Lo que está pasando en Catalunya y en España
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
La semana pasada ocurrieron tres eventos que simbolizan la situación
de este país en el que vivimos. Uno fue la muerte del mayor banquero de
España, el Sr. Emilio Botín, y la enorme visibilidad mediática que tal
hecho despertó, con una gran alabanza y admiración por parte de los
mayores medios de información del país hacia su figura. En realidad, el
número de artículos extraordinariamente laudatorios aparecidos en los
cinco rotativos más importantes del país es semejante al que se dedica a
grandes figuras del Estado con ocasión de su muerte. Estas muestras de
respeto hacia una de las personas más poderosas del país, clara
representante de su sector financiero, son predecibles por parte de unos
medios que están profundamente endeudados y dependen, en gran medida,
del beneplácito de las mayores instituciones financieras, y muy en
particular de la banca. La interrelación entre dicho sector financiero y
los medios de comunicación, así como los partidos políticos en España,
es una realidad bien conocida y documentada en este país a los dos lados
del Ebro.
El Sr. Botín era una figura central en lo que en la terminología
anglosajona se llama el establishment, es decir, la estructura de poder
financiero, económico, mediático y político del país, que lo gobierna y
ejerce una gran influencia sobre el Estado, tanto central como
autonómico. Reflejo de esta abusiva influencia es la enorme inmunidad de
la banca y de los banqueros en España ante su comportamiento delictivo,
como bien subraya el profesor Juan Torres en su excelente artículo “El
banquero que hablará de tú a Dios”, Público, 10.09.14). Es
extraordinario que haya habido tal alabanza hacia una pieza clave, el
Banco de Santander, del sistema bancario europeo y español, que ha sido
tan responsable, con sus comportamientos especulativos, de la crisis
económica y financiera actual. Los componentes de este establishment se
felicitan entre ellos, ignorando el enorme sufrimiento humano que sus
comportamientos determinan.
Ahora bien, hoy este establishment está concienciándose de que su
existencia y reproducción están en peligro. Su legitimidad, punto básico
para su existencia, está siendo ampliamente cuestionada. Y el Sr. Botín
era plenamente consciente de ello. Días antes de morir, indicó que
estaba muy preocupado por lo que está ocurriendo en Catalunya y por la
aparición del fenómeno Podemos, que se ha convertido en un partido (que
tiene menos de medio año de existencia) con la tercera intención de voto
más alta del país. El Sr. Botín consideraba tales hechos enormemente
preocupantes, reflejando con ello la preocupación, ampliamente extendida
en ese establishment (incluidos los mayores medios de información y
persuasión), de que, por un lado, lo que llaman el “problema catalán” se
está desbordando, y que, por el otro, el movimiento político Podemos
podría llegar a ser más que un suflé. En realidad, durante muchos años
creyeron que el movimiento a favor del derecho a decidir en Catalunya
era también un suflé que desaparecería. La testaruda realidad ha
mostrado, sin embargo, que el suflé se estaba solidificando y
consolidando, creciendo más y más. Y ahora, el otro gran temor (en
realidad, pánico) es que el supuesto suflé de Podemos se convierta en un
cuerpo sólido que todavía crezca más. Hoy, el establishment comienza a
estar seriamente preocupado de que aquella imagen tan bien sintetizada
por el movimiento 15-M, que señalaba que las instituciones
representativas, en realidad, “no nos representan”, sea compartida
–según todas las encuestas- por la mayoría de la población en España. Y
el establishment comienza a darse cuenta.
