Una nación al borde del abismo
Las políticas de EE.UU. sellaron la suerte de Irak
Dahr Jamail TomDispatch/Truthout
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Para los
estadounidenses, fueron como noticias venidas de ninguna parte. Años
habían pasado desde que los periodistas se daban la molestia de
dirigirse al país que invadimos y torpedeamos en 2003, el país conocido
otrora como Irak que nuestra ocupación condujo a una interminable
pesadilla sectaria. En 2011, las últimas tropas de combate de EE.UU.
abandonaron el país, "con la cabeza alta" como el presidente Obama
proclamó en la época, e Irak dejó de ser noticia para los
estadounidenses.
Por lo tanto los titulares de las últimas
semanas –¡el ejército iraquí colapsa! ¡La segunda ciudad de Irak cae en
manos de los insurgentes! ¡un califato terrorista en Medio Oriente!– no
podían parecer más inquietantemente inesperados. Repentinamente, los
periodistas volvieron en masa, los neoconservadores de la era de Bush
que habían planificado la invasión y ocupación escribían artículos de
opinión como si fuera ayer, e Irak volvía a ser la historia del momento a
medida que los post-post-mortem comenzaban a aparecer y los
comentaristas comenzaban a preguntar: “¿cómo nos las ingeniamos para que
sucediera algo semejante?
Los iraquíes, por supuesto, carecían
del lujo de ignorar lo que estaba sucediendo en su país desde 2011. Para
ellos, suníes o chiíes, el reciente derrumbe del ejército, la
propagación de una serie de revueltas en las partes suníes de Irak, el
progreso de una insurgencia extremista hacia la capital del país,
Bagdad, y la naturaleza acosada del gobierno autocrático del gobierno
del Primer Ministro Nouri al-Maliki, eran, si no predecibles, por lo
menos de esperar. Y a medida que aumentaban los asesinatos, atrapada en
medio estaba la vasta mayoría de los iraquíes, gente que no eran
combatientes ni estaban directamente involucrados en la corrupta
política de su país, pero se veían, como siempre, atrapados en el puño
maligno de la violencia que volvía a engullirlo.
Un amigo iraquí
que he conocido desde 2003, que vive en un vecindario predominantemente
suní en Bagdad, me envió hace poco un correo. Había sobrevivido la
carnicería sectaria de 2006-2007 en la cual muchos de sus compatriotas
suníes fueron muertos o expulsados de la capital, y me presentó el
siguiente cuadro de lo que es ahora la vida para él, su esposa, y sus
pequeños hijos:
“Todos los peligros enfrentados por los iraquíes debido a la ocupación –arrestos, tortura, coches bomba, y violencia sectaria– esos asesinatos se han convertido en juguetes en comparación con lo que enfrentamos estos días. Los combates se han extendido en todas las direcciones desde el norte, este y oeste de Bagdad. Gran parte de los combates tienen lugar entre el gobierno e insurgentes suníes que han sufrido considerablemente por la injusticia del gobierno sectario de Maliki.”
En cuanto a su vida diaria, la describió como sigue:
“Como resultado de estos combates, no podemos dormir por nuestro temor ante la incertidumbre de la situación, y por los arrestos hechos al azar de suníes inocentes. Cada día me despierto y me encuentro en una situación muy dura y mala y ahora trato de pensar en alguna manera de irme de aquí y salvar a mi familia. La mayoría de mis vecinos se fueron cuando era más fácil partir. Ahora, tenemos a EE.UU. e Irán que ayudan al gobierno iraquí, y esto solo hará que los combates que tienen lugar en todo Irak sean mucho peores.
“La vida en Irak se ha hecho imposible, e incluso más peligrosa, y ahora no hay manera de irse. Hay combates hacia el norte, el oeste, y el este de Bagdad, y con tantos grupos de milicias chiíes en el sur, no es seguro para nosotros ir allí debido al sectarismo que nunca existió aquí antes de la invasión. El precio de pasajes de autobús ha aumentado considerablemente y todas las reservas están copadas durante meses. Tantas familias iraquíes y la mía están ahora atrapadas en medio de la situación.
“Cada día, el ejército iraquí está allanando y arrestando a numerosas personas inocentes. Se encuentran numerosos cadáveres en la morgue de Bagdad en los días después de los arrestos masivos en áreas suníes.”
