Carta a un antichavista venezolano de clase media o alta.
Un manifestante contrario al Gobierno de Maduro junto a un quisco de los trabajadores del metro de Caracas que fue incendiado durante protestas opositoras.- REUTERS
Pascual Serrano
Periodista. Autor de Desinformación (Editorial Península)
Periodista. Autor de Desinformación (Editorial Península)
Estimado
venezolano. Usted estará padeciendo la grave situación de violencia que
atraviesa su país. Distintas interpretaciones la presentarán como la
lucha de un pueblo por liberarse de un Gobierno represor o como acciones
terroristas de grupos que pretenden desestabilizar a un Gobierno
legítimo. Pero antes de entrar en esa discusión yo quisiera invitarle a
que, con un independencia de todo tipo de interpretaciones, analice cómo
ha evolucionado su situación económica y empresarial en los últimos
catorce años, desde el inicio de lo que se ha llamado la revolución
bolivariana.
Supongo que, como clase media o alta, usted tendrá
un trabajo cualificado y bien remunerado, o es un empresario que
desarrolla su actividad de producción o de servicios en Venezuela.
Entiendo que la llegada y posterior avance del socialismo del siglo XXI
de Hugo Chávez supuso para usted un motivo de preocupación. Le dijeron
que Venezuela sería una "dictadura comunista cubana", que le quitarían
su empresa, nacionalizarían su vivienda y sus tierras, le expropiarían
sus automóviles y hasta le secuestrarían sus hijos para enviarlos a un
círculo bolivariano donde los convertirían en chavistas. Líderes
opositores y medios de comunicación de la oposición llevan catorce años
diciendo eso sin que usted haya comprobado que haya sucedido. También le
han estado contando que les perseguían a ellos y a sus medios de
comunicación, y sin embargo, ahí siguen.
Ahora le pido a usted
que piense usted en su situación, ajeno a cualquier influencia externa,
gubernamental u opositora. Si usted es médico, ingeniero, abogado o
cualquier otra profesión liberal o de alta remuneración; ¿ha observado
que durante el gobierno de Hugo Chávez primero o de Nicolás Maduro hayan
empeorado sus ingresos? ¿le nacionalizaron el despacho, la consulta o
sus instrumentos de trabajo? ¿los impuestos han convertido en inviable
su negocio? Sus hijos, ¿siguen con usted y los están educando en el
colegio y de la forma que usted desea o el estado venezolano se los ha
llevado contra su voluntad a un circulo bolivariano? Repase la evolución
de su contabilidad en los últimos diez o quince años. Si tiene un
despacho de abogados, una clínica estética o un despacho de arquitecto,
¿ha bajado su facturación tras la llegada de la revolución bolivariana?
Muchos sectores pobres que nunca pudieron hacerse una operación de
cirugía estética, reformar su vivienda o consultar a un abogado ahora
disponen de dinero para hacerlo.
Uno de los asuntos que más le
preocupa es la delincuencia común, efectivamente alta en Venezuela. Pero
usted vive en un barrio acomodado, en la zona Este de Caracas o en El
Hatillo. Todos sabemos que allí no hay grandes problemas de
delincuencia. En cualquier caso, su residencia cuenta con vigilantes
privados y alambradas de espinos, puede que electrificadas. Incluso
desde antes de que llegara Hugo Chávez al poder. Es verdad que en los
populosos barrios humildes de las grandes ciudades venezolanas hay
crímenes todos los días. Usted sabe que el 80% de los homicidios suceden
en los barrios populares, pero usted no va a Petare, la Vega o al 23 de
enero, ni ha ido nunca, siempre fueron peligrosos. En el fondo, no hay
razón para que le preocupe ahora más que hace quince años. Y en cuanto
al centro, pongamos como ejemplo Plaza Venezuela o Sabana Grande, ¿de
verdad le parecen hoy más peligrosos que hace diez años, antes de que se
desalojaran los vendedores ambulantes y se instalaran parques de juego
infantiles e iluminación nueva?
Quizás usted no sea un profesional
liberal sino un empresario. Dueño de una cadena de restaurantes,
concesionarios de automóviles o fabricante de muebles. O propietario de
un establecimiento de móviles o electrónica o de ropa en un centro
comercial. Habrá comprobado que, después de quince años, ese comunismo
que le habían hablado que venía no le ha tocado su negocio. Incluso el
presidente Nicolás Maduro ha dicho que intentará que no haya abusos en
el precio que les cobran por alquilar los locales. Tampoco le han subido
los impuestos, de hecho no han cerrado negocios en Venezuela en estos
últimos años como ha sucedido en España. Es verdad que, en el último
año, se ha enfrentado a un grave problema económico: la escasez de
divisas que le impide adquirir material de importación para su negocio.
Puede que parte de la responsabilidad de ello sea del Gobierno, no le
estoy pidiendo que no señale los errores del Gobierno, el propio Maduro
lo está reconociendo. Pero eso es un problema que deberá exigir que se
resuelva sin llegar al nivel de violencia y desestabilización que
algunos están eligiendo.
