Podemos. Iñaki Errazkin. Rebelión
La irrupción de PODEMOS en el paisaje político de las Españas, sus tan formidables como sorprendentes resultados en los últimos comicios y los aún mejores pronósticos que se le auguran en los venideros, nos han galvanizado a todos, hombres y mujeres, y a mí el primero.
He de decir que desde
que partí de Euskal Herria en 1995 solo he visitado las urnas en las
elecciones europeas, refugiándome en la abstención en el resto de
ocasiones; y si no he votado, ha sido, sencillamente, porque no me
convencía ninguna opción. Hasta ahora.
Acabo de cumplir 58 años y
llevo en la pelea desde 1973, año en el que ingresé en el clandestino
Partido Comunista, y mis ideas no han cambiado en estos 41 años, si
bien, como es lógico, he acumulado algo de experiencia y, entre otras
muchas cosas, he aprendido a no confundir mis deseos con la realidad. Y
sigo aspirando a vivir en una sociedad regenerada dentro de un mundo más
amable, más justo, más solidario y más divertido, pero, ¿cómo
conseguirlo?
En teoría, el camino más rápido para efectuar una
profunda e integral transformación social es hacer la revolución y que
esta triunfe. Sin embargo, desde el franquismo, todos los intentos
revolucionarios han fracasado estrepitosamente mientras que el
capitalismo ha ganado terreno hasta arrinconarnos al borde del
precipicio. Hay, pues, que encontrar urgentemente una vía alternativa
que nos permita recobrar el aliento y las fuerzas para recuperar la
iniciativa y subvertir este indeseable orden establecido por los
enemigos de la libertad y de la justicia.
Y en eso llegó PODEMOS.
Mentiría si afirmase aquí que PODEMOS es una organización
revolucionaria porque no lo es. Ni siquiera es aún una organización
propiamente dicha. PODEMOS es un proyecto a medio realizar, un pacto
entre gentes variopintas, una alianza táctica de personas que, habiendo
visto fracasar todo, necesitan confiar en algo nuevo, fresco y honesto
que nos ayude, al menos, a asomar la cabeza y tomar aire.
Soy
muy consciente de que su abigarramiento causa recelos entre la población
más concienciada, precisamente la que tiene una tradición de militancia
y de lucha en otras organizaciones. Pero, no lo olvidemos, son
organizaciones que, por un motivo u otro, no han sabido o no han podido
sacarnos de la inopia, y tiempo han tenido.
La propia naturaleza
de PODEMOS y de sus caras más conocidas genera también sentimientos de
rechazo en los más suspicaces, sobre todo por los tics heredados del
15M, por algunos dirigentes con cierta afectación de magisterio y,
especialmente, por la calculada indefinición ante cuestiones
fundamentales. En política, la desconfianza siempre es positiva, así que
no seré yo quien la critique. Los adultos sabemos que los Reyes Magos
son los padres y no voy a insultar a quien esto lea diciendo lo
contrario, pero no olvidemos que también es positiva la ilusión.
Tengo muy grandes, honestos e inteligentes amigos en las dos partes:
entre quienes desconfían de PODEMOS y entre quienes apuestan por darle
una oportunidad. Del primer grupo destacaré a Carlo Frabetti y a Willy
Toledo; y del segundo, del que formo parte, a Jaime Pastor y a Carlos
Fernández Liria. Podría citar a muchos más en ambos lados, pero no es
necesario, pues la muestra vale perfectamente para ilustrar lo que
quiero dejar claro: que unos y otros compartimos trinchera. Todos nos
alegraremos si PODEMOS consigue regenerar este país y también todos lo
lamentaremos si fracasa en el intento.
No pretendo, pues, animar
a nadie a conceder patentes de corso que yo mismo no concedería en
ningún caso, pero sí me atrevo a pedir que se aparquen los prejuicios
durante el embarazo y el puerperio. Que nazca y se desarrolle una
criatura que promete, porque si apoyando a PODEMOS nos equivocamos,
habremos perdido poco; pero si nos equivocamos no apoyándolo, habremos
perdido demasiado.
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