Concluyó
su correo con una nota sombría, reminiscente del tipo de cosas que
escuchaba regularmente cuando estuve en Irak cubriendo los resultados
brutales de la ocupación por EE.UU. “Horror, miedo, arrestos
arbitrarios, ataques indiscriminados con bombas, un futuro incierto –
eso es el nuevo Irak democrático”.
Y no hay que pensar ni por un
segundo que durante este verano son solo comunidades suníes las que
viven atemorizadas. Abundan los informes de masacres y otras atrocidades
realizadas por el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS [EIIL], el
grupo que encabeza la revuelta suní en las partes septentrionales y
occidentales del país, junto con detalles bien documentados sobre sus
brutales tácticas contra los chiíes.
En un incidente, según
testigos, fuerzas del ISIS secuestraron a por lo menos 40 turcomanos
chiíes, hicieron volar tres mezquitas chiíes y otro lugar sagrado chií, y
allanaron casas y granjas en dos aldeas chiíes cerca de la ciudad de
Mosul. Y eso es solo el comienzo de una larga lista de horrores.
Mientras tanto, el sectarismo que destroza el tejido social está siendo
avivado aún más por la colocación en línea de imágenes que muestran por
lo menos 10 antiguos lugares sagrados y mezquitas chiíes destruidos por
combatientes del ISIS.
La desintegración de Irak
En
lo que a mí respecta, no puedo afirmar que los eventos de las últimas
semanas me sorprenden. En marzo de 2013, en una visita a la asediada
ciudad suní de Faluya (dos veces sitiada y destruida en gran parte por
tropas estadounidenses en los años de la ocupación), vi muchas señales
de la génesis de lo que estaba por venir. Una vez estuve en un escenario
junto a media docena de dirigentes tribales y religiosos del área.
Decenas de miles de hombres enfurecidos, en su mayoría jóvenes, llenaban
la calle frente a nosotros, levantando pancartas que expresaban su ira
hacia el Primer Ministro Maliki respaldado por EE.UU.
Habiendo
escrito sobre la miríada de abusos y violaciones de los derechos humanos
cometidos por el régimen de Maliki, yo estaba íntimamente familiarizado
con cómo se había abusado de los cuerpos, la dignidad, y los derechos
de gran parte de la población suní en la provincia de Faluya, al-Anbar.
Ese mismo mes, por ejemplo, había entrevistado a una mujer que usaba el
alias Heba al-Shamary y que acababa de ser liberada de una prisión
iraquí después de cuatro duros años.
“Fui torturada y violada
repetidamente por las fuerzas de seguridad iraquíes”, me dijo. “Quiero
decir al mundo lo que hemos tenido que sufrir, yo y otras mujeres
iraquíes en prisión durante estos últimos años. Ha sido un infierno….
Fui violada una y otra vez. Me patearon y golpearon e insultaron y
escupieron.” Heba, como tantos suníes que el régimen de Maliki decidió
detener, torturar, y a veces ejecutar, había sido acusada de
“terrorismo”.
Ese mismo mes, Amnistía Internacional publicó un
informe que destacó lo que llamó “un ciclo sombrío de abusos de derecho
humanos” en Irak. Cuando estuve en Bagdad, era común escuchar que se
referían a Maliki en muchas áreas como “peor que Sadam [Hussein]”.
A
fines de 2012, los jóvenes en la población suní sin derechos políticos
comenzaron a organizar manifestaciones pacíficas al estilo de la
Primavera Árabe contra el gobierno. Estas fueron recibidas con brutal
violencia y más de una docena de manifestantes fueron muertos por las
fuerzas de seguridad del gobierno. Los videos de esto adquirieron
dimensiones virales en la Web agitando los fervientes estados de ánimo
de jóvenes desesperados por llevar la lucha por sus derechos a Bagdad.
“Exigimos
el fin de los puntos de control que rodean Faluya. Exigimos que
permitan el ingreso de la prensa [para cubrir la situación]. Exigimos
que terminen sus incursiones ilegales a las casas y las detenciones.
