Es lo que nos han aconsejado los clásicos en los momentos donde la
incertidumbre y la confusión abren las puertas a la desmoralización, la rabia
incontrolada o al llanto; o en su lado contrario, la sonrisa estúpida, arrogante
y dogmática de quienes ya tenían vaticinado el fatal desenlace de los
acontecimientos.
Empezare dando la razón a Stathis Kouvelakis (miembro de la Dirección de
Syriza y destacado miembro de la Plataforma de Izquierdas) al desmarcarse
respecto a los que afirman “lo que hemos visto en Grecia no nos sorprende en
absoluto; se trata de la vieja historia del reformismo; la traición a la clase
trabajadora.… nada nuevo, sigamos adelante”. Este punto de partida no nos
permite entender un proceso harto complejo jalonado de duras batallas con una
correlación de fuerzas muy desfavorable (a escala europea) aunque esta fuese
diferente a nivel nacional en Grecia.
Según nos explica Kouvelakis. “Syriza llegó al poder con un mandato popular
en apariencia bastante claro y simple: romper con las políticas de austeridad y
liberar al país de una deuda injusta e insostenible. Sus compromisos incluían lo
que podemos denominar, según nuestra tradición, un programa transitorio, que era
el programa de Tesalónica: un conjunto de objetivos sobre cómo romper
completamente con la política de austeridad, tal como fue aplicada en Grecia de
una manera realmente agresiva con los *memorándum* de los últimos 5 años. Esta
estrategia se apoyaba en dos pilares. Por un lado, se basaba en una disociación
de la cuestión de la deuda y la cuestión de la austeridad. En el caso de la
deuda, se trataba de renegociar la deuda sobre el modelo de la conferencia de
Londres de 1953 para la deuda alemana, pero sin excluir medidas unilaterales en
caso de que fracasaran las negociaciones”.
Pero para ello hacia falta desarrollar un plan B (demandado por la izquierda
de Syriza) como previsión ante un posible fracasó de las negociaciones. Una
opción complicada, salirse de la euro zona, pero según la corriente de
izquierdas “realizable, que no representa un fin en si mismo, sino la primera
etapa de un proceso de transformación social, de restablecimiento de la
soberanía nacional y de progreso económico que conjuntaría crecimiento y
justicia social. Tal orientación sería parte de una estrategia de conjunto que
se apoya en la reorientación productiva, el estímulo de las inversiones, así
como la reconstitución del Estado social y del Estado de derecho”.
Expertos economistas de izquierda han afirmado que las autoridades griegas
tienen la posibilidad de crear una moneda electrónica para el uso interno en el
país. El gobierno podría igualmente emitir títulos en papel bajo la forma de IOY
(I owe you: yo le debo), para hacer frente a la escasez de billetes en
circulación.
El tema de las alternativas ha sido y es el quid a dilucidar, sobre todo
frente a quienes desde el otro extremo (el posibilista) afirman que Tsipras ha
hecho todo lo que se podía hacer y ha logrado lo máximo posible (si bien se
reconoce que es muy poco frente a lo que se ha cedido) dado que la opción de
abandonar el euro grupo no era de recibo.
Coincido con Eduardo Garzón cuando señala que “que el gobierno de Syriza ha
preferido claudicar y aceptar las imposiciones de la troika (incluso aunque
fuesen más duras que las de borradores anteriores) antes que arriesgarse a una
salida del euro.”.
Claudicación, tanto menos entendible, tras la aplastante victoria del
referéndum a favor del no. El pueblo griego sorprendió a Europa y al mundo
respondiendo masivamente al llamamiento del gobierno y, en condiciones sin
precedentes según los estándares de posguerra de cualquier país europeo, votando
“no” de forma masiva a las propuestas coercitivas y humillantes de los
prestamistas.
El gobierno griego ha antepuesto sus miedos a la opinión de la gente, y ha
convertido la consulta popular en papel mojado. Y con ello toda su estrategia
basada en la defensa de un plan antiausteridad sin salirse del euro ha terminado
con un estrepitoso fracaso.
Aun así, *es tremendamente difícil de defender (por no decir imposible) que
el gobierno haya firmado un acuerdo que es bastante más nocivo* para la
ciudadanía griega que el acuerdo que esa misma ciudadanía rechazó
mayoritariamente en referéndum.
Hay un debate sobre si la salida del euro debía de haber sido planteado desde
el principio o haber esperado a que las condiciones madurasen. Soy de la segunda
opinión. Al inicio de la andadura gubernamental no era posible plantearse tal
opción dado que la mayoría de la sociedad griega no lo deseaba y el peligro de
desafección era grave. Una vez que el pueblo griego se vio obligado a
posicionarse ante el chantaje de la troika (¿Si no para que se le consulto?) y
voto ¡no! no quedaba mas opción que, o bien la troika abandonaba sus exigencias,
o se imponía la salida. Si fuese necesario, convocando nuevas elecciones para
logar una nueva mayoría en torno al "Grexit", cosa que no se dio en las
anteriores elecciones.
Es de esperar una fuerte reacción social, y nos queda la esperanza que ello
legitime y refuerce a la mayoría del Comité Central de Syriza, contraria a la
claudicación, para obligar a Tsipras y sus partidarios a cambiar de rumbo o
dimitir. Malo sería, que una vez más, se repitiese la triste historia de la
imposición del líder carismático, quien para acallar su claudicación ante el
enemigo, se imponga de forma antidemocrática y punitiva a quienes no están de
acuerdo con él.
Lo que esta ocurriendo en Grecia supone un duro golpe para toda la izquierda
trasformadora europea, tanto para sus alas más posibilistas (la dirección de
Syriza y o la de Podemos) como par las más radicales (las que han venido
defendiendo la salida de la euro zona) porque pueden salir más beneficiados son
los sectores ultranacionacionalistas xenófobos y su versión antieuropeísta.
Por ello, urge plantearse un proyecto europeísta diferente a la de los
mercaderes y sus agentes, pero que no suponga un retroceso hacia el nacionalismo
de derechas.
Debe replantarse así mismo la dialéctica entre lo institucional (entendido
como un frente de batalla) y el empoderamiento ciudadano o contrapoder popular
movilizado y organizado en defensa de sus reivindicaciones. De tal forma que los
gobiernos, además de observar respeto y obediencia a sus dictados (algo parecido
al *obedecer mandando* que dirían los zapatistas) se basen en los mismos, para
no ceder a los chantajes o extorsiones de las instituciones del capital y sus
gobierno.
Por último, si lamentable es lo ocurrido en Grecia, no lo es menos, la
miserable actuación de una izquierda europea (de la que formamos parte)
moralmente solidaria, pero prácticamente inútil, atónita, desmovilizada e
incapaz de entender que la batalla de Grecia, igual que la del 36 en el Estado
español, tiene dimensiones europeas e históricas.
Joxe Iriarte "Bikila", miembro de Alternativa
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