La monarquía como expresión de la lucha de clases en España
España se encuentra ante un momento histórico: la abdicación del Rey
Juan Carlos. Rápidamente hemos visto dos respuestas por parte de los
partidos políticos: unos pactaron una reforma constitucional que
permitiese la inmediata sucesión por parte de su hijo Felipe; otros
manifestaron la necesidad de convocar un referéndum para que sea el
pueblo quien escoja entre monarquía o república.
Los argumentos por parte de los que abogan por la sucesión son, a mi
juicio, insostenibles dentro de una democracia seria. “La consulta no
cabe en la Constitución y los españoles ya la votamos en el 78.”, dicen.
Se tardaron 48 horas en reformar la Constitución cuando Merkel ordenó
modificar el artículo 135 de la misma para dar prioridad a una deuda
provocada por los bancos, lo que se ha traducido en un empobrecimiento
brutal de los trabajadores. Es falso que no se pueda consultar a los
ciudadanos, falta voluntad política para hacerlo. Por otro lado, la
Constitución del 78 se votó bajo la amenaza de volver a la dictadura.
Era o esto o los tanques. ¿Es esa la calidad democrática de los que se
aferran a este pueril argumento? Lo que sí prevé nuestra Constitución,
sin embargo, es convocar referéndums en casos excepcionales. ¿Qué
momento puede ser más excepcional que el presente?
“Hay otros países europeos que son monarquías”, añaden. Parecen
olvidar un pequeñísimo detalle, citando a Vicenç Navarro: “Se olvida que
la Monarquía española está basada en un golpe militar apoyado por el
nazismo y el fascismo internacional, en contra de un Estado republicano
con un gobierno democráticamente elegido. Sin ese golpe militar, hoy
España no sería una monarquía: sería una república. “
Otro argumento a favor de la continuidad de la monarquía ha sido que
PP y PSOE lo han pactado y que estos cuentan con el respaldo de la
amplia mayoría de la población. “Si no os gusta, ganad las elecciones y
cambiadlo todo”, proclamaban fervorosamente varios tertulianos.
Parémonos a pensar. ¿Alguien de verdad cree que en las elecciones de
2011 alguien pensaba en una posible abdicación del Rey y en cómo iban a
actuar los partidos? ¿Acaso todos los votantes del PP y especialmente
los del PSOE (que se declara republicano en su Constitución) les votaron
pensando en que pactarían para que continuase la monarquía?
Rotundamente no.
Es antidemocrático creer que se puede concentrar la ideología de una
persona en la acción de echar un voto en una urna una vez cada cuatro
años, porque no se prevén situaciones como estas. Prueba de ello es que,
mientras el 87% de parlamentarios ha aprobado la reforma que permite la
automática subida al trono de Felipe VI, el 63% de los ciudadanos
quiere la celebración de un referéndum. Estas cifras muestran una total
desconexión entre el parlamento y la calle.
Asimismo, los medios elogian el papel del Rey en la historia reciente
de España y las cualidades de su hijo para sustituirlo, se manipulan
encuestas o se buscan “expertos” poco objetivos que suelen acabar
defendiendo y alabando la monarquía. Da la sensación de que intentan
convencernos de que la continuidad de la monarquía es el mejor camino, a
pesar de ser una institución poco transparente e implicada en casos de
corrupción. Como dijo Noam Chomsky: “Los medios masivos no buscan
informar y reportar lo que sucede, sino dar forma a la opinión pública
de acuerdo a las agendas del poder dominante”.
Pero, ¿por qué intentan convencernos? La lucha de clases es, en última instancia, la respuesta.
Algo que debemos preguntarnos es: ¿la Monarquía protege los intereses de todos los españoles o sólo de algunos?
Los primeros que salieron a agradecer al Rey su labor en estos
últimos 39 años fueron los empresarios. El vicepresidente de la CEOE y
presidente de la patronal madrileña, Arturo Fernández (imputado por el
caso Bankia y acusado de pagar a empleados en negro), se derritió en
elogios hacia el monarca.
Al mismo tiempo, la CEOE pedía más reformas como despido libre tras
un año de prueba para los indefinidos, menos indemnizaciones para los
trabajadores indefinidos o pasar a un trabajador fijo a temporal sin
causa, entre muchas otras. Recordemos que la anterior reforma laboral,
aplaudida por la patronal, facilitó el despido de 1,5 millones de
trabajadores. Sin embargo, no parece que los empresarios lo estén
pasando tan mal como los trabajadores, ya que las grandes empresas
repartieron 8.000 millones de beneficios entre sus accionistas tras
echar a 120.000 trabajadores en 2013.
Hasta ahora tenemos unas declaraciones cualquieras y una muestra de
que el poder económico va ganando la lucha de clases. Nada relaciona al
monarca. Pero sigamos analizando.
Hace pocos días, el Rey se encontraba en el Golfo Pérsico visitando
países dictatoriales (lo cual, decir de paso, no parece importar a
nadie) como Omán o Arabia Saudita con varios ministros y empresarios.
Según los medios buscaban negocios para España.
Debido a la inviolabilidad del Rey, no se puede saber qué empresarios
le acompañaron ni cuánto se gastó en estos viajes aunque se paguen con
dinero público. No obstante, hay fotografías que muestran numerosos
empresarios del Ibex 35 en este tipo de viajes.