Exigimos el fin del federalismo y de los gángsteres y las prisiones
secretas.” Fue lo que Jeque Khaled Hamoud Al-Jumaili, dirigente de las
manifestaciones me dijo justo antes de que yo subiera al escenario ese
día. Mientras hablábamos, sostenía una fotografía de uno de sus sobrinos
muertos por las fuerzas de Maliki mientras manifestaba en la cercana
ciudad de Ramadi. “Perder nuestra historia y dividir a los iraquíes es
un error, pero eso y los secuestros y conspiraciones y el desplazamiento
de la gente es lo que hace Maliki”.
Como escribí entonces, el
jeque me aseguró a continuación que mucha gente en la Provincia Anbar ha
dejado de exigir cambios en el gobierno Maliki porque ha perdido la
esperanza. Después de años de espera, ninguna demanda semejante fue
satisfecha. “Ahora, exigimos un cambio en el régimen y un cambio en la
constitución. No detendremos estas manifestaciones. Esta la hemos
llamado ‘viernes de la última oportunidad’ porque es la última
oportunidad para que el gobierno nos escuche.”
“¿Qué será lo próximo?,” le pregunté, “¿si ellos no les escuchan?”
“Tal vez lo próximo sea la lucha armada”, respondió de inmediato.
La
reacción de Maliki ante las protestas en Faluya aseguraría, de hecho,
que la predicción del jeque se convierta en el futuro de la región.
La
energía de la adrenalina en el escenario y en la multitud de ese día
mezcló una expectación eléctrica y ansiedad con miedo. Toda esa energía
tenía que conducir a alguna parte. Incluso entonces, los dirigentes
religiosos y tribales locales ya se quedaban detrás de sus partidarios.
Siempre fue improbable que se pudiera mantener una tapa sobre la
ardiente caldera del sentimiento suní. Cuando un jeque tribal pidió a la
multitud un poco más de tiempo para más “diplomacia” en Bagdad, ésta
estalló en gritos iracundos, se precipitó hacia el escenario, y comenzó a
acribillar a los jeques con botellas de agua y piedras.
En los
bolsillos de esa multitud, ahora una turba, las ominosas banderas negras
del ISIS ya estaban ondeando vigorosamente junto a pancartas que decían
“los iraquíes no votaron por una dictadura iraní”. Gritos coléricos de
“¡Ahora combatiremos!” y “¡No más Maliki!”nos perseguían mientras
huíamos del escenario, para no ser alcanzados por esos proyectiles que
representaban la furia de los jóvenes, una furia desesperada por un
objetivo, y dispuesta al reclutamiento en un movimiento que condujera la
lucha contra el régimen de Maliki.
Aparece ISIS
Financiados
por petrodólares del Golfo Arábigo de Catar y Arabia Saudí, entre otros
sitios, y apoyados durante mucho tiempo, por lo menos implícitamente,
por el gobierno de Obama, los combatientes islamistas radicales en Siria
opuestos a Bacher al-Asad han estado expandiendo su fuerza, su
cantidad, y su letalidad durante los últimos tres años. Este verano,
ellos y sus filiales en Irak convergieron, tomando primero Faluya,
avanzando luego a las debacles de primavera y verano por todo Irak suní y
el establecimiento de un “califato” en los territorios que controlan en
ambos países.
No es nada nuevo que ISIS, un grupo que incluso
fue rechazado por al Qaida original, tenía una fuerte presencia en
Siria. El Secretario de Estado John Kerry habló defensivamente de la
situación durante la primavera pasada en un intento por explicar la
política crecientemente controvertida y confusa de Washington respecto a
Siria, los rebeldes, y el régimen de Bacher al-Asad que estaban
tratando de derribar. Describió a los “malos” como combatientes
radicales pertenecientes a ISIS y a grupos afiliados a al Qaida,
calificándolos de la menor parte de la oposición en ese país, una
declaración que incluso entonces fue más que inexacta. Continuó para
describir a esos “malos” como “los que han probado ser probablemente los
mejores combatientes… los más entrenados y agresivos en el terreno”.
Por supuesto, Kerry afirmó que EE.UU. solo apoyaba a los “buenos”, otra ficción conveniente del momento.
