Ya es oficial: "Grecia aprobará leyes en las próximas 48 horas, endurecerá sus propuestas en pensiones, mercado laboral y otros asuntos, y finalmente acepta un fondo de privatizaciones, que permitirá recapitalizar los bancos y pagar la deuda" (El País).
Algunos de los efectos de la rendición de Syriza. Fuente: KKE. |
Se consuma la peor de las expectativas en Grecia. Finalmente, el gobierno de Syriza opta por lo que muchos ya están calificando de "bajada de pantalones". Me pregunto para qué sirvió el referéndum. Casi podríamos calificarlo de tomadura de pelo. Habrá quien intente defender a Syriza apelando a que ha sido víctima del chantaje de la Troika, como si no supiéramos que el chantaje es su modus operandi habitual. No hay excusas. Con casi mayoría absoluta en el parlamento griego y con un apoyo nada envidiable en la calle (cierto que no masivo), al gobierno de Tsipras le entró el pánico por la ruptura, único camino que le quedaba a Grecia. Tan siquiera sirvió que Rusia garantizase que no dejaría caer al país helénico. Al final, el gobierno de Syriza hizo lo que hacen los demás: hincar la rodilla en el suelo y rendir pleitesía y sumisión a la Troika.
¿Es una vía muerta el reformismo? ¿Acaso no tenía razón el KKE? Es momento para ponerse a reflexionar profundamente. La Unión Europea NO ES una democracia, como la mayoría de la gente cree. Es la dictadura del capital. Cierto que cualquier democracia burguesa lo es también, pero en el caso de la UE el grosor del blindaje contra cualquier gobierno de izquierdas que intente salirse del guión, mata toda esperanza de encontrar una salida.
Europa a sus pies |
Al hilo de las noticias recientes sobre Grecia y de las reflexiones que me provoca, he vuelto a releer un artículo de Javier Navascués publicado en Mundo Obrero el 11/12/2012: "Salir del euro o salir del capitalismo". Os invito a leerlo:
"Salir del euro o salir del capitalismo"
Javier Navascués, publicado en Mundo Obrero el 11/12/2012
Las propuestas que están situando en primer término la salida del euro como forma de desembarazarse de los recortes y la deuda tienen un curioso paralelismo con el experimento soberanista. Salvando todas las distancias, podría parecer que existe una creencia compartida en el poder taumatúrgico de una medida aparentemente rupturista, como si el final de la crisis fuera un resultado que milagrosamente se alcanzaría “recuperando la soberanía”.
Pero este planteamiento olvida que hay varias salidas del euro. Por ejemplo, cabe dentro de lo posible una salida por expulsión, si se decidiera pasar a una Europa de dos velocidades; o incluso una desaparición del euro por implosión. Dada la naturaleza sistémica de la crisis, que no es sólo una crisis de la eurozona sino una crisis estructural del capitalismo, todo lo imposible se vuelve posible. En tales condiciones la pregunta es, ¿qué salida a la crisis favorable a los trabajadores es más fácil (o menos difícil)? ¿Una nacional o una europea?
La salida ‘nacional’ sitúa la clave en la competencia entre naciones, amparándose en el entrañable pero desacreditado discurso de la dependencia y las relaciones centro-periferia. En la lógica de este análisis, el euro es el terreno ideal para estas relaciones de explotación entre países, lo que rápidamente sugiere una vez más el paralelismo con el catalanismo burgués. El siguiente paso forma parte también de la épica del periodo de los movimientos de liberación nacional: liberados de la deuda odiosa y recuperada la soberanía monetaria lo siguiente es la nacionalización de la banca y los sectores estratégicos y la puesta en marcha de una política industrial para modificar la situación de los países periféricos en la división internacional del trabajo, todo ello adobado con un cántico a la sostenibilidad y a la I+D+i como obligan los tiempos.
Pero, ¿qué significa hoy en día cambiar la situación relativa en la división internacional del trabajo? ¿Pasar de importadores netos a exportadores netos? ¿Alguien defiende con convicción que a golpe de I+D y de devaluación de la moneda se consigue el mismo efecto que deprimiendo los salarios y nos ahorramos los costes sociales? ¿Esto es cambiar el modelo productivo? ¿Es eso lo que interesa a los trabajadores? ¿Nos deja esto un milímetro más cerca del socialismo? Por otro lado, y esto es importante, las relaciones de explotación se dan entre clases, no entre países. ¿Alguien duda de que todos los empresarios, sean españoles o alemanes, están encantados con la reforma laboral?
No hay marcha atrás, los buenos tiempos no volverán. No hay que cambiar de política económica sino de economía política. Con todas sus deficiencias –comprensibles por otro lado– las propuestas sobre decrecimiento, democratización económica, igualdad y hacer girar la economía en torno a la satisfacción de las necesidades están mucho más cerca de una salida socialista a la crisis. Ninguna política fiscal ni monetaria –siendo necesarias – puede sustituir el imprescindible desarrollo de estas propuestas.
Javier Navascués
Mundo Obrero, 11/12/2012
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