La
burguesía inglesa y europea ha sentido un auténtico escalofrío ante una
posible independencia de Escocia. El nerviosismo durante la última
semana de campaña se reflejó en las caídas de las bolsas y en la
cotización de la Libra esterlina, pero sobre todo en la reacción
histérica del establishment de Londres, de los dirigentes del
partido Conservador y del Liberal, de los líderes del Laborismo y los
grandes centros de poder económico que, utilizando todos los resortes a
su disposición, emprendieron una campaña de chantaje brutal contra la
población, amenazando con deslocalizar empresas, animar la fuga de
capitales, excluir a una Escocia independiente de todos los organismos
internacionales y predecir un empobrecimiento generalizado de la
sociedad.
Por otra
parte, la efervescencia política en las calles escocesas y en las redes
sociales era frenética, ante el claro aumento de las expectativas del
voto favorable a la independencia. Finalmente, el referéndum del 18 de
septiembre, con una participación histórica del 85%, dio una mayoría a
los partidarios de la permanencia en el Reino Unido que, con 2.001.926
votos, se impusieron sobre los 1.617.989 votos favorables a la
independencia (55,3% frente a un 44,7%)
El juego sucio de la burguesía británica
La
permanencia en el Reino Unido no ha ganado de forma limpia, democrática
y modélica como se pretende hacer creer en el resto de Europa. Aunque
la diferencia con la actitud del gobierno del PP —que niega al pueblo de
Catalunya el derecho a decidir y le amenaza incluso con la supresión de
la autonomía— es abismal, Cameron convocó el referéndum creyendo que el
SÍ no tenía ninguna opción. Para él y la clase dominante inglesa era la
forma más inteligente de frenar el auge del nacionalismo en Escocia.
Pero pocas semanas antes de celebrarse la consulta, tuvo que rectificar y
lanzar una feroz campaña por el NO con el apoyo de los dirigentes
laboristas, de la Unión Europea, la gran banca y el gran capital,
exprimiendo hasta el último segundo el voto del miedo augurando todo
tipo de catástrofes de triunfar el SÍ. Por ejemplo, el Royal Bank of
Scotland (RBS), Lloyds Bank y el conjunto del sector financiero cuyo
negocio equivale a 12 veces el PIB de Escocia, amenazaron con trasladar
sus oficinas centrales a Inglaterra. Las autoridades económicas
británicas publicaron unos supuestos planes de contingencia haciendo
alusión a las escenas de pánico financiero que se vivieron durante la
crisis de 2007 con colas de clientes frente a las oficinas de Northern
Rock para retirar sus ahorros. Mark Carney, gobernador del Banco de
Inglaterra, y George Osborne, ministro del tesoro, renunciaron a
participar en la reunión del G20 en Australia en previsión de posibles
turbulencias como resultado del referéndum; el comisario belga Karel De
Gucht afirmó que el SÍ escocés habría provocado un “terremoto político
similar al final del imperio soviético”; “una Europa regida por la
autodeterminación de los pueblos es ingobernable” dijo. También el FMI, y
el departamento de Estado de EEUU expresaron su hondo temor a la
independencia alegando razones geoestratégicas y de cohesión del bloque
imperialista occidental.
No cabe
duda de que la burguesía inglesa, y los líderes políticos subordinados a
ella, han realizado la campaña de la extorsión, del catastrofismo y la
amenaza. Pero el miedo, como empieza a ocurrir en muchos lugares, cambió
de bando y en medio de la campaña David Cameron tuvo que recurrir a las
promesas de mayores competencias para el Gobierno escocés, algo a lo
que desde un principio se había negado.
Una rebelión contra los ajustes, la austeridad y la dictadura de los más poderosos.
Cameron
prometió —con el apoyo de liberales, laboristas y en concreto del ex
primer ministro laborista Gordon Brown que actuó como portavoz— la más
amplia y rápida devolución de competencias al Parlamento escocés para
frenar la independencia. La combinación del palo con esta zanahoria,
propició que las encuestas comenzaran a cambiar de signo. La bolsa
recobró progresivamente la calma y la libra se revalorizó durante la
propia jornada electoral. Al finalizar el recuento, el NO se había
impuesto por diez puntos de diferencia.
Parecen
muchos, pero cuando Cameron decidió aceptar la convocatoria del
referéndum el NO contaba con más de 20 puntos de ventaja que se fueron
recortando, y una semana antes de que se votara los partidarios de la
independencia superaron por primera vez a los unionistas. La
participación en la consulta llegó al 84,6% batiendo un record
histórico. La alta participación significó la incorporación de cerca de
un millón de personas a las urnas, que sí votan en las elecciones
británicas pero no en las escocesas. En la ciudad mas grande de Escocia,
Glasgow, y en Dundee, se han dado las cifras más altas de abstención,
75% y 78% respectivamente, pero en estas urbes obreras y laboristas ha
ganado el SÍ, al igual que en North Lanarkshire y West Dunbartonshire.
