La dictadura bolivariana. 14 jul 2014
Televen, la emisora de televisión privada venezolana que
se creó en el año 1988, está emitiendo su programa diario de noticias,
sucesos y debates sin que se haya interrumpido nunca en los últimos 15
años de gobiernos revolucionarios. Minuto a minuto, hora por hora,
durante 24, nos explica la desgracia que supone para Venezuela ser
gobernada por el Partido Socialista Unido y presidida por Nicolás
Maduro. Únicamente una vez a la semana José Vicente Rangel, veterano
periodista de izquierdas, tiene un programa donde entrevista a
personajes del chavismo. Decenas de otras televisiones privadas siguen
emitiendo cotidianamente tremendas críticas al Gobierno. Según lo que
éstas aseguran, en el país no hay harina, ni aceite, ni azúcar, ni pan.
No hay agua y no se puede cocinar por la falta de gas y la gente
prácticamente vive en la Edad de Piedra, alumbrándose con velas y
comiendo hierba.
Más de 115 periódicos se publican en papel en Venezuela, de ellos el
90% pertenece a empresas privadas que están indignadas con los planes de
redistribuir la riqueza en el pueblo venezolano, que comenzaron a
implantarse con el triunfo electoral de Hugo Chávez, y que así lo
publican diariamente desde hace 15 años. Todos ellos dedican enormes
páginas a informar de las violaciones de derechos humanos cometidas por
el Gobierno del país, publican diariamente artículos de opinión,
editoriales, entrevistas, chistes, viñetas, columnas, dedicados a acusar
a todos los dirigentes chavistas de corruptos, ineptos, enchufados e
ineficaces.
En 1998, cuando Chávez ganó sus primeras elecciones, existían 331
radios privadas, en 2010 eran 466. Las radios públicas son 250 y las
comunitarias 243. En 1998 eran 32 las televisiones privadas, hoy
alcanzan la cifra de 61, y entre ellas destacan Venevisión, Televén y
Globovisión.
Frente a estas cifras de la presencia de medios de comunicación
privados, en esta supuesta dictadura bolivariana, los españoles fuimos
convenientemente informados del escándalo que supuso que a una de ellas,
RCTV, no le fuera renovada la conexión pública y tuviera que verse
reducida a emitir por cable. Era el ejemplo perfecto de la persecución
de la libertad de expresión a que se dedica el chavismo.
Los gobiernos revolucionarios han permitido que todas las grandes
empresas internacionales sigan operando en el país, con la excepción de
hidrocarburos. En competencia con las operadoras de telefonía públicas
Movilnet y Cantv, Digitel y Movistar siguen trabajando tranquilamente en
el país. Y por supuesto La Polar, Nestlé, Coca-Cola, Philips y tantas
otras que dominan el mercado de alimentos y nuevas tecnologías. Las
consecuencias son que el abastecimiento de productos básicos se
encuentra a merced de las directrices de las empresas que no suelen ser
chavistas.
Igual que en el Chile que organizó el golpe contra Allende, la
escasez de productos básicos se provoca por la estrategia de la
burguesía para minar la credibilidad del Gobierno. La falta de papel
higiénico se convirtió en el tema sacramental de las quejas de la clase
media y burguesía, que en cambio tienen los centros comerciales privados
llenos de ropa, zapatos, perfumes y joyas, artículos la mayoría de
importación, para los que al parecer no faltan las divisas que no
emplean en comprar papel higiénico.
Esos medios de comunicación, según ellos perseguidos por el Gobierno,
se han dedicado durante los tres meses ininterrumpidos de protestas de
las guarimbas a publicitar al mundo entero cómo la policía detenía a los
manifestantes, según ellos pacíficos estudiantes.
