Por CARLOS ANDRÉS PÉREZ /
CANARIAS-SEMANAL.ORG.- Para muchas personas no es necesario pensarlo
mucho. El peor terrorismo es el yihadista. En Occidente, la mayoría de la
población cree, además, que éstos son los únicos terroristas y los suyos son los
únicos actos de esta naturaleza. Por supuesto que han sido los medios de
comunicación los que han fabricado tal consenso. Las noticias acerca de este
terror no solo reciben un amplio despliegue mediático sino que cualquier otro
terror es sistemáticamente invisibilizado. Sobre todo, si sirve a los intereses
de las grandes potencias.
La realidad, sin embargo, es muy diferente. Según
informa el medio alternativo norteamericano Democracy
Now, un estudio reciente del centro de investigaciones New
America revela que, desde el 11 de septiembre de 2001 hasta la
actualidad, los asesinatos cometidos en Estados Unidos por grupos que promueven
la supremacía blanca y otros fanáticos no musulmanes superan ampliamente los de
extremistas musulmanes.
De acuerdo a los datos aportados por dicho informe,
desde el atentado contra las torres gemelas han muerto 26 personas
por la violencia yihadista, mientras que por los
ataques de grupos de extrema derecha perdieron la vida
48. Prácticamente el doble.
Aunque toda la atención noticiosa se centra en lo que
sucede en las comunidades musulmanas, lo cierto es que, en ese mismo período,
las víctimas del terrorismo no musulmán superan con creces a los que se atribuye
a los musulmanes. Por los ataques musulmanes han muerto
siete personas y por los grupos no musulmanes han sido
19 las víctimas mortales.
Pero no nos engañemos. Esto que ocurre dentro del
territorio del Imperio, el terror invisibilizado o no certificado por los
medios y “autoridades”, el que no circula mediáticamente, sucede
igualmente en el resto del mundo.
Los muertos ocasionados por la llamada
“Guerra contra el Terrorismo” superan abrumadoramente a las víctimas
del terror que Occidente utiliza como coartada para justificar operaciones de
saqueo y conquista. Pero estos no cuentan como víctimas, sino como bajas
ocasionadas en “legítima defensa”.
Un proceso mediante el que termina por definirse cuál
es el terrorismo “bueno”, que no se ve, y cuál el terrorismo
“malo”.
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