Varios informes han puesto de manifiesto que el 94% de las empresas
del Ibex (33 de las 35) elude impuestos en paraísos fiscales. No solo
eso, sino que desde 2009 han duplicado su presencia en ellos. Esto
significa que el Estado español deja de recaudar miles de millones de
euros al año y que ha de cogerlos de otro sitio. ¿De donde? De la clase
obrera (recordemos que el gobierno recortó en servicios públicos y subió
el IVA y el IRPF, impuestos que repercuten en el bolsillo de los
trabajadores).
Además, los millonarios españoles han incrementado su riqueza un 40%
desde que llegó la crisis y entre 2011 y 2013, empresas del Ibex pasaron
de un capital conjunto de 35.000 millones a 60.000 millones de euros.
En definitiva: los ricos son cada vez más ricos y, por si fuera poco,
pagan pocos impuestos.
Tenemos pues: 1) los grandes empresarios proponen reformas laborales
durísimas para los trabajadores, favoreciendo sus intereses; 2) sus
empresas han generado enormes beneficios durante la crisis y evaden
impuestos masivamente; 3) acompañan al Rey a hacer negocios al
extranjero. Con todo esto sobre la mesa, ¿alguien cree que realmente van
a buscar negocios para mejorar la vida de los trabajadores? ¿Cómo
mejoran nada exactamente, exceptuando su propio bienestar, si después
tributan en paraísos fiscales? ¿Quieren mejorar la vida del trabajador
pero luego proponen sangrantes reformas laborales para la clase obrera?
La revista Cafè amb Llet ha publicado, a raíz de la censura que
sufrió El Jueves, una genial edición sobre la “porquería” que rodea la
corona que no tiene desperdicio. Los empresarios, cosa extraña, se
encuentran salpicados por esta porquería:
http://www.cafeambllet.com/no-querian-esto-en-la-portada-pues-portada-y-contraportada/
Es fácil adivinar por qué los medios nos bombardean constantemente
con mensajes aduladores respecto a la monarquía. La clase dominante,
beneficiaria de esta política, utiliza sus armas para convencer a los
trabajadores (en la portada de Cafè amb Llet podemos ver quién controla
los medios de comunicación). Marx ya habló de este fenómeno y lo
denominó superestructura. Son todos aquellos elementos culturales,
políticos, jurídicos, religiosos, etc, de una sociedad que representan a
la clase dominante y se utilizan para someter a la clase explotada
haciéndola creer que todos tienen los mismos intereses.
El Rey representa, como muy bien dice Alberto Garzón, la política del
amiguismo, del enchufismo, del clientelismo y la corrupción. La
política que nos ha llevado a esta crisis y la que permite que la brecha
entre ricos y pobres siga aumentando. La que cierra escuelas y
hospitales, niega ayudas a las personas dependientes, baja salarios,
despide a trabajadores y echa a estudiantes de las escuelas mientras
protege a los corruptos, cede la soberanía del país a Alemania y rescata
las empresas de los amiguetes con dinero público.
Se trata de una monarquía al servicio del poder económico y no al de
los trabajadores. Una monarquía que favorece a la clase burguesa y, por
consiguiente, perjudica a la trabajadora. Por eso no han querido hacer
un referéndum, porque no pueden permitir que los trabajadores decidan un
modelo de Estado en el que los empresarios no puedan beneficiarse. No
pueden perder una institución como la monarquía, la cual les ha
facilitado tanto los negocios estas últimas décadas (como antes lo hizo
Franco) y ha decantado la lucha de clases a su favor.
¿Cómo cambiar esta política? Con más democracia. Dejando a los
españoles votar y decidir su futuro libremente. Esto no significa,
cuidado, que escoger al jefe de gobierno de manera democrática vaya a
solucionar nada. Los mismos empresarios, llegado el momento, reclamarán
una república, pero será una que les beneficiará a ellos.
Para acabar con el paro o los recortes hemos de hacer una política
radicalmente distinta a la actual, y eso pasa, en primera instancia, por
abandonar la monarquía y proclamar nuestra propia república. Una
república que beneficie a la clase trabajadora y haga pagar a los ricos
lo que no pagan ahora. Que socialice los medios de producción y
garantice sanidad, educación y servicios sociales a todos los
ciudadanos. Que pare los desahucios y deje de financiar a la iglesia.
Que denuncie las condiciones laborales a las que empresas como las de
Amancio Ortega tienen sometidas a miles de personas en Bangladesh,
Marruecos o la India. Que castigue el fraude fiscal y cree mecanismos
para cazar a los corruptos. Que no negocie con dictaduras como la
Saudita. Que plante cara a la Europa de los mercados y se niegue a pagar
esta deuda ilegítima. Que ponga a la policía y cuerpos de seguridad de
parte del obrero y no que lo reprima indiscriminadamente mientras
defiende al poder económico. Que recupere la soberanía nacional. Que
comprenda la pluralidad territorial de la que goza nuestro país y no
oprima a los pueblos. Que proteja el medio ambiente y busque energías
alternativas. Que no permita a empresas privadas tomar el control de las
Universidades. Que nos consulte para los temas importantes y no una vez
cada cuatro años. Que no permita ni las mentiras en el programa
electoral ni las puertas giratorias.
Eso y mucho más es lo que debemos reivindicar para la república de
los trabajadores. Si nos quedamos únicamente con la manera de escoger la
jefatura del estado y no cambiamos la base económica y productiva, la
lucha de clases la seguirán ganando los mismos y continuaremos en una
democracia coja como en la que llevamos durante décadas.
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