La “V” de Barcelona en el 11 de septiembre
El segundo hecho que el Sr. Botín hubiera considerado muy preocupante
es la manifestación a favor del derecho a decidir en Catalunya, que
alcanzó unas dimensiones claramente amenazantes para dicho establishment
y su Estado, un Estado que nunca ha aceptado la plurinacionalidad de
España. Aproximadamente 1.800.000 personas, según la Guardia Urbana de
Barcelona, salieron a la calle exigiendo el derecho a decidir sobre su
articulación con el Estado español. Todas las personas que estuvimos en
esa marcha no olvidaremos nunca aquella manifestación, que muestra el
enorme poder que la población tiene cuando se junta en defensa de una
causa que considera justa. Un porcentaje elevado del posible electorado
participó, exigiendo el derecho democrático a decidir a través de una
forma de participación democrática directa (y no solo indirecta, a
través de la vía representativa). Esta forma de participación
democrática, a través de referéndums, está muy poco desarrollada y
permitida en el sistema democrático español, como resultado del enorme
temor que las fuerzas conservadoras, que controlaban el aparato del
Estado franquista y dominaron también el proceso de Transición de la
dictadura a la democracia, tenían hacia esta forma de expresar el deseo y
mandato popular. En su lugar, se promovió como la única vía de
participación democrática la indirecta, es decir, a través de la vía
representativa, que en el caso español se ha limitado al juego político
entre las élites dirigentes de los partidos, creando una estructura de
poder político controlado por un bipartidismo muy acentuado que, en la
práctica, controla todas las ramas del Estado (y no solo la
legislativa), estableciéndose lo que se ha venido a llamar una casta
–que la población percibe que “no la representa”-. La exigencia de
democracia directa es una demanda que encuentra una enorme resistencia
por parte de esa casta, pues percibe correctamente que esta demanda
limitaría enormemente sus privilegios, forzando su desaparición.
El temor a la democracia
Esta demanda es doblemente amenazante cuando toca un tema clave para
su propia existencia: la estructuración del Estado, y, en consecuencia,
de la relación de los distintos pueblos y naciones de España con tal
Estado. El enorme dominio de las derechas en la Transición inmodélica
creó no solo un Estado poco representativo, con una democracia muy
limitada, sino un Estado pobre, con escasa sensibilidad social (España,
36 años después del inicio de la democracia, continúa estando a la cola
de la Unión Europea de los Quince en gasto público social por
habitante), muy poco redistribuidor, con una gran densidad de corruptos
(lo que está bien reflejado por el famoso eslogan del 15-M “no hay pan
para tanto chorizo”) y que nunca ha permitido el desarrollo de la España
real, es decir, la España plurinacional. Es esta inviabilidad a este
reconocimiento que caracteriza al Estado español hoy lo que está creando
el enorme crecimiento del independentismo en Catalunya. El hecho de que
este Estado uninacional sea el mismo Estado responsable del enorme
retraso social de España explica que hoy en Catalunya haya millones de
catalanes que se sienten españoles que votarían a favor de la
independencia, por considerar al Estado español incambiable. El problema
español lo ven como irresoluble en la situación actual.
Lo que pasó en Catalunya el 11 de septiembre
El tercer hecho de la última semana es la propia manifestación, y fui
testigo de ello. El Procés Constituent, un movimiento político social
al cual apoyo, comprometido con un cambio profundo de Catalunya,
exigiendo que sean las clases populares –la mayoría del pueblo catalán-
las que decidan, no solo sobre la relación de Catalunya con España, sino
sobre todas las dimensiones que afectan a la cotidianeidad de dicho
pueblo, convocó un acto dentro de la “V”. Y para mostrar su solidaridad
con otros pueblos y naciones de España dio la bienvenida a las Marchas
de la Dignidad, con delegados de Andalucía, de Galicia y de Madrid. El
acto se celebró en la plaza donde coinciden la Diagonal (una de las
ramas de la “V”) y el Paseo de Gracia, donde todavía hoy existe un
monumento heredado del fascismo, y donde está la sede del Deutsche Bank.