El record pro independencia lo alcanza Dundee con un 57,3% de votos
favorables.
Estas
zonas en las que el voto independentista se impuso son las que más han
sufrido los cierres de empresas y los despidos. Eran feudos del
laborismo que han votado SÍ demostrando el profundo descontento de la
clase obrera escocesa con las políticas de ajuste, con los programas de
austeridad, con la capitulación de los dirigentes laboristas ante
Cameron. El SÍ de un amplio sector de la clase obrera escocesa ha sido
un voto contundente de protesta contra el gobierno Tory, al que se ve
responsable de los recortes y del deterioro de sus condiciones de vida.
Es
significativo el elevado número de votantes por el NO a la independencia
en áreas dominadas por el (SNP), Partido Nacional Escocés, como
Aberdeen, donde todos los diputados en los parlamentos británico y
escocés son laboristas o del SNP. Aberdeen es una ciudad que se
beneficia del empleo y las rentas derivadas del petróleo y el gas del
Mar del Norte y donde el NO ganó por un 58,61% frente al 41,39% del SÍ.
En Aberdeenshire, donde gana el SNP, la victoria del NO fue del 60,4%
frente al 39,6%. La victoria del NO se da en feudos conservadores y
liberal-demócratas, en las islas Orkney y Shetland y en la capital,
Edimburgo, donde el NO gana por un 61% frente al 39% del SÍ.
En líneas
generales se podría decir que la burguesía, la City, la gran banca,
optó por el NO, mientras que amplios sectores de la clase obrera se
pronunciaron por el SÍ desautorizando a los dirigentes laboristas; al
mismo tiempo, la pequeña burguesía dividió su voto oscilando entre ambas
posiciones, asustada por las amenazas y las repercusiones de la opción
independentista, y esperanzada en que una Escocia independiente podría
demostrar su viabilidad respetando los derechos sociales.
Una cosa
está clara. A pesar de la victoria del NO la burguesía del Reino Unido
ha salido más débil, más dividida y sin haber conseguido ninguno de los
objetivos por los que entró en esta campaña: han fortalecido las
tendencias centrífugas en el Reino Unido y en el resto de Europa y, de
rebote, ingleses, irlandeses y galeses exigen más capacidad de decisión
en sus propios asuntos. Los resultados han dejado claro, y esto es
fundamental, que existe un malestar profundo entre los trabajadores
escoceses y del conjunto de las Islas contra las políticas de ajuste, y
condiciones maduras para una lucha de masas contra el gobierno de
Cameron.
Crisis entre los Torys y en el laborismo británico
El
liderazgo de Cameron sale debilitado por haber llevado al Reino Unido
al borde del abismo de la división. Un amplio sector del Partido
Conservador le culpa por eliminar del referéndum una tercera opción de
más autonomía como alternativa a la independencia. Pero al mismo tiempo
hay dudas y críticas a las concesiones de última hora, como las
expresadas por Boris Jonson, alcalde de Londres y potencial aspirante a
la silla de Cameron, que las considera “ligeramente temerarias”. También
Owen Paterson, hasta hace poco ministro de medio ambiente, pidió que
sea convocado el Parlamento de urgencia para debatir las consecuencias
del referéndum y criticó el “caótico” final de la campaña del NO: “Es
inaceptable que en el último tramo se permita a un ex primer ministro
laborista hacer imprudentes promesas sobre la extensión de nuevos
poderes a los escoceses con el apoyo de los líderes de los tres partidos
de Reino Unido, pero sin un mandato del Parlamento”. David Cameron
quiso darse un barniz democrático en Escocia pero el tiro le ha salido
por la culata: muy probablemente en los próximos meses se abrirá una
crisis en el Partido Conservador.
El
referéndum también ha dejado al descubierto un auténtico abismo entre la
dirección laborista y su base social, que se ha rebelado en Escocia
votando sí o absteniéndose. El mensaje de las bases laboristas es que no
confían en sus dirigentes para frenar la política de recortes, las
privatizaciones y el empobrecimiento de la clase obrera. Ha sido más que
un toque de atención exigiendo un cambio profundo, pero ni Ed Miliband,
líder del partido laborista británico, ni la cúpula actual están
dispuestos a escuchar este mensaje lo cual tendrá profundas
consecuencias. El Partido Laborista ha obtenido un serio revés que se
reflejará probablemente en las próximas citas electorales provocando
crisis y un desgaste similar al PASOK, el PSF y el PSOE en el Estado
español. El intento desesperado de resucitar a dirigentes quemados como
Gordon Brown está condenado al fracaso.