Por otro lado, sí habrá notado que mulatos y pobres que nunca tuvieron un smartphone,
ni un coche nuevo, ni ropa cara, ni cenaban en un buen restaurante
ahora son clientes suyos. Puede suceder que a alguno de ustedes
-blancos, admiradores de Estados Unidos y reivindicadores de sus
orígenes europeos- esos mulatos, afrodescendientes, indígenas y hasta
hace poco sucios y analfabetos no les guste encontrarlos en los centros
comerciales, en su mismo barrio, con un automóvil y un móvil similar al
suyo. Hasta le molesta que sean clientes de su comercio. No le voy a
recordar que eso es racismo, pero sí que, a diferencia de usted, esos
europeos y estadounidenses que usted tanto admira, están encantados con
afrodescendientes, asiáticos y magrebíes cuando disponen de dinero. Los
empresarios de Marbella son muy felices cuando llegan los árabes y sus
tarjetas de crédito, el expresidente Bush no dudó en colocar de
secretaria de Estado a una afrodescendiente. Y las grandes
multinacionales estadounidenses no tienen ningún problema con un
presidente también afrodescendiente. Piénselo bien, el dinero de esos
oscuros de barrios periféricos le viene muy bien a su negocio, y antes
de los vientos bolivarianos ese dinero no le llegaba. Acusan al Gobierno
de dividir a los venezolanos, la división que denuncian es artificial,
de prejuicios. La verdadera división de una sociedad es entre quienes
tienen todo y los que no tienen nada. Conseguir limar esas diferencias,
que usted puede comprobar en su clientela, es algo que ha avanzado en
Venezuela.
Tampoco le pido que niegue el problema del
abastecimiento. Pero todos sabemos que las principales vías de
distribución son privadas. En Venezuela tanto los ciudadanos como el
Gobierno tienen recursos económicos para adquirir los bienes de primera
necesidad, es evidente que el principal problema -falta de dinero- no
existe. A ningún Gobierno le interesa que escaseen esos productos, de
ahí que el primer interesado en resolverlo sea el Gobierno interviniendo
sobre los especuladores, acaparadores y distribuidores que provocan el
desabastecimiento. Ningún movimiento violento que está quemando camiones
del Estado puede demostrarles que están preocupados porque lleguen los
suministros a la población.
En España he comprobado que, en las
encuestas del oficial Centro de Investigaciones Sociológicas, a la
pregunta de "cuáles cree que son los principales problemas del país",
los ciudadanos responden una cosa y, a la pregunta de "cuáles cree que
son los principales problemas que le afectan a usted y a su familia",
responden otra. De modo que en la primera opción ocupa un lugar
destacado el terrorismo y en la segunda, el desempleo. Esto sucede
porque la psicosis que les han transmitido algunos políticos y medios de
comunicación les hacen angustiarse por asuntos que, cuando miran a su
propia situación personal, ya no son tan importantes y sí, en cambio,
otros. Ya Michael Moore recordaba a los estadounidenses que había más
muertes por suicidio que por terrorismo, o dicho de otro modo, es más
fácil que usted se quite la vida que no un terrorista. Y sin embargo
todos los estadounidenses andaban preocupados por el terrorismo. Cuento
esto porque, quizás, a usted, amigo venezolano, le está pasando algo
similar con la angustia que le provoca el Gobierno de Nicolás Maduro.
No
pretendo convencerle de que apoye al Gobierno venezolano actual o que
le vote en las próximas elecciones. Usted tendrá muchos más elementos
que yo para observar la evolución de su país y detectar qué problemas
responden a errores del Gobierno o a otros elementos ajenos a él. En mi
país, España, muchos ciudadanos discrepamos de la política del Gobierno.
Criticamos sus decisiones, intentamos que las cambie y el día de las
elecciones votamos a otro partido. También nos manifestamos, pero
entendemos que un presidente, un diputado o un alcalde lo es hasta las
próximas elecciones. No incendiamos los camiones de abastecimiento del
Estado, ni hacemos barricadas en las carreteras para colapsar las
ciudades, los políticos opositores no lanzan a miles de ciudadanos a
asaltar un ministerio, no permitimos que unos ciudadanos disconformes
con el Gobierno instalen un alambre en una avenida para degollar a una
persona que circule en motocicleta. Todo para conseguir que dimita el
presidente que ganó en unas elecciones democráticas. ¿De verdad usted,
venezolano de clase media o alta, empresario, legítimo y respetable
opositor del Gobierno, cree que con ese escenario puede ayudar a mejorar
su situación personal, familiar y económica?
En Venezuela existen
mecanismos democráticos para sacar a un Gobierno, incluso más que en
Europa donde no existe un referéndum revocatorio que permita cesar a un
cargo político antes de que finalice su mandato. Los sectores que están
desencadenando la violencia no están preocupados por su economía o su
negocio, quieren desestabilizar un determinado sistema político
democrático y legítimo a costa de la convivencia porque saben que por la
vía democrática no van a llegar al poder. Muchos lo están reconociendo.
Eche un vistazo durante unos segundos a los países donde unas masas
enfurecidas derrocaron a sus gobiernos con apoyos foráneos que decían
que iban a recuperar la democracia: Irak, Afganistán, Libia, Siria,
Ucrania... ¿De verdad cree que los profesionales de alto nivel o
empresarios como usted han salido ganando y se encuentran ahora mejor?
Un
último detalle, antes de que alguno de ustedes insinúe que cuánto me
paga el Gobierno venezolano por escribir esto. Nunca me pagaron nada por
ningún artículo ni texto sobre Venezuela, lo cual no me parece bien
porque el trabajo (no la adhesión) hay que pagarlo. Por eso se publica
en un medio de comunicación español.
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