Avancemos
rápidamente hasta hace unas pocas semanas: en un reunión con el
dirigente de la oposición siria Ahmad al-Jarba, Kerry propuso armas y
entrenar a rebeldes sirios “moderados” supuestamente bien seleccionados
para ayudar a enfrentar a ISIS en Siria y también en Irak. “Obviamente, a
la luz de lo que ha ocurrido en Irak”, dijo, “tenemos aún más que
hablar en términos de una oposición moderada en Siria, que tiene la
capacidad de ser un protagonista muy importante en el enfrentamiento
contra la presencia [de ISIS] y detenerla no solo en Siria, sino también
en Irak”.
La confusión de esta política sigue dejando atónito:
Washington espera usar rebeldes sirios “moderados”, casi imposibles en
la práctica de distinguir de islamistas extremos, “para enfrentar” a
esos mismos islamistas, mientras combate al régimen de Asad que está
apoyando –con ataques aéreos, entre otras cosas– al gobierno de Maliki
que Washington ha estado armando y apoyando en Irak. EE.UU. ya ha
invertido más de 25.000 millones de dólares en apoyo a Maliki – por lo
menos 17.000 millones de los cuales fueron suministrados a los militares
iraquíes. Claramente ese dinero no fue bien gastado ya que esos
militares colapsaron rápidamente, entregando una serie de ciudades y
pueblos, incluyendo Tal Afar y Mosul, cuando aparecieron ISIS y otros
insurgentes suníes.
Más ayuda y personal se encuentran ahora en
camino desde Washington. El gobierno de Obama ya admite el envío de por
lo menos otros 750 marines y soldados de las Fuerzas Especiales a Irak,
junto con drones armados con misiles y helicópteros Apache. Ahora está
presionando fuertemente para vender a Irak otros 4.000 misiles Hellfire.
El Pentágono insiste en que sus tropas en Bagdad están protegiendo la
inmensa embajada de EE.UU. o sirviendo en una capacidad “consultiva” a
los iraquíes, pero también afirma que sus fuerzas necesitan
“flexibilidad” para realizar sus misiones. Como resultado, ya hay planes
para que pilotos estadounidenses operen esos helicópteros de ataque
Apache.
Mientras Washington podría tener diferencias con el
presidente ruso Vladimir Putin sobre la crisis en Ucrania, es indudable
que el gobierno de Obama está dando un suspiro de alivio porque ayuda
militar rusa, incluyendo aviones de guerra está fluyendo actualmente a
Bagdad. Desdibujando aún más las opacas alianzas políticas, Irán ha
suministrado a Irak aviones jet de ataque terrestre, tiene drones
realizando misiones de reconocimiento sobre el país, y kurdos iraníes
podrían estarse sumando al combate en el terreno.
Considerando
todos estos altibajos de la situación iraquí, el analista político Maki
al-Nazzal compartió estos pensamientos conmigo, que son cada vez más
típicos de la opinión suní: “Irak todavía está sufriendo por los pecados
de la ocupación estadounidense y ahora opera por sí solo para eliminar
el cáncer que EE.UU. plantó en su cuerpo. Los nacionalistas iraquíes y
los islamistas suníes están hartos de ser devastados por 11 años de
ocupación directa e indirecta y tan disgustados como para corregir
mediante las armas lo que fue contaminado por políticas erróneas.”
Mientras
tanto, la actual crisis ha lanzado al gobierno en Bagdad hacia una
caída libre precisamente cuando los kurdos oportunistas del norte de
Irak han llamado a un referéndum en los próximos dos meses para encarar
un antiguo deseo de convertirse en país independiente. En vista de todo
esto, las esperanzas de algún tipo de gobierno de “unidad”
suní-chií-kurdo que pueda salvar al país del colapso han fracasado
repetidamente. Para empeorar las cosas, mientras miles de iraquíes son
masacrados cada mes y el país se desintegra, incluso los chiíes en el
parlamento del país parecen encontrarse en un punto muerto. “Las cosas
ocurren más rápido que las decisiones de los políticos”, dijo un
importante miembro chií del parlamento a un periodista.
No es
sorprendente que el ejército iraquí no se mantenga firme cuando enfrenta
a los combatientes del ISIS, que están más que dispuestos a morir por
su causa. ¿En defensa de qué se espera que muera? Y no son solo soldados
del ejército los que se niegan a arriesgar sus vidas por Nouri
al-Maliki. Poderosos dirigentes tribales suníes en la volátil Provincia
Anbar de Irak también se niegan a luchar por Maliki. En una reciente
entrevista, Jeque Hatem al-Suleiman, jefe de la tribu Dulaimi, insistió
en que Maliki era más peligroso que los combatientes del ISIS,
agregando: “Creo que Maliki es responsable de la llegada de ISIS a
Irak”.