¿Qué hubiese ocurrido de haber ganado la opción de la independencia?
El
voto independentista ha sido promovido desde las organizaciones a la
izquierda del laborismo como motor del cambio social y de lucha por el socialismo.
Sin embargo, la idea de que la independencia era un paso seguro hacia
el socialismo no se corresponde con la realidad, y ha chocado de bruces
con la campaña del NSP, la derecha nacionalista escocesa. Entre los
dirigentes de estas formaciones de izquierda predominó la formula de que
ante todo había que asegurar la independencia, y por tanto el voto SÍ, y
eso les llevó a abandonar una posición de clase e internacionalista y a
colocarse detrás del SNP, lo que obviamente beneficiaba el discurso de
los nacionalistas burgueses escoceses. Elegir entre estar en un Reino
Unido capitalista o una Escocia capitalista con la misma reina, la OTAN,
los recortes etc., no es la alternativa. De hecho, este elemento tuvo
su efecto y un sector de votantes de izquierda prefiriese quedarse en
casa en Glasgow y otras ciudades.
Como
marxistas, como internacionalistas, luchamos por la liberación de clase
obrera y contra todo tipo de opresión, incluida la opresión nacional. La
lucha en defensa de los derechos democráticos nacionales de las
naciones, nacionalidades y pueblos oprimidos, incluido el derecho a la
autodeterminación y la independencia, va ligada a la lucha por el
socialismo, porque es lo único que puede poner fin a la causa que genera
esta opresión: el sistema capitalista. Y esto no se puede lograr de la
mano de la burguesía de las naciones oprimidas, que tienen sus propios
fines e intereses de clase ajenos a los de los trabajadores. Pero eso
los marxistas no estamos a favor sin más de la independencia de Escocia,
y mucho menos si esa independencia no significa la más mínima ruptura
con el sistema capitalista y con la dominación imperialista. Es evidente
que un sector muy amplio de los obreros, jóvenes y oprimidos de Escocia
han votado SÍ, castigando con dureza a la oligarquía financiera
inglesa, a los torys, su austeridad y sus ataques brutales al estado del
bienestar. Es obvio también que el triunfo de la independencia habría
profundizado la crisis del régimen capitalista inglés, pero la burguesía
del Reino Unido se habría revuelto contra esa situación reaccionando
duramente contra la clase trabajadora. Por supuesto, el veneno del
chovinismo, tanto inglés como escocés, se habría alentado dividiendo a
la clase obrera de las Islas, algo esencialmente perjudicial para los
intereses de los oprimidos, que no tiene nada de socialista y que no se
puede menospreciar. Las lecciones de Irlanda deben de estar muy
presentes a la hora de reflexionar sobre esta cuestión.
Escocia
sería perfectamente viable como país si se le dejase prosperar
libremente en un mercado limpio con reglas claras e iguales para todos,
pero ese mercado ideal que pintan la burguesía y los reformistas no
existe en la realidad. En la actualidad se están librando en la sombra
auténticas guerras por el control de los mercados, de las rutas
comerciales, por las áreas de influencia. La crisis del sistema
capitalista ha generado un incremento de las contradicciones
interimperialistas que, cada vez con más frecuencia, desembocan en
conflictos armados. En Libia, Irak, Siria, Afganistán, Sudán del Sur,
Ucrania se libran estas guerras entre las grandes potencias que pugnan
por el monopolio de materias primas, fuentes de energía, mercados y
zonas geopolíticas estratégicas. Es en este escenario dominado por las
grandes potencias, las instaladas y las emergentes, donde las naciones
más pequeñas se ven obligadas a subsistir.
El
petróleo y el gas del Mar del Norte han sido cruciales para el Reino
Unido desde el inicio de su explotación en 1964, tanto en términos
económicos como políticos. En el año 2012 cubrió el 67% de la demanda de
petróleo y el 53% de la demanda de gas del conjunto del Reino Unido, da
empleo directo o indirecto a más de 450.000 personas y proporciona al
Tesoro británico unos ingresos de alrededor de 8.000 millones de euros,
equivalentes al 15% de la recaudación del Impuesto de Sociedades. Por si
esto fuese poco, aumenta la exportación de mercancías británicas por
valor de casi 8.500 millones de euros contribuyendo con 47.000 millones
de euros en la balanza de pagos del Reino Unido, según Ian Wod autor de
un informe sobre el futuro del sector. El Reino Unido no va a ceder ni
un euro de este inmenso poder que está en sus manos sin dar grandes
batallas, legales o de cualquier otro tipo para impedirlo.
