Lo que sigue no es ni pesimismo histórico, ni cansancio militante, ni
desidia acumulada, ni mucho menos prácticas ninistas, solo necesidad de
aportar en la eficacia de la lucha, en una época nueva que el
capitalismo inauguró con su auto atentado del 11-S. La represión
posterior habida sin apenas obstáculos, la destrucción de Iraq, de
Libia, de Siria (aquí, es cierto, con una respuesta heroica del pueblo
sirio), de Ucrania (con la respuesta antifascista en el Este del país),
de Gaza…, junto a la instauración de una crisis económica que ha
rebajado de un modo espectacular la calidad de vida de millones de
personas y condenado al hambre a buena parte de la humanidad, son
argumentos suficientes para que desde la izquierda nos planteemos la
eficacia de los métodos de lucha tradicionales. Porque puede que estemos
asistiendo al fin de algunos de ellos y descubramos que tenemos
herramientas demasiado viejas para afrontar ataques destructivos de
tamaña envergadura. El ejemplo de lo que ocurre estos días en Gaza,
donde el ejército sionista en unos días ha matado a más de mil personas
(centenares de ellos niños) con una impunidad avasallante, demuestra que
muchas prácticas clásicas son obsoletas y apenas sirven para sacar la
sonrisa altiva de los Obama-Netanyahu que en el mundo son.
Es decir, por duro que parezca, los bombardeos fascistas ya no son
posibles pararlos con manifiestos de indignación firmados por cada vez
menos intelectuales, ni con concentraciones ante las embajadas israelíes
por muy numerosas que sean, ni con intervenciones de nuestro diputado
más combativo arremetiendo contra el fascismo de un modo contundente, ni
colgando videos y fotos en Facebook para que se tome conciencia de las
consecuencias de la masacre, ni con artículos sesudos (casi idénticos a
los realizados en el último bombardeo de hace unos años en Sabra y
Chatila ) que webs y blogs solidarias publican sin pausa, ni con
análisis empíricos-psiquiátricos del estado mental de los dirigentes
israelíes, ni con una declaración en la ONU que acaba bloqueando con su
veto el gobierno de EE.UU, ni promocionando el gandhismo, esto es, que
la guerras son malas en sí y no traen nada bueno para ver si alguna vez
puede calar la idea en la conciencia de los generales sionistas y dejan
de matarnos. Queda siempre el consuelo de que nada de eso nos garantiza
la victoria pero que la suma de todo ello nos acerca, hace posible que
paremos el fascismo, que todo es importante y acumula aunque parezcan
apenas gotas en el desierto. Pero admitamos que para cambiar, lo que se
dice echar a los responsables del exterminio y no solo del gobierno,
hace falta más. Revisar los métodos de lucha, nuestras praxis para
hacernos con una herramienta revolucionaria no es ser ni revisionista ni
pesimista, es la búsqueda de la eficacia para darle al enemigo donde le
duela de veras.
Jorge López Ave
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