El motivo de escoger ese lugar era relacionar el enorme poder de un
banco cuyas raíces estaban en el régimen nazi con el nazismo y el
fascismo que habían existido en Alemania y en España, relación fácil de
establecer conociendo el origen nazi de tal banco (ver mi artículo “El
centro de la banca alemana y europea: el Deutsche Bank”, en Público
28.08.14). La plaza estaba llena a rebosar. Nunca había estado tan
llena. Y aunque había muchos miembros del Procés Constituent, la mayoría
no lo eran, pues había muchísima gente de la “V”.
Y allí ocurrió un momento que sin hipérbole se puede definir como
histórico. En un ambiente festivo, lleno de canciones y alegría (no hay
nada más empoderador que sentirse parte de un gran colectivo que
comparte una causa justa y canta para celebrarlo), subieron al estrado
el compañero andaluz Diego Cañamero (Sindicato Andaluz de Trabajadores),
miembro del movimiento andaluz, así como el delegado del movimiento
gallego, Manolo Camaño, y el representante de la delegación madrileña,
Ernesto Sarabia. De pronto se hizo un gran silencio, en una plaza llena a
rebosar de banderas independentistas. Comenzó Diego Cañamero, quien
indicó que la causa del movimiento en defensa del derecho a decidir del
pueblo catalán era también la causa de todos los trabajadores de los
distintos pueblos y naciones de España, que este Estado español no era
su Estado tampoco, y que nuestra victoria sería la victoria de la otra
España, la España plurinacional. En un discurso de una extraordinaria
elocuencia, confirmó la causa común de la lucha por el derecho a decidir
con la lucha por los derechos laborales y sociales. El silencio fue
roto en la plaza con una enorme ovación que duró mucho tiempo, una de
las ovaciones más intensas de la tarde. Y cuando el delegado de Madrid
se presentó como representante de las clases populares madrileñas,
explotadas por el propio establishment basado en Madrid, continuadorasde
aquellas que lucharon en defensa de la República en contra del fascismo
hasta el último día durante la Guerra Civil, y a las cuales el
Presidente Companys, de la Generalitat de Catalunya, había dicho
“madrileños, Catalunya os ama”, la plaza estalló en uno de los aplausos y
ovaciones más grandes que se hayan oído en una manifestación en
Barcelona. El momento fue de una enorme emotividad. Y era imposible no
pensar que allí se veían las semillas de otra España que está surgiendo
en este país, una España republicana, una España plural, justa y
democrática, en la cual los pueblos y naciones puedan decidir sobre
todo, incluyendo cómo se relacionan entre sí.
Lo que estaba ocurriendo allí, en aquella plaza, representaba una
lucha que existe incluso dentro del movimiento del derecho a decidir y
del movimiento soberanista en Catalunya, y que apenas ha aparecido en
los medios, claramente controlados por las derechas del movimiento
soberanista catalán, que desean basar su postura en un conflicto entre
Catalunya y España, acentuando que España nos explota (a los catalanes).
Frente a esta postura, dominante en algunos sectores de la dirección
del movimiento ANC (Asamblea Nacional Catalana), que cuenta con las
cajas de resonancia que le ofrece el gobierno conservador-liberal de la
Generalitat de Catalunya en sus medios de comunicación públicos, hay
otra visión, cada vez más extendida y claramente presente en la plaza,
que ovacionó intensamente el mensaje que distingue entre España y el
Estado español, controlado este último por el establishment que explota y
oprime a todos los pueblos y naciones de España, imponiendo políticas
neoliberales que carecen de mandato popular y, por lo tanto, de
legitimidad democrática. Esta otra visión no ve a España, sino al Estado
español, como el adversario. Ello facilita alianzas que permitan el
cambio del Estado, tanto en Catalunya como en España, reconociendo así
la soberanía de esos pueblos para alcanzar la unidad, si así se desea, o
la separación, en convivencia, si así se prefiere. Y esto es a lo que
el Sr. Botín, su establishment y su Estado se oponían y opondrán por
todos los medios. La historia de España está llena de ejemplos.
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