De haber
alcanzado la independencia nos encontraríamos ante un largo proceso de
negociación que hubiese permitido a la clase dominante inglesa poner a
salvo sus intereses a costa del pueblo escocés. La Unión Europea y los
EEUU ayudarían en esta tarea a su aliado el capitalista inglés. Y con
ello, la clase trabajadora en el conjunto del Reino Unido, incluida la
de Escocia, sería sometida a una doble presión para enjuagar “las
pérdidas” por la separación, en medio de una oleada de propaganda
chovinista y patriotera completamente reaccionaria y perniciosa para la
causa del socialismo.
El
SNP es un partido de la burguesía escocesa. El libro blanco por la
independencia presentado por el SNP aseguraba la persistencia del
capitalismo en Escocia, asumía que la Reina siguiera siendo la Jefe del
nuevo Estado escocés, mantenía la libra, la integración en la OTAN y el
grueso de los recortes sociales llevados a cabo por el Gobierno
Conservador. Una Escocia independiente, en estas condiciones, hubiera
seguido dominada por la élite financiera y empresarial vinculada por
miles de intereses con la clase dominante británica.
Así pues
la independencia formal de Escocia, en estas condicones, no acabaría con
el poder de la City y las multinacionales. Eso solo es posible mediante
la lucha unida de la clase trabajadora, de Escocia, del Reino Unido y
de Europa, por el socialismo.
La cuestión nacional y la lucha por el socialismo
En la
actitud de las masas en general y de la clase trabajadora en particular
tanto de Escocia como del conjunto del Reino Unido, se ha dado un
auténtico repunte del activismo, del debate político, sopesando los
argumentos a favor y en contra, calculando los resultados más probables
entre ambas opciones. A pesar de la decepción inicial por los
resultados, la entrada masiva en el debate político no se frenará tras
el referéndum. Por el contrario, podemos anticipar que dicha
politización no ha hecho más que empezar. El conjunto de Europa vuelve a
entrar en una época de estancamiento económico. Gran Bretaña en el
último año ha crecido más que la media, pero como hemos visto en
Escocia, es un crecimiento basado en el aumento de la explotación, la
desigualdad y la pobreza.
Tras el
referéndum los planes de contingencia de los grandes bancos y
multinacionales se suprimieron y las aguas han vuelto aparentemente a la
calma, sin embargo ya nada será igual que antes del referéndum ni en
Escocia, ni en el resto de Europa. La burguesía reflexiona sobre el
auténtico terremoto político que ha tenido lugar y la clase trabajadora
también. Lenin, cuya aportación a la cuestión nacional fue clave para
garantizar el éxito de la revolución rusa, explicó que las revoluciones
también pueden estallar como consecuencia del ejercicio del derecho a la
separación de una nación.
La
burguesía actúa como una clase social por encima de fronteras
nacionales, han hecho un frente común en Escocia, cambiarán la
legislación europea para hacer más difícil a las pequeñas naciones el
uso del derecho a la autodeterminación. La única esperanza de éstas está
en el movimiento obrero. La clase obrera no debe ponerse bajo ninguna
circunstancia detrás de la burguesía o de la pequeña burguesía
nacionalista porque en los momentos decisivos, la historia lo ha
demostrado una y otra vez, se echan atrás, vacilan y traicionan al
movimiento por la emancipación.
Las dos
grandes contradicciones que bloquean periódicamente el desarrollo del
capitalismo provocando crisis y desempleo son la propiedad privada de
los medios de producción y las fronteras del estado nacional. Las
fuerzas productivas se han desarrollado a una escala tan extraordinaria
que los actuales estados nacionales juegan el mismo papel que los
derechos aduaneros en la edad media a las puertas de cada ciudad. La
tarea pendiente en Escocia, Gran Bretaña y en toda Europa es la lucha
contra el capitalismo y la defensa de una economía racionalmente
planificada para mejorar las condiciones laborales y el bienestar de la
clase trabajadora y eso es socialismo. La tarea del movimiento obrero,
allí como aquí, en Eukal Herria y Catalunya, en el conjunto del Estado
español y en Europa, no es construir nuevos estados y levantar nuevas
fronteras sino construir el socialismo a escala mundial. Como hemos
visto en Escocia, la clase obrera inscribe en su bandera la lucha contra
la opresión nacional junto a la revolución socialista internacional.
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