Los disturbios se produjeron sólo en seis estados —de los 24 que
tiene el país—, en los barrios ricos del 1% de los 355 municipios, todos
de grandes ciudades, administradas por la oposición y en las
urbanizaciones de clase media. Los “pacíficos” estudiantes, que sólo lo
eran en un 20%, incendiaron edificios de centros de salud, escuelas,
guarderías infantiles, universidades públicas, oficinas del Gobierno y
negocios privados, y ponían alambres atados a los árboles para que
peatones y motoristas fueran degollados. El saldo de los tres meses fue
de 42 muertos, según cifras de la oposición, entre civiles y agentes del
orden público. Esa misma prensa que se dice amordazada cuenta cada día
que el Gobierno no respeta los derechos humanos porque después de haber
detenido a 3.200 personas todavía hay 91 encarcelados, y que el sistema
ha cometido la gran injusticia de detener a los acusados con sólo un
acta policial, como si las detenciones, en todos los países democráticos
occidentales, ejemplo de respeto a las normas constitucionales, no se
practicaran mediante el mismo sistema: la denuncia policial.
Lo que no cuenta esa prensa objetiva y neutral es que la mayoría de
esos muertos son chavistas, 10 eran funcionarios públicos; que
únicamente el 7% de los detenidos recibieron medidas privativas de
libertad y que 19 efectivos de las fuerzas de seguridad están procesados
por excesos en las detenciones. Tampoco cuentan que entre los detenidos
hay 58 extranjeros, mercenarios implicados en acciones terroristas, y
uso de armas de fuego, comandadas por grupos de ultra derecha. Entre
ellos, Gabriel Alejandro Reyes Beltrán que está reclamado por la
INTERPOL a solicitud del Gobierno español por narcotráfico.
Indignado está el periódico El Universal porque a dos
muchachos que fueron detenidos el juzgado los consideró inocentes y los
dejó en libertad 33 días después. No sé si tras el juicio y la
sentencia, porque en ese caso la rapidez de la Justicia venezolana
supera en mucho a la española.
El caso evidente es que la mayoría de los culpables de los destrozos
causados en el patrimonio público y privado, que ascienden a 15.000
millones de dólares, no han sido detenidos ni siquiera identificados. Y
que los tribunales han puesto en libertad a más de 3.000 personas en
sólo unos días.
Lo que resulta más penoso para esos medios de comunicación, sus
propietarios y representantes, los políticos de la oposición, los
empresarios que esconden los suministros y los alimentos, la oligarquía
que durante dos siglos ha exprimido al pueblo y disfrutado de todos los
tesoros del país es que a pesar de la escasez de algunos productos, de
que a veces —y sólo a veces como he podido comprobar— se forman
interminables colas, de que la propaganda antichavista llena las
pantallas, las páginas impresas y las paredes de grafitis, carteles,
dibujos y viñetas de varios metros de longitud, que nadie borra; el
pueblo, el pueblo llano, ese que vive en los ranchitos, en los poblados,
en los nuevos barrios construidos en los últimos años, que tiene que
desplazarse en los autobuses llenos hasta los topes, que trabaja
duramente para sacar adelante al país y disfruta de menos beneficios que
los ejecutivos de las grandes empresas, no se ha lanzado a las calles
de las ciudades, por millones, a manifestarse contra el Gobierno, como
hizo para abortar el golpe de Estado contra Chávez en el 2002. Porque el
pueblo venezolano sabe que únicamente la revolución bolivariana que
ahora comienza, a pesar de todas sus dificultades, puede construir un
nuevo país que le redima de su explotación secular. Y que ni esa
oposición fascista, disfrazada de democrática, ni las promesas de la
MUD, Mesa de Unidad Democrática, les darán nunca ni comida ni techo ni
sanidad ni educación, como no lo hicieron nunca en más de medio siglo
los partidos políticos de la derecha que se repartieron el poder.
Porque la “dictadura bolivariana” que tantos publicistas de la
derecha aborrecen respeta la libertad de expresión de los medios de
comunicación privados que son mayoría en el país, aguanta estoicamente
los ataques, incluso armados, de los sicarios de la oligarquía, y es
más respetuosa con la empresa privada de lo que esta se merece.
Deseo que no tenga que arrepentirse nunca de ello.
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