Mitos y realidades de la debacle de Francia
por
En el desprestigio de Hollande, en lo
más bajo de la historia de la V República, se mezclan el folletín, un
desánimo generalizado y la falta de carácter para desafiar algunas
leyendas.
El desprestigio de François Hollande ha
caído a lo màs bajo de la historia de la V Repùblica : solo un 13% de
los franceses confìan en él, segùn el ùltimo sondeo. Entre
intrascendentes lìos de alcoba y alguna leyenda econòmica, la caìda en
picado del Presidente –cinco puntos desde el anterior sondeo, hace solo
dos meses- parece arrastar al primer ministro, Manuel Valls, un hombre
que ha venido lanzando cables directos a la derecha y la patronal, y que
ha perdido 14 puntos en el mismo periodo quedándose con un apoyo del
30%.
El sondeo, publicado ayer, se realizò
antes de la publicaciòn del libro – medio testimonio, medio negocio
oportunista- de la ex compañera sentimental del presidente, Valérie
Trierweiler, una mujer celosa y resentida, que airea algunos trapos
sucios de la pareja en el trance de su separaciòn y que con la primera
ediciòn de 200 000 ejemplares, llegada ayer a las librerìas, se ha
metido en el bolsillo medio millòn de euros.
La prensa ha publicado en forma
condensada las dos o tres pàginas manifiestamente picantes que contiene
el libro a lo largo de sus màs de 300 pàginas. Aunque si hay una
sociedad tolerante en asuntos amatorios y que tiene clara la separaciòn
de vida privada y vida polìtica, esa es la francesa, el libro puede ser
demoledor porque llueve sobre mojado.
Hollande llegò a la presidencia
prometiendo acabar con el vulgar estilo del histriònico Nicolas Sarkozy,
el primer presidente francès que integrò mediaticamente su vida privada
en la polìtica dando carnaza a los medios de comunicacion. « Seré un
Presidente normal », dijo. Sin quererlo, Hollande parece dispuesto a
superar a su predecesor.
Más de ocho franceses sobre diez no
confìan en el Presidente. Todo el mundo está descontento. La derecha
económica, francesa e internacional, que controla los medios de
comunicación, esta descontenta porque le parece que Hollande no es
suficientemente « alemán » en la política de austeridad y también porque
no desmonta lo suficiente el Estado y el sector público, que en Francia
aún son importantes.
La izquierda porque pide un cambio de
línea en una dirección keynesiana que plante cara a Alemania. Los
últimos ministros de su gobierno que reclamaban eso acaban de ser
destituidos. A ambos lados del espectro político, el nacionalismo
francés y un sentido elemental de soberanía frustrado, expresan otro
descontento general que, de momento, es capitalizado por la ultraderecha
del Frente Nacional.
El balance econòmico de estos dos años,
medido en ìndice de paro, competitividad, y exportaciones, no es bueno.
El paro, a un nivel idílico visto desde España, aumenta lentamente, pero
la sospecha de que las recetas aplicadas no funcionan se abre paso. La
rebajas en los costes del trabajo no producen más inversión y la
disciplina presupuestaria asfixia a los motores de la economía, con lo
que el déficit se mantiene.
Hollande llegò a la presidencia como
producto de una carambola que retrata perfectamente el estado de la
socialdemocracia europea : inicialmente, el candidato de su partido, que
se llama « socialista », era nada menos que un presidente del Fondo
Monetario Internacional, el organismo responsable de profundizar el
desastre econòmico de Amèrica Latina en los ochenta y de buena parte del
mundo en desarrollo. Se llamaba Dominique Strauss-Kahn (DSK), pero
resultò ser una especie de obseso sexual. En su libro, la Trierweiler
explica que en cuanto conociò la noticia de que DSK se habìa cubierto de
gloria al abalanzarse sobre una camarera de hotel en Nueva York,
Hollande comenzò hacer quinielas polìticas…
Pero si todo eso, lo econòmico, el
socialismo degenerado y lo folletinesco, resulta demoledor para la
imagen de Hollande, no acaba de explicar la situación. Para ello es
necesario recordar còmo fue recibido el actual presidente del 13% en la
primavera de 2012, cuando solo era candidato.
The Economist, el « Pravda » de
mercado de la City, dedicaba entonces su portada al « peligroso Monsieur
Hollande » porque llegaba al poder no ya queriendo ser un « presidente
normal » sino, sobre todo, porque prometía enfrentarse al sector
financiero (« es mi enemigo », dijo) y reorientar la desastrosa polìtica
de Berlìn para Europa, diseñada para garantizar que el sector
financiero responsable de la quiebra de 2008 se va a cobrar hasta el
ùltimo cèntimo todas sus deudas a costa del Estado Social sobre el que
reposa la democracia europea.
Hoy està ya màs que claro que Hollande
no es un peligro, pero Francia, por su tradiciòn social y de Estado,
sigue siendo el ùnico paìs importante con posibilidades de plantarle
cara a Berlìn y a los bancos, organizando una coaliciòn de paìses y
mayorìas sociales interesadas en un cambio de tercio. Como repite el
premio Nobel de Economìa Paul Krugman, esa es la lògica profunda del « French bashing
», la denigraciòn de Francia, de su « exceso de Estado » (cuando la
crisis es resultado de los excesos de la desregularizaciòn) y de su
presunta « catàstrofe », repetida hasta la saciedad por doquier.
La simple realidad, dice Krugman, es
que, con todos sus problemas, Francia està mejor que paìses « correctos »
como Holanda y Finlandia. Se podrìa añadir que Francia crece por encima
de la media europea, que aunque exporta menos tiene una economìa màs
diversificada que la alemana, que su crecimiento el ùltimo año està solo
un poco por detràs del alemàn (0, 3%, frente al 0,4% al otro lado del
Rin), y que las dinàmicas de su mercado interno y de su demografìa no
son malas, y, desde luego, mucho más robustas que las correspondientes
alemanas que acusan los efectos de la precarizaciòn a ultranza que merma
capacidad adquisitiva a millones de consumidores y disuade a la
juventud a crear familias y tener hijos.
Leyendo la prensa internacional
-incluida la prensa francesa, algo a estudiar- uno llega a París
esperando encontrarse casi un panorama de ruinas y se encuentra con algo
completamente diferente. Parafraseando los himnos de Polonia y Ucrania,
Francia, por desmoralizada que estè, « aùn no se ha perdido ». Por màs
que su Presidente estè al 13%, aùn hay vida màs allà del triste austericidio europeo.
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