowers. Siento confirmar, aunque le pese a más de uno, que matar al mensajero no modifica el mensaje.
En nuestro mundo casi todos somos conocedores de lo que sucede –hasta
el instructor del expediente disciplinario fue incapaz de sancionarme
por “aseveraciones falsas”–, pero denunciar o incumplir una orden es
firmar una sentencia de muerte, es encararte con los lobos.
Reflexionando al respecto, los que no sean militares se preguntarán cómo
puede ser posible que no hubiese un mando que se negase a embarcar
junto con sus compañeros en el famoso Yak-42 cuando se habían
producido más de catorce quejas al respecto antes del accidente y hasta
una pregunta parlamentaria. Si eso hubiese sucedido, si no hubiese
habido Yak-42, ese hombre habría salvado la vida de más de
sesenta militares pero no habría sido ningún héroe: habría sido
perseguido, acosado y expulsado por el sistema por generarle un
problema.
La institución no entiende de legislación, de derechos humanos ni de
sentido común, entiende de órdenes. Y las órdenes se cumplen. Como
aquellos a los que ordenaron meter los trozos de carne de nuestros
compañeros fallecidos en Turquía en el fatal accidente. Les dijeron
“meted los cuerpos rápido que tenemos prisa” y cumplieron. Dio lo mismo
que aquello se convirtiese en una lotería, en un mezquino reparto de
carne, porque una orden es una orden. Y aquellos que no las cumplen son
cobardes o traidores y los que las cumplen encuentran protección en el
sistema hasta en el castigo –los golpistas acabaron viviendo en las
cárceles como reyes–.
En definitiva, en el Ejército es casi imposible incumplir una orden u
oponerte al sistema y si lo haces acabas como una pelota de ping-pong
de un sitio a otro. Te conviertes en un problema. Y al que habla se le
criminaliza y persigue, se ejemplifica con él para que nadie más tenga
tentaciones. Se le crucifica en la vía principal para que todos lo vean.
Estos días ha habido altos mandos que en privado me han apoyado y
dado la razón de cuanto afirmo, pero es necesario que den la cara de
forma pública. Sé que hay muchos altos mandos honrados que no se han
llevado un céntimo a su casa, pero eso no es suficiente. La inacción los
convierte en cómplices o cooperadores necesarios. No es suficiente
mirar a otro lado, transigir, cesar o trasladar a aquellos altos
oficiales que comenten aberraciones pensando que es la mejor forma de no
perjudicar la imagen de las Fuerzas Armadas, porque cada vez que eso
sucede la situación empeora más. No nos damos cuenta, pero es un
aliciente para que otros muchos lo hagan de nuevo. Si las consecuencias
de malversar, robar, acosar, abusar de la autoridad, etc., son un cese,
un traslado o el pase a la reserva, lo que se está haciendo es invitar a
los delincuentes a delinquir. Y estos están en todos los sitios (no
sólo en las Fuerzas Armadas), pero la diferencia entre unas
instituciones y otras es la persecución que se hace sobre ellos.
En nuestra institución campan a sus anchas a partir de un cierto
empleo y son aplastados por la Justicia si pertenecen a los rangos más
bajos. Esto debe cambiar. Muchos ciudadanos me dicen que lo que sucede
en las Fuerzas Armadas es lo mismo que en la sociedad, pero tengo que
decir que hay una enorme diferencia. En la sociedad los jueces gozan de
una cierta independencia –ya sé que hay un intenso debate al respecto– y
el ministerio fiscal es lo que es, pero en las Fuerzas Armadas la
independencia es inexistente. Es como si los jueces y fiscales fuesen
afiliados de los partidos políticos y estos les pudieran cesar,
expulsar, trasladar, etc. ¿Se imagina alguien lo que habría sucedido con
semejante justicia en casos como los de Bárcenas, Nóos o los ERE? Eso
es, se habrían cerrado de inmediato. Exactamente igual que en las
Fuerzas Armadas. Exactamente igual que en una dictadura.
El delincuente debe ir a la cárcel sea cual sea su rango, no a su
casa a cobrar una pensión como les sucede a los altos mandos militares
que delinquen. ¿Cuántos altos mandos han ingresado en cárceles militares
o establecimientos disciplinarios en los últimos veinticinco años por
corrupción (precisamente en los años negros de la España corrupta)? La
respuesta a esta pregunta desnuda por completo a la justicia militar y a
todas las Fuerzas Armadas, salvo que alguien piense que los altos
mandos militares son seres celestiales o santos –tampoco son demonios–.
Esa respuesta es la que nunca dará el ministerio, como nunca hará una
auditoria. No la hará porque sabe que lo que se puede encontrar es lo
mismo que ha encontrado en la base del Ejército del Aire en Getafe; no
la hará porque es mejor silenciar la voz molesta que reformar una
institución que amenaza colapso, es mejor que el problema lo resuelva el
siguiente o el otro o… Por eso mismo prefieren permitir el acoso de una
brillante y valiente jueza en lugar de premiarla, condecorarla,
distinguirla y defenderla. El ministro y Su Majestad el Rey deberían
recibir a esta jueza, igual que a la maltratada capitán Zaida y enviar
así un mensaje inconfundible a los mezquinos: “Señores, esto se ha
terminado”.
La mayoría de militares tenemos una conciencia que protesta, que se
rebela. Que nadie piense que somos felices con lo que vivimos –incluso
muchos altos mandos–. Ahora tenemos que convertir esa protesta en
hechos: necesitamos una fiscalización real, una justicia externa
impartida por civiles, unas auditorías realizadas por Hacienda, una
Guardia Civil desmilitarizada, una estructura racional en la que no haya
más jefes que indios y unos soldados que sean militares de carrera y no
reclutas encubiertos. Necesitamos un Ejército moderno.
Este blog pretende ser la voz de los muchos militares que quieren que
todo lo que viven a su alrededor cambie y que tienen miedo a
expresarlo, que saben que si lo hacen de forma pública sufrirán las
terribles consecuencias de las persecuciones, pero que no quieren seguir
en connivencia con el sistema porque eso es lo mismo que formar parte
de él.
Este blog también es el del disparate, el de nuestro queridísimo
Gila, el de nuestra España, el de hoy. Es el blog del submarino S-80,
que no flota pero le ha costado a la ciudadanía más de 2.100 millones
de euros –sin ningún responsable, sin ninguna dimisión– y que, ahora
resulta, tienen que alargar siete metros –lo que nos costará más
millones de euros–. También es el blog de la tragedia: el de los
suicidios de uniformados que nadie cuenta, el de los cazas Eurofighter
que se caen –sólo en España–, el de los soldados españoles muertos por
negligencias, el de los soldados abandonados con deficiencias físicas o
problemas psicológicos como si fuesen perros, el de los soldados
humillados y tratados como reclutas cuando deberían ser militares de
carrera…
Este blog es “Un paso al frente” y ahora, si quieren, que me
encierren, me corten la lengua y las manos, me desprestigien o me
fusilen si lo desean…
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