lunes, 22 de septiembre de 2014

Francia: Mitos y realidades de la debacle

Mitos y realidades de la debacle de Francia

por Rafael Poch *⎮El Correo⎮21 septiembre 2014.
En el desprestigio de Hollande, en lo más bajo de la historia de la V República, se mezclan el folletín, un desánimo generalizado y la falta de carácter para desafiar algunas leyendas.
El desprestigio de François Hollande ha caído a lo màs bajo de la historia de la V Repùblica : solo un 13% de los franceses confìan en él, segùn el ùltimo sondeo. Entre intrascendentes lìos de alcoba y alguna leyenda econòmica, la caìda en picado del Presidente –cinco puntos desde el anterior sondeo, hace solo dos meses- parece arrastar al primer ministro, Manuel Valls, un hombre que ha venido lanzando cables directos a la derecha y la patronal, y que ha perdido 14 puntos en el mismo periodo quedándose con un apoyo del 30%.
El sondeo, publicado ayer, se realizò antes de la publicaciòn del libro – medio testimonio, medio negocio oportunista- de la ex compañera sentimental del presidente, Valérie Trierweiler, una mujer celosa y resentida, que airea algunos trapos sucios de la pareja en el trance de su separaciòn y que con la primera ediciòn de 200 000 ejemplares, llegada ayer a las librerìas, se ha metido en el bolsillo medio millòn de euros.
La prensa ha publicado en forma condensada las dos o tres pàginas manifiestamente picantes que contiene el libro a lo largo de sus màs de 300 pàginas. Aunque si hay una sociedad tolerante en asuntos amatorios y que tiene clara la separaciòn de vida privada y vida polìtica, esa es la francesa, el libro puede ser demoledor porque llueve sobre mojado.
Hollande llegò a la presidencia prometiendo acabar con el vulgar estilo del histriònico Nicolas Sarkozy, el primer presidente francès que integrò mediaticamente su vida privada en la polìtica dando carnaza a los medios de comunicacion. « Seré un Presidente normal », dijo. Sin quererlo, Hollande parece dispuesto a superar a su predecesor.
Más de ocho franceses sobre diez no confìan en el Presidente. Todo el mundo está descontento. La derecha económica, francesa e internacional, que controla los medios de comunicación, esta descontenta porque le parece que Hollande no es suficientemente « alemán » en la política de austeridad y también porque no desmonta lo suficiente el Estado y el sector público, que en Francia aún son importantes.
La izquierda porque pide un cambio de línea en una dirección keynesiana que plante cara a Alemania. Los últimos ministros de su gobierno que reclamaban eso acaban de ser destituidos. A ambos lados del espectro político, el nacionalismo francés y un sentido elemental de soberanía frustrado, expresan otro descontento general que, de momento, es capitalizado por la ultraderecha del Frente Nacional.
El balance econòmico de estos dos años, medido en ìndice de paro, competitividad, y exportaciones, no es bueno. El paro, a un nivel idílico visto desde España, aumenta lentamente, pero la sospecha de que las recetas aplicadas no funcionan se abre paso. La rebajas en los costes del trabajo no producen más inversión y la disciplina presupuestaria asfixia a los motores de la economía, con lo que el déficit se mantiene.
Hollande llegò a la presidencia como producto de una carambola que retrata perfectamente el estado de la socialdemocracia europea : inicialmente, el candidato de su partido, que se llama « socialista », era nada menos que un presidente del Fondo Monetario Internacional, el organismo responsable de profundizar el desastre econòmico de Amèrica Latina en los ochenta y de buena parte del mundo en desarrollo. Se llamaba Dominique Strauss-Kahn (DSK), pero resultò ser una especie de obseso sexual. En su libro, la Trierweiler explica que en cuanto conociò la noticia de que DSK se habìa cubierto de gloria al abalanzarse sobre una camarera de hotel en Nueva York, Hollande comenzò hacer quinielas polìticas…
Pero si todo eso, lo econòmico, el socialismo degenerado y lo folletinesco, resulta demoledor para la imagen de Hollande, no acaba de explicar la situación. Para ello es necesario recordar còmo fue recibido el actual presidente del 13% en la primavera de 2012, cuando solo era candidato.
The Economist, el « Pravda » de mercado de la City, dedicaba entonces su portada al « peligroso Monsieur Hollande » porque llegaba al poder no ya queriendo ser un « presidente normal » sino, sobre todo, porque prometía enfrentarse al sector financiero (« es mi enemigo », dijo) y reorientar la desastrosa polìtica de Berlìn para Europa, diseñada para garantizar que el sector financiero responsable de la quiebra de 2008 se va a cobrar hasta el ùltimo cèntimo todas sus deudas a costa del Estado Social sobre el que reposa la democracia europea.
Hoy està ya màs que claro que Hollande no es un peligro, pero Francia, por su tradiciòn social y de Estado, sigue siendo el ùnico paìs importante con posibilidades de plantarle cara a Berlìn y a los bancos, organizando una coaliciòn de paìses y mayorìas sociales interesadas en un cambio de tercio. Como repite el premio Nobel de Economìa Paul Krugman, esa es la lògica profunda del « French bashing », la denigraciòn de Francia, de su « exceso de Estado » (cuando la crisis es resultado de los excesos de la desregularizaciòn) y de su presunta « catàstrofe », repetida hasta la saciedad por doquier.
La simple realidad, dice Krugman, es que, con todos sus problemas, Francia està mejor que paìses « correctos » como Holanda y Finlandia. Se podrìa añadir que Francia crece por encima de la media europea, que aunque exporta menos tiene una economìa màs diversificada que la alemana, que su crecimiento el ùltimo año està solo un poco por detràs del alemàn (0, 3%, frente al 0,4% al otro lado del Rin), y que las dinàmicas de su mercado interno y de su demografìa no son malas, y, desde luego, mucho más robustas que las correspondientes alemanas que acusan los efectos de la precarizaciòn a ultranza que merma capacidad adquisitiva a millones de consumidores y disuade a la juventud a crear familias y tener hijos.
Leyendo la prensa internacional -incluida la prensa francesa, algo a estudiar- uno llega a París esperando encontrarse casi un panorama de ruinas y se encuentra con algo completamente diferente. Parafraseando los himnos de Polonia y Ucrania, Francia, por desmoralizada que estè, « aùn no se ha perdido ». Por màs que su Presidente estè al 13%, aùn hay vida màs allà del triste austericidio europeo.

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