El hombre de Washington en Bagdad durante tanto tiempo, el
propio Maliki agrava ahora la crisis al negarse a ceder, sin que
importe la presión de sus antiguos patrones y dirigentes religiosos
chiíes.
La pesadilla de los iraquíes de a pie
La
desintegración de Irak es el resultado de políticas estadounidenses que,
desde 2003, han carecido sorprendentemente de coherencia o alguna
comprensión real cuando se trata de las fuerzas en juego en el país o la
región. Se han caracterizado por un aura de puerilidad, de “buenos”
contra “malos”, que sorprenderá a futuros historiadores. Lo peor de todo
es que han generado un Círculo Vicioso de Medio Oriente en el cual
todas las partes son armadas, financiadas, y apoyadas directa o
indirectamente por Washington o sus aliados.
Mientras tanto, ISIS
y otros grupos insurgentes suníes han hecho uso efectivamente de los
decenas de miles de jóvenes indignados que vi en Faluya el año pasado y
según las informaciones gozan de significativo apoyo popular (como, en
algunos casos, la mejor de una serie de terribles opciones) en muchas de
las ciudades y localidades donde se han establecido.
En todo
eso, solo se ha acentuado la pesadilla para los iraquíes de a pie.
Recientemente recibí un correo de un amigo en Faluya, una ciudad
actualmente ocupada por ISIS después de haber sido brutalmente
bombardeada por los militares iraquíes a principios de año. En esos
días, cientos fueron muertos e incluso fue alcanzado el hospital
principal de Faluya. Decenas de miles en la ciudad, incluyendo a mi
amigo, tuvieron que huir para salvar la vida. Ahora ha sido refugiado
durante meses y resumió su vida como sigue:
“Las palabras no pueden explicar lo que estamos sufriendo. No creo lo que nos está ocurriendo. Imaginad una vida vivida en miedo permanente, con escasez de todos los servicios importantes como electricidad, suministro de agua, combustible, y alimento en el tórrido verano iraquí y durante el mes de ayuno de Ramadán.
“La parte más importante de toda la historia es que todas estas tragedias estén ocurriendo – y quiero decir con tristeza, están ocurriendo mientras somos ahora refugiados y estamos privados de nuestras casas y pertenencias. Huyendo del bombardeo de Maliki, viajamos a Anah City [al noroeste de Faluya y más cerca de la frontera siria] en busca de seguridad, pero ahora Anah se ha hecho insegura y fue atacada dos veces por helicópteros sirios, que mataron a cinco refugiados civiles de Faluya. Todo en nuestra vida es triste y difícil. Estamos bajo el control de criminales insensibles.”
A
medida que progresa la desintegración hacia la oscuridad de Irak, me
enferma pensar en todos los iraquíes que encontré y que se convirtieron
en mis amigos, quienes han sido muertos, desaparecidos, o se han
convertido en refugiados desde entonces. Lo que queda de Irak, este caos
que ya no es un país, debe ser considerado como el legado de décadas de
política de EE.UU., comenzando por el momento cuando Sadam Hussein
estaba en el poder y gozaba del apoyo de Washington. Con Maliki, ha sido
simplemente un dictador diferente, gozando de aún más apoyo semejante
(hasta estas últimas semanas), y utilizando bárbaras tácticas similares
contra los iraquíes.
En la actualidad, las políticas de
Washington continúan en el mismo modo insensato mientras más combustible
se suma a la hoguera que está incinerando Irak.
Dahr
Jamail pasó más de un año informando, como periodista independiente,
desde Irak, durante varios viajes a ese país entre 2003 y 2014. Ha
recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Martha Gellhorn para
Periodismo y el Premio James Aronson para Periodismo de Justicia Social
por su trabajo en Irak. Es autor de dos libros: Beyond the Green Zone: Dispatches from an Unembedded Journalist in Occupied Iraq y The Will to Resist: Soldiers Who Refuse to Fight in Iraq and Afghanistan. Es periodista de Truthout. Este es un informe conjunto de TomDispatch/Truthout.
Copyright 2014 Dahr Jamail
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